«A Pedro Casaldáliga no le impone la muerte. Su casa siempre está abierta»
«Pedro no quería que su pueblo sintiera que él huía»
Hace unas semanas el obispo Pedro Casaldáliga tuvo que salir de San Félix de Araguaia por una serie de amenazas. «Él no quería que su pueblo sintiera que huía», cuenta Mari Pepa Raba quien, al igual que su marido, José María Concepción, vive desde hace muchos años muy de cerca de Casaldáliga. Ambos, hoy, nos introducen en el interior de esta historia.
Afortunadamente, hoy Pedro vuelve a estar en su casa, en su diócesis y con su gente, en el «sencillo palacio episcopal» que nos describe Mari Pepa: «Una casa humilde con ventanas de madera y mosquiteras».
Ambos nos hablan de la causa indígena por la que, según reconoce José María, «el Gobierno brasileño (también) ha tomado una decisión política clara», y confiesan que a Pedro Casaldáliga «no le impone la muerte».
¿Cómo se encuentra en estos momentos Pedro Casaldáliga?
J- Él retornó a Sao Félix el día 29 de diciembre, feliz de volver a su casa, que había dejado el día 7. La situación se ha ido regularizando.
Él nunca quiso salir de Sao Félix, ni siquiera cuando llegó su jubilación. Para él es muy importante. Tiene elegido, incluso, el lugar del cementerio donde quiere ser enterrado.
¿Qué pasó entonces para que tuviera que salir de allí?
J- La causa fundamental fueron dos amenazas concretas, de las cuales la más decisiva tuvo lugar el día 5 de diciembre. La causa es la causa indígena. El retorno de los xavantes a su tierra de origen, que es un proceso que ha ido dilatándose. El Tribunal Supremo finalmente reconoció el área indígena que le corresponde a este pueblo xavante, y pidió la desocupación de los invasores. El Gobierno brasileño decidió cumplir la sentencia del Tribunal Supremo, y se comunicó persona por persona, latifundio por latifundio, que tenían que salir. Los latifundistas (entre los cuales hay políticos, alcaldes, jueces…) llegan a tener latifundios de 9 mil hectáreas. En manos de una sola familia.
¿O sea que se les están devolviendo las tierras a los xavantes?
J- Sí, aún no se ha ejecutado la vuelta, pero está comenzando el proceso. La expulsión de los xavantes tuvo lugar en la década de los 60, antes de la dictadura. Los gobierno brasileños decidieron llevar a cabo una especie de expansión económica a través de la colonización y el desarrollo del Amazonas. Entonces, empezaron a crear programas subvencionados para las grandes empresas que quisieran invertir allí. Había bancos brasileños, multinacionales, fabricantes de coches… Ante una reducción de los impuestos a pagar y otra serie de beneficios y subsidios, todas las empresas aceptaron, y llegaron a una zona donde estaba la tribu indígena xavante. Comenzaron a explotar esa región, creando un latifundio de casi un millón de hectáreas. Un territorio superior a la provincia de Madrid.
A los indios xavantes les obligaron a trabajar como esclavos, y cuando ya no les servían, les expulsaron. El propio ejército brasileño colocó un avión para trasladar a toda la población xavante a una especie de reserva de los salesianos, que han trabajado mucho con la etnia xavante.
Así se inició la deforestación, el aprovechamiento de la tierra con ganado, etc., de la Amazonía brasileña.
En la I Conferencia del Clima del año 92, que se celebró en Río de Janeiro, el gobierno italiano, que participaba en ese explotación a través de una empresa, tuvo el gesto de devolver 160 mil hectáreas al gobierno brasileño, para que los xavantes pudieran regresar.
Cuando los políticos y los latifundistas brasileños se enteraron de la noticia, fueron primero e invadieron la tierra. Siempre utilizan el truco de quedarse ellos la mayor parte posible, pero también incentivar que haya campesinos humildes, para ponerles de excusa en el momento en que volvieran a intentar expulsarles. Es más fácil comprar a los campesinos. Incluso de esta estrategia, y de la invasión que comenzó en el 92, hay muchos documentos.
Una vez recibió las tierras el Gobierno brasileño, comenzó un proceso de homologación y demarcación. Se hicieron trabajos antropológicos para decidir si, efectivamente, ahí habían vivido los xavantes, se hicieron excavaciones en los cementerios… etc. Y en el año 98 el presidente Cardoso firmó el decreto que dice que esas 165 mil hectáreas pasaban a ser de uso y disfrute de los xavantes.
Pero los invasores desplegaron sus propios recursos, hasta que este octubre el Tribunal Supremo decidió desestimar todos sus recursos y apelaciones, para que se iniciara efectivamente la devolución. Entonces todos los organismos propios (como la Fundación Nacional de Ayuda al Indio y el Instituto Gubernamental para la Reforma Agraria) comenzaron a trabajar en el plan, y los latifundistas culparon de aquello a Pedro Casaldáliga. Alguien tenía que ser el chivo expiatorio, y a Pedro se le conoce por haber defendido siempre a los indios. «El obispo rojo» le llaman.
