La ?Semana Santa?? a la luz del Evangelio y la historia -- Franz Wieser (Perú)

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Pedro, el líder entre los apósteles, lo intuía: Acompañar a Jesús a Jerusalén significa un suicidio. Por un lado, Jesús era demasiado conflictivo con los poderes religiosos preocupados más por sus privilegios que el Imperio Romano les concedía, que por el bienestar de su pueblo explotado. Por otro lado Jesús se ganaba el aprecio del pueblo sencillo debido a su generosidad, incluso con prostitutas, divorciadas y ?pecadores?? en general, anunciando justamente a esos la misericordia de Dios, el único sacrificio que a Dios le agrada.

La actitud de Jesús irritaba a las clases religiosos dominantes, a los fariseos que esperaron la salvación en el estricto cumplimiento de la ley, y a la clase sacerdotal, porque Jesús les socavaba su supuesta autoridad como intermediarios entre Dios y la gente.

?No te ocurra ir a Jerusalén??, lo advirtió Pedro a su Maestro. La respuesta de Jesús era sumamente dura: ?¡Aléjate de mí, Satanás! Tu no piensas como Dios.?? Y, como si fuera poco para meterse en las fauces del Sanedrín, máxima autoridad religiosa, Jesús se fue directamente hacia el templo de la Ciudad Santa, y observando allí en el lugar sagrado el negocio que favorece a la clase sacerdotal, la indignación de Jesús llega a su colmo.

Para él no hay peor sacrilegio que utilizar a Dios para intereses materiales, personales o de clase. Ahí sí, que a Jesús le vence la cólera y se vuelve violento. Suficiente para que el desenlace siga, en lo posible antes de la fiesta de la Pascua cuando se llena la ciudad con multitudes provenientes desde zonas más apartados.

¿Cómo explicarse esta actitud de Jesús? Jesús era tan seguro de haber dicho y hecho en toda su carrera pública lo que Dios, su conciencia quiso que haga. Así que está dispuesto a sellarlo con su sangre. Seamos sinceros, sin este sacrificio, el mundo lo habría olvidado, y no hubiese resucitado en tantos mártires quienes como él, y en el mismo espíritu de amor radical con los empobrecidos y marginados han arriesgado su vida.

Es que el mundo, es decir el ser humano en general, ?odia la luz??, la verdad, ?porque pone al descubierto su iniquidad??, es su tendencia de enaltecer el dinero, el dominio sobre los demás, buscando su propia gloria por encima de la transparencia, la justicia y la fraternidad, por encima del bien común. Quienes, en cambio se toman la libertad (ejemplo teología de la liberación) de expresar y practicar lo que les inspira su conciencia cristiana, se ven enfrentados con la alianza entre poderes políticos y religiosos que reaccionan so pretexto de servir a la gente, sirviéndose de la gente.

Jesús tenía claro: Es la verdad que hace libre, libre de toda sumisión de los muchos bajo las ambiciones de los pocos, escollo más intransigente para que venga el ?Reino de Dios??. Estoy seguro; a Dios no le interesan en estos días de la Semana Santa tanto simulacros de devociones y recuerdos, sino que sus verdaderos seguidores le sigan para que todos ?tengan vida, vida en abundancia??. No la cruz de Jesús nos ha salvado. Esta le salvó a él y su memoria. Lo que a nosotros nos salva, es seguir a Jesús en el mismo Espíritu de amor integral, aunque de alguna manera nos lleve a la cruz.