José María Tojeira: ?El asesinato de Ellacuría me hizo más radical y más combativo??

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Xornal

José María Tojeira (Vigo, 1947) lleva cuarenta años viviendo en El Salvador. Conoce la realidad del país centroamericano desde la perspectiva de los más pobres. Este religioso era compañero y amigo del jesuita Ignacio Ellacuría, quien fue asesinado por tropas paramilitares hace 20 años en El Salvador. ?Yo vivía a cuarenta metros de donde los mataron??, confiesa este vigués que, tras el crimen, estuvo al frente de la campaña legal para condenar a los culpables del asesinato de Ellacuría y otras siete personas, cinco de ellos también jesuitas, en la propia residencia de la Universidad. Tojeira es considerado el continuador del trabajo realizado por Ellacuría en El Salvador, es rector de la Universidad Centroamericana y una de las voces más representativas de la Teología de la Liberación.

¿En qué ha cambiado El Salvador desde aquellos crímenes de 1989?

El Salvador, principalmente, cambió con la firma de la paz. Esto trajo una mejora de los derechos políticos y civiles: elecciones más limpias, derechos humanos, un fortalecimiento de las instituciones ?aunque no demasiado fuerte? y mayor libertad de expresión. Pero no hubo mejoría en los derechos económicos. Sigue habiendo la misma pobreza extrema que entonces. Falta seguridad social y el conjunto de las redes de protección social es muy débil. Como gran cambio, ahora que los derechos políticos son más firmes pero los económicos y sociales no, las reivindicaciones se manifiestan de una forma primitiva, como es la delincuencia.

¿Cómo recuerda a Ellacuría?

Era una persona con una visión extraordinaria que captaba perfectamente todo lo que le rodeaba. Ellacuría era un intelectual como pocos, pero contaba además con una capacidad práctica envidiable y unas grandes dotes para el diálogo. Su fuerza y su potencia política eran esenciales. Su capacidades eran extraordinarias.

¿De qué manera influyó en su forma de actuar el asesinato de Ellacuría?

De alguna manera ya había tomado una opción en mi vida a favor de los más débiles desde el ámbito religioso, pero también en el social. El asesinato me impactó fuertemente, yo vivía a cuarenta metros. Fue una manera de ver muy cerca la injusticia y la brutalidad. Y el riesgo que supone estar luchando junto con los más pobres y participar en sus reivindicaciones. Me marcó de una manera que hizo que me volviera más radical frente a las injusticias, me volvió más combativo y aumentó mi responsabilidad pública.

Su relevancia pública estuvo siempre muy definida por la Teología de la Liberación. Esa forma de entender la fe ha desaparecido en las últimas décadas?

La Teología de la Liberación, en lo que respeta a producción de libro y de literatura, ha descendido. Tuvo en tiempos una especie de boom con mucha publicación, pero en ese sentido ha descendido notablemente. Pero no podemos olvidar que incidió en el modo de vivir y en la fe de la población latinoamericana. Llevo 40 años en Centroamérica y en 1969 no había ni un solo campesino que hablase sobre Derechos Humanos. Ahora toda aldea tiene una comisión dedicada a ello. Todo esto se debe, en buena parte, a ese pensamiento que exige que la gente reflexione sobre su realidad y busque su liberación. Ha descendido, pero la Teología se ha encarnado en la conciencia religiosa en Latinoamericana. Sigue presente, pero brotará una nueva Teología de la Liberación porque es la gente quien la ha incorporado a su pensamiento, y lo ha hecho de forma muy masiva. Habrá una nueva, una continuadora de la anterior, pero diferente.

¿La sombra de Estados Unidos sigue siendo alargada en Latinoamérica?

En los últimos años, ha habido un proceso de búsqueda de independencia en Latinoamérica. Tenemos los casos de Brasil, Argentina o Bolivia. Estas naciones ahora plantan cara cuando antes los mandatos de Washington eran imprescindibles. Se dio un movimiento muy diverso que busca que cada país tenga su propia política. Su evolución va a ser duradera. Ahora, Latinoamérica quiere políticas propias, desarrollos ideológicos propios y que sus asuntos estén en manos conocidas, no en manos ajenas venidas de fuera. ?se es el cambio que ha habido en los últimos años y veremos cómo va a ser en el futuro, porque Estados Unidos ya no es lo que era para estos países, aunque sigue habiendo una clara dependencia.

¿Y la sombra de España?

España es un país que ha tenido un crecimiento increíble en los últimos vinte años. Hay empresas enormes de varios sectores con una gran presencia en todos los países de América del Sur y de Centroamérica. El capital español ahora mismo es el segundo en estos estados, solo por detrás de Estados Unidos. Sin embargo, yo noto que tiene una doble moral, una política ambigua y extraña. Por un lado, quiere apoyar los derechos humanos y todas las iniciativas que van por ese camino. Sin embargo, por el otro no quieren molestar a los gobiernos de turno, no vaya a ser que les toquen las inversiones españolas que hay. Para mí, eso es una política demasiado ambigua.