Aún no ha tomado posesión de su diócesis de San Sebastián y ya ha aparecido la primera víctima del caso Munilla. José Arregui, el teólogo franciscanos que se atrevió a denunciar la desafección del nuevo obispo hacia su diócesis mientras fue cura en Zumárraga, tiene que callarse. Le imponen un silencio de más de 9 meses. Como cuenta hoy en su artículo de despedida en RD. Un silencio que acepta como buen franciscano, aunque con dolor.
¿Quién le ha impuesto tal castigo y por qué? ¿Por decir públicamente que el nuevo obispo tenía una carpeta en su ordenador llamada «mafia» con una lista negra de curas guipuzcoanos? ¿Por atreverser a dar la cara y decir en público lo que todo el clero vasco sabía y decía en privado?
¿Quién tiene tanto poder como para imponer a los franciscanos que silencien a uno de los suyos? ¿La Curia romana, el cardenal Rouco?
Esperamos, poco a poco, ir desvelando estos y otros interrogantes de la primera víctima de la época Munilla.
Es probable (eso quiero creer) que Munilla ni se haya enterado del tema, que pudo haberse fraguado a sus espaldas en las más altas esferas. Si no fuese así, mal empieza, antes de empezar. Y si fuese asi, su primer gesto creíble de reconciliación sería llamar a Aguirre, hablar con él y conseguir que se le levante el castigo del silencio impuesto. Será la primera piedra de toque del nuevo obispo. Un gesto que puede valer más que mil palabras y que (por acción y omisión) puede marcar, de entrada, su pontificado. Monseñor Munilla deberia rehabilitar a José Arregui. ¿Lo hará?