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Ministerio, ?cargo del Señor??; celibato, ?carga de los señores??
?El celibato no es exigido por la naturaleza misma del sacerdocio??
En el artículo anterior, recordaba que Juan Pablo II, en su primera carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1979, consideraba la promesa del celibato como ?la palabra dada a Cristo y a la Iglesia??. Y concluía que ?la fidelidad a la palabra es… deber y comprobación de la madurez interior del Sacerdote y expresión de su dignidad personal??. Esto, añadía, se manifiesta con toda claridad en las dificultades, en la prueba, en la tentación.
No comparto esta valoración. Me parece exagerada la importancia del celibato frente al ministerio, como se deduce de la Carta a los obispos en el mismo año y con la misma ocasión:
?dado que en vuestras manos depositan y renuevan cada año sus promesas sacerdotales, y especialmente su compromiso de celibato, haced todo lo posible para que permanezcan fieles a estas promesas, tal como lo exige la santa tradición de la Iglesia, tradición nacida del mismo espíritu del Evangelio?? (Carta de Juan Pablo II a los obispos de la Iglesia para el Jueves Santo 1979).
Entre las ?promesas sacerdotales?? no tiene por qué estar el celibato. De hecho no lo está entre los orientales, anglicanos, etc. Desde el evangelio, la promesa celibataria no deber ser ?la palabra?? que un sacerdote ministerial da a Cristo y la Iglesia. A lo más, ?una palabra?? libre que algunos obispos y sacerdotes quieren dar. Palabra ?no exigida por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias orientales… donde también hay presbíteros casados muy meritorios?? (PO 16). La práctica primitiva, continuada en las Iglesias orientales, es ?tradición nacida del mismo espíritu del Evangelio??; mejor: es Evangelio. La ley, que dice ser ?tradición nacida del mismo espíritu del Evangelio??, fue impuesta por la autoridad eclesial sin consenso del mismo clero, y mucho menos del Pueblo de Dios, cuyo titular se arrogan.
La fidelidad sacerdotal es al ministerio: servicio a la Palabra, a la celebración, a la vida fraternal en comunidad. En esto coinciden todos los sacerdotes ministeriales de distintos ritos católicos. Casados o solteros, se ofrecen a la Iglesia para responsabilizarse de que el Evangelio se transmita fielmente, las celebraciones sean auténticas y en la comunidad la gente se quiera y se ayude. En eso preparan las facultades eclesiales y la práctica espiritual. Afianzar estos tres capítulos, prometerlos y renovarlos el Jueves Santo, ha de ser el centro de la formación permanente ministerial.
El ?deber?? de una promesa innecesaria no es absoluto
El ?deber?? de cumplir una promesa depende de la entidad u objeto de la promesa y de la capacidad personal y real para cumplirla. Cuando se trata de la promesa bautismal -creer y vivir en el amor del Padre- podemos considerarla como un imperativo absoluto del cristiano. Responder a la llamada a la savación-realización fundamental de la vida (fe, esperanza y amor) es ?prueba de madurez?? y ?expresión de dignidad?? personal. No puede decirse lo mismo de las promesas libres, opcionales, humanamente no siempre buenas en toda circunstancia. Y menos de esta promesa, fruto de una elaboración premeditada y casi alevosa. No puede ponerse como ejemplo de promesa maduramente humana la que se ha gestado en la mayoría del clero: iniciada en niños, mentalizados a vivir en soltería, sin experiencia alguna de enamoramiento ni vida emparejada; privados e impedidos de relaciones normales con el otro sexo; urgidos a rezar con esta mentalidad varias veces al día; dirigidos espiritualmente por solteros que desean ardientemente que adopten el celibato de por vida; inducidos a aceptar como voluntad de Dios la renuncia al amor familiar, a los hijos; ilusionados con un papel de protagonismo exagerado en la Iglesia e incluso en la sociedad; protagonismo pleno que compensará con creces, les dicen, el sacrificio del celibato necesario y digno del servicio del altar; inutilizados para que no tengan salidas laborales fuera del ministerio y la institución eclesial…
El celibato prometido no es un imperativo absoluto
