Bogotá 19-21 octubre 2011
En primer lugar, quiero saludar a cada uno y cada una de ustedes. Igualmente agradecer al equipo organizador que me ha invitado a participar en estas Jornadas Teológicas Andinas, para mí es un regalo y una alegría, es también un desafío por la tarea que me encomiendan. El balance de esta experiencia histórica es tarea de largo plazo, permítanme compartir con ustedes, en el tiempo que dispongo, algunos puntos que considero relevantes.
La teología latinoamericana es fruto, en parte, del aliento que insufló el Concilio Vaticano II en la vida de la Iglesia. Para seguir el impulso de ese aliento, acerquémonos a «re-visitar» el proceso histórico de la Iglesia latinoamericana, desde Medellín hasta nuestros días, prestando atención a las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. De cada una de ellas, más que un discurso, nos llega el pulso de la vida de esta comunidad creyente inserta en la realidad del continente latinoamericano y caribeño.
Un evidente signo del Espíritu
Reflexionar sobre el impacto de la teología latinoamericana pone delante de los ojos la imagen de una fuerza en movimiento. En este caso, un lenguaje sobre Dios que lleva en él la fuerza de un mensaje de vida y liberación, mensaje que surge de la entraña misma de la fe de los pueblos latinoamericanos. Es decir, las palabras que se van articulando en el discurso de la teología latinoamericana germinan en un silencio vivido. Se originan en experiencia de mujeres y hombres que tras los pasos y las enseñanzas de Jesús, desde múltiples comunidades cristianas, van abriendo un camino de espiritualidad, su camino de encuentro con Dios Padre y Madre y con sus hermanos y hermanas. La fuerza y el movimiento que percibimos en las palabras, viene del gesto profético, del testimonio de tantas personas que comparten y comunican la vida nueva de Cristo en nuestros pueblos.
Esta experiencia es la que los obispos latinoamericanos, en Medellín, reconocen en ?el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente llena de anhelos de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva?? . Nueva época histórica que desafía al cambio, a la creatividad y ante la cual la Iglesia se compromete porque descubre en ella ?un evidente signo del Espíritu que conduce la historia?? .
——————
Tomo la expresión de Don DemetrioValentini, Obispo de Jales ? Brasil, que ayer, en la conferencia inaugural de este evento, CONCILIO VATICANO II: Esperanzas, Interrogantes, Desafíos, nos invitó a ?re-visitar el Concilio Vaticano??. Una manera de redescubrir el sentido de este acontecimiento para la vida de la Iglesia universal y su alcance como mensaje para la sociedad.
Documento de Medellín (DM) – Introducción 4
Idem
——————
En el camino recorrido se fue modulando un método que guía los pasos de la comunidad creyente latinoamericana: Ver Juzgar y Actuar, decididamente reafirmado en Aparecida, como una lectura creyente de la realidad. Perspectiva creyente que busca ver la realidad y desentrañar la experiencia de vida de cada uno de los pueblos latinoamericanos. Descubrir los «signos de los tiempos» escuchando en ellos la palabra de Dios que interpela. Con los ojos de la fe y la razón, juzgar las acciones humanas y actuar para construir relaciones justas y fraternas. En el documento final de Aparecida los Obispos señalan:
?Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad, la asunción de criterios que provienen de la fe y la razón para un discernimiento y valoración del sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesús??. (DA 19)
Más profundamente, se tuvo la experiencia de que el camino de seguimiento de Jesús es, fundamentalmente, para esta comunidad creyente, una manera de vivir, es su espiritualidad.