¿La vida de Casaldáliga ha corrido peligro real?
M- Después de la primera amenaza un delegado de gobierno y la policía federal vinieron a hablar con Pedro. La situación estaba ya muy inflamada, y el ejército estaba alertado. Allí en el pueblo todo el mundo sabe que las cosas se arreglan con una «visitinha» al obispo. Eso significa que llegan a tu casa con una pistola y te disparan.
Pedro está tranquilo, porque el tema de la muerte no le impone para nada, pero la policía y el gobierno le insistieron en la gravedad de la situación. Le dijeron que tenía que tener un mínimo de cuidado, las puertas cerradas… porque la casa de Pedro siempre está abierta. Es un palacio episcopal muy sencillo: una casa humilde con ventanas de madera y mosquiteras. Su habitación ni siquiera tiene puerta, sólo una cortina. Y la policía le dijo que no puede confiar tanto. Pero él dice que la Providencia siempre está con él, y quería esperar. Parecía más consciente del riesgo que nosotros podíamos correr que del suyo propio.
Se resistió a salir porque él nunca ha huido ante otras amenazas. En 2004 hubo un matón que le seguía en su paseo de todas las mañanas, y Pedro no le daba importancia. Nosotros también estábamos relativamente tranquilos, porque él inspira mucha tranquilidad. Lo que creo es que él no quería que su pueblo sintiera que él huía, y además la policía decía que estos elementos amenazaban a toda la prelacía (la diócesis), es decir, a toda la gente que trabajamos en la prelatura.
Pedro tiene ya las limitaciones de cualquier persona mayor, para la que moverse de su lugar y hacer un viaje largo supone muchísimos. Yo personalmente prefería tener escolta en la casa a que Pedro tuviera que irse. Pero también es verdad que a Pedro no se le ve como a un anciano. Es un monstruo, a pesar de lo chiquitillo que es. La sencillez con la que reflexiona, la libertad con la que cuenta los chistes, y su fe, que mueve montañas, son enormes.
¿Finalmente fue decisión suya marcharse?
J- Se reunió con la gente de la casa, con el abogado, con el actual obispo y algunos agentes pastorales, y después de la oración nos dijo que lo había pensado por la noche, y que estaba dispuesto a salir. Alquilamos un avión pequeñito, de sólo dos plazas, y yo salí con él. Primero fuimos a Goiás, porque Pedro quería asistir a un homenaje que se le hacía a dom Tomás Balduino, que fue obispo de Sao Féliz de Araguaia antes que Pedro, y que tiene 90 impresionantes años. Fue un encuentro muy bonito, en el aeropuerto desértico, y luego Pedro pudo participar con Tomás en una reunión con amigos del monasterio. El homenaje también fue precioso, porque los dos han sido dos grandes obispos de Brasil, fundadores del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) -ambos, organismos que pertenecen a la Conferencia Episcopal Brasileña-.
Al día siguiente asistimos a una misa en un monasterio benedictino donde reside el actual obispo de Goiás, y tras la celebración el pueblo pidió que Pedro hablara. Yo me quedé impresionado de cómo es capaz todavía, a pesar del parkinson, de sujetar el micrófono para hablar de la esperanza con una lucidez sorprendente. A mí, que le conozco tanto, aún me sorprende con nuevas argumentaciones.
¿Cómo está de salud?
J- Es verdad que se cansa mucho. Hay que recordar que tiene 84 años. Pero siempre está pendiente de su medicación.
¿Seguiréis manteniendo en secreto el lugar donde habéis estado estos días?
J- Sí, por si necesitáramos volver, para que siga siendo un lugar reservado. Sólo puedo decir que era la casa de unos amigos.
Como matrimonio que sois, ¿cómo habéis vivido una situación así, de peligro objetivo?
M- Las cosas se toman como llegan. Es cierto que venían a la casa a decirnos que no saliéramos, que estaban amenazando a los agentes de pastoral, decían que sabían que había españoles… Pero tampoco pensábamos en esa amenaza. Lo que más respeto nos daba es que había mucho movimiento de policía y de ejército por el pueblo, y la mente te juega malas pasadas. El domingo en la eucaristía nos dimos cuenta de que la gente se sentía sola sin Pedro. Se notaba su ausencia. El pueblo estaba triste, preguntaban por él, que si iba a volver…
¿Cómo fueron los días en la clandestinidad? ¿Sentía Pedro desazón por haberse alejado de los suyos?
J- Como teníamos acceso a Internet, continuamos con nuestro ritmo de trabajo. El lugar era también muy agradable, en la naturaleza, aunque no podíamos salir a caminar como en casa. Por parte de Brasilia nos enterábamos de cómo estaba la situación, nos iban informando de lo que no decía la prensa local brasileña, que es muy tendenciosa. No teníamos visitas, pero podíamos leer y comunicarnos vía Internet.