No es bueno exigir de forma absoluta esta promesa inducida, y tildarles de ?infidelidad a Cristo y a la Iglesia??, por no renovarla. Plantear como un imperativo absoluto la guarda del celibato, sólo por la promesa, no es aceptable ética ni cristianamente. Como se respetó su conciencia antes, cuando prometieron, hay que respetarla ahora, cuando su conciencia les mueve a no renovar la promesa. Ellos no quieren abandonar el sacerdocio ministerial, la promesa vocacional más importante tras la bautismal. El ministerio es el encargo que les dió el Señor de servir al Pueblo de Dios. Ejercerlo dignamente es la promesa sacerdotal propiamente dicha. La autoridad de la Iglesia les prohíbe ejercer el cargo del Señor, por no aceptar la carga de los ?señores??. Si obispos y presbíteros dejan el ministerio no lo hacen por debilidad; más bien lo contrario: por fortaleza de ánimo, por fidelidad a la conciencia, a las personas que les acompañan, a la misma Iglesia que legalmente les exige dicho abandono. Es la triste venganza de los poderes de la Iglesia. Una actuación indigna de quien dice seguir el amor del Padre-Madre, el amor ?que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre todos??. Como no cumplen ?su voluntad?? (celibato), les impiden cumplir ?la voluntad de Dios?? (el ministerio). Abandonando el ministerio, están respetando la autoridad de la Iglesia. Mientras dicha autoridad no respeta su ministerio ?in aeternum??. No me extraña el comentario de Maria (11.08.15 | 05:09):
?¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar para que la Jerarquía romana se dé cuenta de cosas tan evidentes? Siempre me estremece pensar en esa actitud tan soberbia y temeraria de apropiarse de la ?voluntad de Dios??, de lo ?que Dios piensa??, y de creerse los auténticos traductores de lo que Dios quiere. Y sus posiciones terminan siendo a esta altura capricho y terquedad, ya que mantener esta situación en estos tiempos no tiene argumentos válidos evangélicamente….Por otro lado es estremecedor también pensar en cuántas comunidades cristianas viven sin Eucaristía, sin sacramentos, sin nada, debido a esta posición tan rígida e incomprensible….??.
Siguen el atrevimiento y la contradicción
En esta primera carta de Jueves Santo, Juan Pablo II sienta las bases de su reflexión en los apartados ?Significado del celibato?? (n. 8) y ?Prueba y responsabilidad?? (n. 9). Dice en su plural mayestático:
– ?Podemos solo intentar comprender ese problema más profundamente y responder de manera más madura, liberándonos de las varias objeciones que siempre como sucede hoy también se han levantado contra el celibato sacerdotal, como de las diversas interpretaciones que se refieren a criterios extraños al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia; criterios, añadamos, cuya exactitud y base ?antropológica?? se revelan muy dudosas y de valor relativo??.
– ?La Iglesia Latina ha querido y sigue queriendo, refiriéndose al ejemplo del mismo Cristo Señor, a la enseñanza de los Apóstoles y a toda la tradición auténtica, que abracen esta renuncia `por el Reino de los Cielos´ todos los que reciben el sacramento del Orden??.
– ?Esta tradición, sin embargo, está unida al respeto por las diferentes tradiciones de la otras Iglesias. De hecho, ella constituye una característica, una peculiaridad y una herencia de la Iglesia Latina, a la que ésta debe mucho y en la que está decidida a perseverar, a pesar de las dificultades…, a pesar de los síntomas de debilidad y crisis de sacerdotes. Somos conscientes de que `llevamos este tesoro en vasos de barro´ (2 Cor. 4,7)…, sabemos muy bien que es precisamente un `tesoro´??.
– Los curas católicos casados (orientales, anglicanos…) no pueden aceptar que su estado se basa en ?criterios extraños al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia; cuya exactitud y base ?antropológica?? se revela muy dudosas y de valor relativo??. Nadie objeta el celibato opcional, sino la ley del celibato sacerdotal: el que vincula por ley celibato y ministerio sacerdotal.
– Los papas siguen creyéndose la Iglesia. En la primitiva Iglesia este tema no se planteó. Cuando se plantea ya el Pueblo cuenta poco. Los papas deciden conforme a sus ideas de sexualidad y según los intereses de la institución. Tras el Vaticano II, disuena la afirmación papal de que la Iglesia latina ?ha querido y sigue queriendo que abracen esta renuncia… todos los que reciben el sacramento del Orden??. ?El Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19, 11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3, 2-5;Tit 1, 5-6)?? (Sacerd. Caelib. n. 5).
– El ?tesoro?? del que habla Pablo (2Cor 4,7), es el ministerio, no el celibato.