Para esta teología, como lo explicitó Jon Sobrino desde el principio, ?el método, como camino del conocimiento, coincide con el camino real de la fe, un camino antes vivido que pensado?? . En palabras del teólogo Gustavo Gutiérrez: ?Nuestro método es Nuestra espiritualidad??, título del prólogo en Beber de su propio pozo, donde más adelante añade: ?la espiritualidad es el eje vertebrador del discurso sobre la fe, le da su significación más profunda y su alcance más interpelante. Por eso la espiritualidad ocupa un lugar primero en la teología de la liberación?? . Pienso que el «lugar primero» que ocupa la espiritualidad, es la razón por la cual la Teología Latinoamericana fue rápidamente reconocida con el nombre de Teología de la liberación.
Una corriente de agua viva que impregna la tierra y permite que la semilla germine.
El impacto primero y mayor de la teología latinoamericana se da en la propia comunidad eclesial.
La irrupción de los pobres, un signo de los tiempos.
A lo largo y ancho del continente, en las Comunidades Cristianas de Base, aprendimos a mirar la realidad con los ojos de la fe y la razón y a ver el palpitar de la vida en medio de ella. Pudimos percibir como un hecho mayor de nuestra historia: ?la irrupción de los pobres??. Los insignificantes para la sociedad, se hacen presentes en la escena política, económica, cultural, religiosa, como no lo habían hecho antes en la historia del continente, para defender y reclamar por sus derechos como personas y su presencia activa en la sociedad.
————————
Jon Sobrino, hablando de la Teología de la liberación, citado por Guillermo Mújica en Una carta de amor que enamora. Novedad y actualidad de un discurso teológico. Revista Páginas 223, Lima: CEP, 2011, p 8.
Gustavo Gutiérrez. Beber de su propio pozo, en el Prólogo. Lima: CEP ?IBC, 2004. pp IyII
——————-
En América Latina, la irrupción de los pobres no es un dato del pasado. Los pobres siguen llegando a la escena histórica, no sólo con su pobreza -carencias, sufrimientos, frustraciones- sino también con sus capacidades, la demanda de sus derechos fundamentales, sus proyectos, anhelos y posibilidades de desarrollo integral. Llegan también con su fe. Fe que desde el comienzo alimenta y acompaña este proceso. La mayor novedad está hoy en que sus voces se multiplican, se desarrolla en ellos y ellas su condición de agentes y crece su conciencia de hacer suya la historia.
En esta experiencia de conquista de vida y liberación los hombres y mujeres pobres han ido redescubriendo su fe en Dios como un pozo de agua fresca que sacia su sed de esperanza y da fuerza a su compromiso para acabar con la pobreza, y con todo aquello que intenta legitimar la subordinación y exclusión. Crece en ellos y ellas la conciencia de su valor como personas, y se les revela el sentido de sus vidas que abre inéditos caminos a recorrer.
Ver la realidad con ojos de evangelio llevó a la Iglesia Latinoamericana a ?no quedarse indiferente ante las tremendas injusticias sociales (??) que mantienen a la mayoría de los pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria?? . El impulso de Medellín se fue haciendo, desde la vida cotidiana, gesto concreto y solidario y permitió descubrir en los rostros de los pobres los rasgos sufrientes de Cristo que nos cuestiona e interpela, como bien lo reafirmó Puebla.
?La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rostros sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela.?? (DP 31)
Certeza de fe que se acrecienta y profundiza a lo largo de estas décadas . Fiel a las enseñanzas de Jesús, pegándose a ellos y ellas, la Iglesia les dio testimonio del amor preferencial que Dios tiene por los pobres.
Opción preferencial por los pobres.
Desde esta experiencia de fe, la Iglesia Latinoamericana hizo una irrevocable, clara y profética Opción preferencial por los pobres , y con ella fue descubriendo, en su experiencia histórica, la relación entre las profundas raíces evangélicas de esta opción y la densidad compleja y rica del momento histórico que vive nuestro continente, abriéndose a los desafíos que la novedad y las urgencias de este tiempo le plantea.