¿Por qué ha sido posible que Pedro regrese a casa?
J- Nosotros teníamos la idea de que a final de año pudiera regresar, y Brasilia confirmó la fecha del 29. Hay que reconocer que el Gobierno brasileño ha tomado una decisión política clara a favor de los indios y a favor de la justicia, enfrentándose a muchísimos políticos. Pedro sigue siendo crítico con el gobierno de Dilma Rousseff por otros motivos, porque son muchos los temas pendientes, incluso dentro de la causa indígena (además de los xavantes, los guaraníes, el Mato Grosso del sur…). Pedro es muy crítico siempre con los mega proyectos y el agronegocio. Dilma es la creadora del Programa Acelerado de Crecimiento (PAC).
Es una economista desarrollista. Por otro lado, el primer objetivo que se marcó fue la erradicación de la miseria, y es cierto que está trabajando por ese fin, pero forzando el crecimiento. Y eso a Pedro no le gusta, porque muchas veces el crecimiento acelerado es invasor. El agro-business está convirtiendo a Brasil en uno de los primeros suministradores de materias primas del mundo, es cierto; pero el monocultivo de la soja, por ejemplo, no deja lugar para el pequeño campesino, ni para la cultura familiar de nuestra región. Ya prácticamente todo es soja.
Pero en el caso de los indios de la región donde vive Pedro, el gobierno de Brasil se enfrentó al gobernador de Mato Grosso, a la mayoría de políticos y diputados que estaban en contra de la desocupación de tierras, y se mantuvo firme.
¿Se ha echado de menos, por parte del Vaticano o de la Conferencia Episcopal Española, algún tipo de pronunciamiento por un obispo de la Iglesia Católica que ha sido amenazado de muerte y que ha tenido que abandonar su hogar?
J- Pedro no ha manifestado nada parecido. La Conferencia Episcopal Brasileña sí se pronunció a favor de Pedro, con una nota de apoyo explícito, y el que es su actual secretario visitó en varias ocasiones Sao Félix de Araguaia e hizo una apuesta por la aldea.
No sé cómo le habrá sentado a Pedro el silencio de la Conferencia Episcopal Española, porque nunca hace comentarios de lo que otras personas podrían hacer y no hacen, etc. No hace comentarios de ese tipo. Él no quiere ninguna importancia para sí mismo. Siempre dice que lo importante no es él, sino sus causas.
¿Cuáles son las grandes causas de Pedro Casaldáliga?
J- La tierra, y la causa indígena. Ahora está muy preocupado, en relación a la primera, por este avance desarrollista que va quitando espacio a lo más humano. Y la segunda se remonta al año 68, cuando Pedro llegó a Brasil y se encontró en su diócesis con tres etnias: los indios tapirapé, los karajá y los xavantes, que ya habían sido expulsados. Con la tribu tapirapé estaban las hermanitas de Jesús que habían venido de Argelia. Para entender el origen de la causa de Pedro hay que remontarse a la espiritualidad de Carlos de Foucauld, cuyo lema era «gritar el Evangelio con tu vida».
Y para eso es fundamental encarnarse en el pueblo. Por eso las Hermanitas de Jesús «se hicieron tapirapés». Eso es evangelizar. Y de ahí surgió el CIMI que fundó Pedro, la evangelización a los indígenas sin retirarles de sus aldeas para llevarles a colegios ni nada de eso. Pedro se dio cuenta de que lo único que había que hacer era dignificar a la persona, y eso consiste en demostrarla que tiene cualidades. Hacerse tapirapé. Por eso el CIMI luchó desde el principio por la defensa de la cultura indígena, de sus mitos, su ámbito, su forma de vivir. Y pronto generó un movimiento social en todo Brasil, que aún estaba en época de dictadura.
Cuando llegó el periodo constituyente, en 1988, la Constitución le otorgó a los indios una serie de derechos que no hubieran sido posibles sin ese movimiento social. La élite agraria de Brasil quiere reformarla a día de hoy, de hecho, retirarles estos derechos que fueron conquistados por el CIMI.
Pedro supo luchar por esta causa y comunicarla, porque él es un gran comunicador.
¿Cómo conocisteis vosotros a Pedro?
M- Nosotros llegamos, la primera vez de turistas, a un pueblecito muy pobre que se llama Santa Teresinha. Empezamos a colaborar en los proyectos, cerca de la aldea tapirapé. Un año nos pidieron unos paneles solares, y a través de Ingenieros sin Fronteras y moviéndonos mucho, los conseguimos y los llevamos para allá. Al llegar a Sao Félix yo hice un comentario sobre lo pesado que había sido el viaje cargando los paneles, y Pedro me dijo: «Los del Primer Mundo, si no trabajáis la solidaridad, no os vais a salvar, pese lo que os pese».
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