¿Qué le pasa a España? Todos creen saberlo, pero cada día se aleja más el remedio. El hecho es que los políticos españoles demuestran no andar bien. Esto es lo que se oye en la calle. Este es el clamor que brota de nuestros pueblos y ciudades. Esa es la impresión que uno percibe de lo que ve, de lo que escucha y de lo que se lee en los medios de comunicación, en unos más que en otros.
España puede ir todo lo bien que uno quiera, pero tal estado de bonanza no presagia nada bueno: el panorama político que se vislumbra viene cargado de nubarrones.
Es por eso que el pueblo representado está llamando a sus representantes a la cordura y a la recíproca colaboración con el objeto de mejorar las cosas. El pueblo español, despierto, trabajador y sensato casi siempre, pide a sus políticos que dejen las mutuas descalificaciones y se pongan a mejorar la vida de los ciudadanos, ya sea desde el poder o desde la oposición. Pide a sus dirigentes que hagan las cosas con entendimiento racional y debatan las diferencias con actitud política, es decir, con la postura que es exigible a gente que proclama querer servir al pueblo antes que a intereses electoralistas.
Aunque los políticos no lo pretendan, la gente los considera referentes públicos de conducta. Si los dirigentes son corruptos, aumentan en paralelo los casos de corrupción en las clases dirigidas. Si los que gobiernan son superficiales y mentirosos, en la misma medida crece la frivolidad y la mentira en la sociedad gobernada. Si en el Parlamento hay violencia exacerbada, en la calle habrá patadas injustificadas en la entrepierna del rival.
No resulta, pues, extraño que los abundantes comentarios sobre el estado actual de la política española abarquen todo el arco de las opiniones negativas. Hay quien considera que la situación está rozando las cotas de gravedad permitidas por el sentido común. Otros comparan nuestra política con una feria o un carnaval, impropia de una sociedad seria que aspira a ser moderna. Otros la califican de absurda y desfachatada, o sea, política sin fachada presentable al exterior.
Hay comentarios en los que se aconseja a los partidos políticos, en conjunto, que pidan cita al psiquiatra y se pasen por el diván, como requisito previo a la inclusión de sus nombres en cualquier lista para ser votada. Y por no faltar, no faltan los comentarios que piden a los candidatos, munícipes o diputados, que reflexionen sobre las tácticas que vienen empleando en la arena pública.
El pueblo español, en vísperas de las próximas elecciones, está exigiendo a sus dirigentes que arrojen los garrotes (aquel cuadro de Goya, ¡ay!) y se centren en la dignísima tarea de hacer política a manos limpias. Si los líderes siguen con su juego sucio, el pueblo entero, con el pulgar hacia abajo, terminará exigiendo la expulsión de todos los contendientes. Son las reglas del juego?? limpio.