?Volvemos a tomar, con renovada esperanza en la fuerza vivificante del Espíritu, la posición de la II Conferencia General que hizo una clara y profética opción preferencial y solidaria por los pobres, no obstante las desviaciones e interpretaciones con que algunos desvirtuaron el Espíritu de Medellín, el desconocimiento y aún la hostilidad de otros (Cfr. Juan Pablo II, Discurso inaugural: Introducción. AAS LXXI, p. 187). Afirmamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral.?? (DP 1134)
Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación ?sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad??. Entendemos además que la verdadera promoción humana
——————
DM Pobreza, 1.
Cf. DSD 178, DA 31.
Cf. DM Pobreza, 5, 6, 7 y DP 1134, DSD 180 y DA 399.
——————-
no puede reducirse a aspectos particulares: ?Debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre??, (??). (DA.399)
La hondura evangélica de esta opción ha enriquecido la pastoral, la espiritualidad y la reflexión teología latinoamericana, y más significativo aún, forma parte del rostro e identidad de la Iglesia Latinoamericana, como lo afirma la Iglesia en Aparecida.
?La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña.?? (DA 391)
Esta opción ha sido proclamada como firme e irrevocable, por el Magisterio universal y asumida por la Iglesia toda, porque, como afirmó Benedicto XVI en Aparecida: ?la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica?? .
Teología de la liberación, hablar sobre Dios desde el sufrimiento
Estrechamente ligada a la experiencia medular en la fe latinoamericana, y la profunda raigambre bíblica de su Opción preferencial por los pobres, el impacto de la Teología de la liberación , que surge en América latina, se extiende a la Iglesia universal. Igualmente, entabla un diálogo con la sociedad haciendo de la aspiración a la liberación ?un nuevo modo de afrontar los problemas de la miseria y el subdesarrollo?? (SRS. 46) y de anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios.
?Los pueblos y los individuos aspiran a su liberación: la búsqueda del pleno desarrollo es el signo de su deseo de superar los múltiples obstáculos que les impiden gozar de una «vida más humana».
Recientemente (??) en algunas áreas de la Iglesia católica en América Latina, se ha difundido un nuevo modo de afrontar los problemas de la miseria y el subdesarrollo, que hace de la liberación su categoría fundamental y su primer principio de acción. (??).
Conviene añadir que la aspiración a la liberación de toda forma de esclavitud, relativa al hombre y la sociedad, es algo noble y válido. A esto mira propiamente el desarrollo y la liberación, dada la íntima conexión existente entre estas realidades. (??) el proceso del desarrollo y de la liberación se concreta en el ejercicio de la solidaridad, es decir, del amor y servicio al prójimo, particularmente a los más pobres?? (Sollicitudo rei socialis 46)
Esta vasta experiencia de fe se va convirtiendo en un campo fructífero de reflexión teológica, como señala Gustavo Gutiérrez.
?El paso del tiempo está haciendo que lo esencial se vea más claro y que lo accesorio pierda la relevancia que pareció tener en un momento dado. Un proceso de maduración está en curso. Pero en el itinerario de la teología de la liberación en estos años no sólo hay un factor temporal, hay igualmente una ampliación de espacio. De diversos lados han surgido -en las diferentes confesiones cristianas- reflexiones que, desde sus respectivas tradiciones, han tomado la óptica liberadora inspirada en el mensaje del Reino de Dios. Más que de influencias teológicas (en algunos casos claramente inexistentes al inicio) se trata del impulso que provoca
—————-
Cf: JP II Discurso inaugural Santo Domingo, 16. TMA, 51
Benedicto XVI. Discurso inaugural en Aparecida n° 3
Gustavo Gutiérrez, hace un fundamental y sugerente acercamiento teológico al concepto de liberación en que se plantea la unidad y estrecha relación entre tres dimensiones: liberación social, liberación interior y liberación del pecado (pecado como ruptura de relación con Dios y con el prójimo). Cf: Teología de la liberación. Lima: CEP 1971. pp. 58-59. Igualmente, el tema se trabaja en el Documento de Puebla 321 -329.
———————–
simultáneamente una realidad básica de opresión y marginación que la conciencia cristiana rechaza y frente a la cual propone la totalidad y radicalidad del Evangelio.??
Entre las múltiples voces de los pobres que se hacen escuchar, muchos de ellos han encontrado en la Teología de la liberación el punto de partida y el estímulo para reflexionar su fe y dar testimonio de ella, la teología feminista, la teología negra, las teologías indias y tantas otras. De igual manera, acercando espacios geográficos, el discurso teológico se enriquece en el diálogo de experiencias que vienen de diversos horizontes .
Tiempo de luces y sombras
Vivimos en este continente un tiempo de luces en el que, con un potente dinamismo, se dejan sentir las huellas de la presencia de Dios en la historia. Así como sombras en las que no podemos dejar de ver el misterio de pecado que las engendra.
La vida de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña, en las últimas décadas ha avanzado en la perspectiva de una opción por la vida que señala el camino histórico para encontrar a Jesucristo. Experiencia espiritual de muchos hombres y mujeres en nuestro continente, rubricada con la entrega cotidiana y total de sus vidas al servicio de la liberación de los débiles, necesitados, insignificantes. No ha estado ausente la muerte martirial, en el testimonio de los que buscan el Reino de Dios y su justicia.
Junto a la opción preferencial por los pobres de sectores importantes de la Iglesia, no faltan, tanto interpretaciones que reducen o desvirtúan su espíritu evangélico, como actitudes de ?hostilidad?? y rechazo a esta opción evangélica.
Señalar el camino no significa haber terminado de caminar. Hay todavía mucho por andar en esta terca y persistente proclamación de la Vida desde la defensa de los insignificantes.
Una fuerza de vida y liberación que, desde el fondo de la realidad, abre un horizonte de futuro y toca con urgencia las puertas del presente.
Aparecida es un nuevo hito importante en la vida de la Iglesia Latinoamericana, punto de llegada después de un largo recorrido de compromiso en la defensa de los derechos y la vida de los pobres del continente y a la vez punto de partida en el que se abren viejos y nuevos desafíos a la tarea de anunciar el Evangelio.
———————-
Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación. Prólogo: ?Mirar lejos?? Lima: CEP, 1996, p. 12
Entre muchas otras publicaciones, en el Perú encontramos: Libertad y Esperanza, a Gustavo Gutiérrez por sus 80 años. Coord: C. de Prado y P. Hughes. Lima: Instituto Bartolomé de las Casas ? CEP, 2008. Autores y autoras escriben desde diferentes horizontes geográficos, múltiples tradiciones culturales, diversas confesiones religiosas. Con ellos y ellas, se ha buscado ?compartir, en un cruce de miradas, su reflexión sobre el sentido y la vigencia que esta perspectiva espiritual continúa teniendo para animar hoy nuevas opciones pastorales y nuevas reflexiones teologales?? Presentación, p 11. En el año 2010, a los 40 años de la primera edición de Teología de la Liberación, se publicó: Entre la tormenta y la brisa. Edit. C. Romero y L. Peirano, Lima: PUCP ?IBC ? CEP, 2010. Un interesante y actual diálogo entre Filosofía, Arte y Ciencias Humanas y Sociales con la obra de Gustavo Gutiérrez. Entre 1989 y 1991 (CEP – IBC) se publicó, en tres volúmenes, Teología y Liberación. Ensayos en torno a la obra de Gustavo Gutiérrez.
—————–
Para profundizar estos desafíos, voy a tomar el párrafo 27 del documento de Aparecida (DA) porque en él se encuentra: sentido, fundamento e impacto de la auto-representación que la Iglesia latinoamericana y caribeña asume para si misma, y que la identifica como Iglesia Samaritana.
?Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia Samaritana (cf. Lc 10, 25-37), recordando que ?la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana.?? (DA 27)
El conjunto de la frase se orienta a la peculiar manera de representarse como ?Iglesia Samaritana??. Acerquémonos a la primera parte:
?Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia Samaritana (cf. Lc 10, 25-37)??
Desde el punto de vista de la narración, se subraya la condición de agentes que tienen el sufrimiento, la injusticia y la cruz, ellos nos interpelan. Desde el seno mismo de la realidad social surge una señal que la comunidad cristiana no puede dejar de oír o ver.
No es algo nuevo en la vida de la Iglesia. En Medellín , la Iglesia percibe un ?sordo clamor?? que ?brota de millones de hombres?? y lo escucha como ?grito que sube desde su sufrimiento??. Una década más tarde, en Puebla reconoce que es el ?Grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblo??, un grito que escuchan ?claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante?? . A renglón seguido se señala como esta situación de injusticia lleva a la Iglesia a ?reflexionar s obre el gran desafío que tiene nuestra pastoral [??] Las profundas diferencias sociales, la extrema pobreza y la violación de derechos humanos que se dan en muchas partes son retos a la Evangelización.?? (DP 90)
Retomando el inicio del texto que nos ocupa, Iluminados por Cristo, podemos decir que esta expresión trae con ella algunos implícitos que toca descubrir entre líneas y que es importante tener en cuenta.
Por un lado, la acción de iluminación que despeja las tinieblas lleva a preguntarnos: ¿Qué oscuridad impide ver el sufrimiento y la injusticia? ¿Qué autoridad logra acallar los gritos que demandan ?justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblos??? ¿Qué redes de poder encubren esa realidad social y la invisibilizan? ¿Qué discursos enmascaran de legalidad esas condiciones inhumanas e injustas? Preguntas que plantean desafíos urgentes tanto a nivel del análisis y conocimiento de la realidad social, campo donde se encuentran ya algunas pistas de respuestas, como a nivel de la exigencia ética donde, cada vez, es apremiante la urgencia de una respuesta comprometida y eficaz.
A lo largo del discurso de la Iglesia, en las últimas décadas, no faltan palabras para señalar intereses, decisiones y responsabilidades que están detrás de instituciones y estructuras sociales que perpetúan las distintas formas de producir sufrimiento e injusticia (pobreza, desigualdad, violencia, marginación, exclusión, etc). Aún más, en el
—————-
Cf. DM 14.2
Cf. DP 87-
—————–
documento de Puebla, mirando su propia historia, la Iglesia Latinoamericana reconocía que ?su labor evangelizadora tuvo que soportar el peso de desfallecimientos, alianzas con los poderes terrenos, incompleta visión pastoral y la fuerza destructora del pecado??. A partir de lo cual abre un desafío para el futuro: ?Esto será para nosotros, un desafío a fin de que (??) seamos capaces de responder, con fidelidad creadora, a los retos de nuestro tiempo latinoamericano?? (DP 10). Desafío y compromiso que hoy no podemos dejar de tener en cuenta.
Por otro lado, la fuente de luz es Cristo resucitado. No hay que perder de vista que el resucitado es el crucificado. En la tradición cristiana, la cruz es signo de sufrimiento y muerte injusta que no queda impune gracias a la victoria de la vida sobre la muerte en Jesucristo resucitado. Así, Jesús el Cristo, muerto y resucitado, ilumina hoy el sufrimiento y la injusticia y lo hace desde el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos; humillación que no logra doblegar sus anhelos de libertad, de plena realización de su dignidad personal y de fraternidad entre todos y todas.
?En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, (??) podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y al mismo tiempo su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos. La Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios.?? (DA 31)
La luz que desenmascara la injusticia, llega a nuestros ojos desde el palpitar del propio corazón de la historia que con aliento de vida resiste y se enfrenta al sufrimiento y lucha contra la muerte.
El tercer implícito a tener en cuenta es que, debajo de la oscuridad que encubre y el silencio que acalla, hay hombres y mujeres con anhelos y proyectos de vida, y con fuerza y voluntad para atravesar la oscuridad y el silencio. El documento de Aparecida, en un capítulo posterior, retomando la idea de rostros muy concretos en la vida real, a los que se había referido en Pueblo 31, subraya que es desde ahí que surge el grito que cuestiona e interpela.
?Si esta opción [opción preferencial por los pobres] está implícita en la fe cristológica, los cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: ?Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo?? . Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: ?Cuanto hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron?? (Mt 25, 40)??. (DA. 393)
Volviendo al párrafo 27 el texto se extiende, en continuidad con el verbo nos interpelan, precisando y ampliando el sentido de la interpelación, nos interpelan a vivir como Iglesia Samaritana (cf Lc.10, 25-37). La cita bíblica remite a los orígenes de la Iglesia, más precisamente a las enseñanzas de Jesús.
La interpelación, ?a vivir como Iglesia Samaritana??, supone un cuestionamiento que, en este caso, toca la vida de la Iglesia, es decir, el quehacer de la comunidad creyente, aquello que configura su identidad eclesial. La referencia al texto del Evangelio según Lucas, trae inmediatamente a la memoria una parábola que, a través de
——————
SD 178.
———————
la historia de la vida cristiana, a manera de una interpretación alegórica, ha sido un referente en el seguimiento de Jesús. En Santo Domingo y Aparecida encontramos:
?Jesús es el buen samaritano (Cf. Lc 10, 25-37) que encarna la caridad y no solo se conmueve, sino que se trasforma en ayuda eficaz??. (DSD. 159)
La parroquia tiene la hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos. Para ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena Samaritana como ?l. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda la imaginación de la Caridad. (DA. 176)
Interesa, de manera especial acercarnos a este texto lucano , al que hace referencia el Documento de Aparecida. Lucas recrea el diálogo entre Jesús y el legista para insertar la parábola, (la parábola no se encuentra en Marcos ni en Mateo), y va conduciendo al lector, (a los lectores de todos los tiempos que se acercan a las enseñanzas de Jesús), a re-descubrir signos y significados que den sentido a la vida.
La Iglesia Latinoamericana, como tantas otras comunidades cristianas a través de la historia, ha encontrado, en este texto evangélico, inspiración para responder a los desafíos que la realidad actual plantea a su tarea de anunciar el Evangelio de Jesucristo. A lo cual nos refiere DA. 27, cuando dice:
?recordando que «la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana» [DI 3]??.
Quiero resaltar dos aspectos que, en un juego de preguntas y respuestas, están entrelazados en la narración de Lucas.
El primero refiere a la estrecha e inseparable relación entre el «amar a Dios y al prójimo como a ti mismo», que Jesús reafirma con su respuesta al legista: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás» (v 28).
El segundo aspecto comienza cuando Jesús, ante la pregunta del legista: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna» (v 25b), retomando la dirección del diálogo, le re-pregunta: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?» (v 26). Jesús, no solo apela a su conocimiento de la ley, sino a su capacidad de interpretación. De esta manera, Jesús constituye al legista como sujeto y lo coloca ante el momento que le ha tocado vivir.
De la misma manera, ante la segunda pregunta del legista: «Y ¿Quién es mi prójimo?», Jesús responde con una parábola, se aparta de la línea recta de la ley y orienta la mirada al horizonte de la vida. Hace surgir la vida en medio del camino, no en la norma que maniata, sino en el cruce de caminos que propicia encuentros y construye relaciones, ?un hombre?? que unos ?salteadores?? han dejado ?medio muerto?? en el camino y tres personas que pasan a su lado. Dos de ellos, un ?sacerdote?? y un ?levita?? que caminan entre prescripciones de pureza e impureza, una opción que encubre su indiferencia ante el sufrimiento, dan ?un rodeo??.
«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Casualmente, bajaba por
——————-
El texto del Evangelio según Lucas 10, 25-37. Lc10, 25-28 paralelos en Mc 12,28-31 y Mt 22,34-40; Lc 10, 29- 37 parábola y final del diálogo con el legista, sólo en Lucas.
——————-
aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. 32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. 33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión. 34 Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: `Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’
La parábola trae más que un modelo de comportamiento, no es sólo un conjunto de obras que ?hay que hacer?. Refleja, sobre todo, una actitud ante la vida, frente a la indiferencia de unos, ?el samaritano que iba de camino llegó junto a él, al verle tuvo compasión?? (se le movieron las entrañas). Actitud atenta a la vida maltratada. Actitud abierta al devenir de la historia, a la novedad, donde no falta el juego del azar, lo imprevisto que hace cambiar. Recorriendo los caminos donde trascurre la vida es que se construye el sentido de la ley. La parábola es una invitación a la creatividad.
En el juego de alejarse y acercarse, que la parábola presenta, y el diálogo final entre Jesús y el legista, se descubre que la respuesta a ?¿quien es mi prójimo???, no se desprende de un juego de la ley, sino, más bien, de la fuerza del amor que cuida la vida. El prójimo está en el borde del camino, muchas veces invisibilizado y reducido a la insignificancia. A él hay que acercarse con entrañas de misericordia.
36¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de salteadores?». 37?l dijo: «El que practicó la misericordia con él». Dijo Jesús: «Vete y haz tu lo mismo»
La Iglesia latinoamericana y caribeña, interpelada a vivir como Iglesia Samaritana, se halla ante las palabras de Jesús que le dicen: «Vete y haz tu lo mismo». Lo cual implica, acercarse al que está herido en el camino, aproximarse a él, sacarlo del anonimato, la invisibilidad e insignificancia en que lo sumen quienes lo maltratan y hacen violencia contra él, así como los que al verlo se alejan.
Esta auto-representación como ?Iglesia Samaritana?? se ha construido desde el contexto histórico social en que ella ha estado inmersa, en las últimas décadas. Tiempo en el que encontramos, como un hecho mayor en la historia latinoamericana, ?la irrupción de los pobres?? un signo de los tiempos que hice visible la presencia de los insignificantes en la sociedad. A los cuales, la Iglesia latinoamericana no puede dejar de ver y escuchar.
No es este un proceso acabado. El documento de Aparecida coloca a la Iglesia, una vez más, ante la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas, donde escudriñando la realidad, ve y se acerca a rostros muy concretos. Es larga y heterogénea la lista de personas sujetas a indignas situaciones de sufrimiento e injusticia, que el documento de Aparecida visibiliza develando las profundas desigualdades que marcan sus vidas. La memoria de la Iglesia Latinoamericana, guarda dos significativas listas en los párrafos:
?Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos están las comunidades indígenas y afrodescendientes, que en muchas ocasiones no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres que son excluidas, en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con capacidades diferentes, los portadores y víctima de enfermedades graves como la malaria, la tuberculosis y VIH – SIDA, que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente ?explotados?? sino ?sobrantes?? y ?desechables??. (DA. 65).
La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afrodescendientes, campesinos sin tierra y los mineros. La Iglesia con su Pastoral Social debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que correspondan. (DA 402)
Decíamos que el discurso eclesial va dejando ver una multitud de rostros, que el documento agrupa bajo la representación de ?pobres??. Una heterogeneidad desigual y combinada. Son rostros entre los que sobresalen especialmente indígenas, afrodescendientes, mujeres, niños y niñas, ancianos, jóvenes, migrantes, víctimas de la violencia, del trafico de personas, enfermos, VIH, oprimidos, desempleados, campesinos sin tierra, trabajadores mineros, toxico-dependientes, presos, marginados, sobrantes, desechables. Estas menciones, a lo largo del documento suman aproximadamente 407, las encontramos muchas veces repetidas a lo largo de todo el documento.
Es necesario resaltar que el concepto de ?heterogeneidad?? permite pensar la totalidad sin someterla a un proceso unificador. De igual manera, la ?desigualdad?? de esta inconmensurable heterogeneidad viene de que las diferencias son jerarquizadas en términos binarios y polarizados como superioridad y subordinación, centralidad y marginalidad, fuerte y débil, sano y enfermo, masculino y femenino, importancia e insignificancia, útil y desechable, rico y pobre, etc. En muchos de los rostros de los y las personas que, en la jerarquización, ocupan el lugar de subordinación, se concentran distintas identidades son mujer, pobre, indígena, quechuahablante, en quienes se ?combinan?? varias causas de marginación.
En la larga lista de los rostros de los pobres, que la Iglesia va reconociendo desde Medellín y que ha ido enumerando a lo largo de las Conferencias Episcopales, las mujeres han estado siempre presentes. Con este propósito, la V Conferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida se refiere a ?muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica?? (DA 65). Ya, en 1979, la III Conferencia Episcopal en Puebla, remarcaba:
?Los pobres no sólo carecen de bienes materiales, sino también, en el plano de la dignidad humana, carecen de una plena participación política. En esta categoría se encuentran principalmente nuestros indígenas, campesinos, obreros, marginados de la ciudad y, muy especialmente, la mujer de esos sectores sociales, por su condición doblemente oprimida y marginada??
Aparecida 2007 no fue solamente el punto de llegada de un discurso que se ha ido alejando de representaciones en que la Iglesia es ?la voz de los sin voz??, sino que más bien su discurso se mueve con representaciones en el sentido de ?hablar de??, ?escuchar a??. A propósito de las mujeres dice:
?En esta hora de América Latina y el Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de su vida. Entre ellas las mujeres pobres, indígenas y afro-americanas han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social, económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.?? (DA 454)
Pero, como bien señalaba el teólogo Gustavo Gutiérrez en 1971, la búsqueda va más allá:
?La teología de la Liberación que busca partir del compromiso por abolir la actual situación de injusticia y por construir una sociedad nueva, debe ser verificada por la práctica de ese compromiso (??) Pero, en última instancia, no tendremos una auténtica teología de la liberación sino cuando los oprimidos mismos puedan alzar su voz y expresarse directa y creadoramente en la sociedad y en el seno del pueblo de Dios. Cuando ellos mismos ?den cuenta de la esperanza?? de que son portadores. (??) en una participación activa por liberar al ser humano de todo lo que lo deshumaniza y le impide vivir según la voluntad del Padre.??
Finalmente, la Teología de la liberación sigue, atenta, las historias de los pueblos de este continente. Historia que, cada vez más, percibimos compleja y preñada de vida. Esta teología es, fundamentalmente, reflexión de la experiencia de fe de mujeres y hombres creyentes que descubren la presencia de Dios en sus vidas y en el corazón de la historia de sus pueblos. En el horizonte de esta tarea, la Teología, desde América latina, es, hoy, una reserva de esperanza de vida y liberación para la humanidad y testimonio del amor de Dios por los pobres y los oprimidos.
Bogotá 20 octubre 2011
————–
Puebla 1135, n. 2. Vale la pena anotar que en la redacción final de los obispos, esta nota formaba parte del cuerpo del texto. Cfr. Gustavo Gutiérrez, El Dios de la Vida, CEP, Lima 1989, p.312
. Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, perspectivas, CEP, Lima 1971, p.371-372. En la la misma obra, el autor dice a propósito de la reflexión teológica: ?La teología como reflexión crítica de la práctica de la praxis histórica es así una teología liberadora, una teología de la trasformación liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también de la porción de ella -reunida en ecclesia- que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es trasformado: abriéndose ?en la protesta ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de la humanidad, en el amor que libera, en la construcción de una sociedad justa y fraterna- al don del Reino de Dios.?? pp. 33-34.——————