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J. Ratzinger ( 1). Teólogo, obispo, papa -- Xavier Pikaza, teólogo

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El Blog de Xavier Pikaza

No por esperada, su dimisión ha sido menos sorprendente. Ha sido, sin duda, un gesto de lucidez y valentía, un gesto coherente, de evangelio.
Conozco un poco su teología y obra eclesial desde al año 1968, cuando leí su Introducción al Cristianismo. Todavía hace unos meses me han ofrecido la traducción castellana de sus escritos sobre Escatología, cosa que desgraciadamente no podré hacer

He escuchado con admirada emoción sus palabras de despedida y ahora quiero recordarle, ofreciendo un esquema de sus aportaciones principales.

Varias veces he ofrecido en este blog un comentario de sus escritos y sus gestos. Ahora, con motivo de su dimisión quiero exponer, en cuatro días, un resumen de sus aportaciones y de los posibles problemas que ha causado su intensa labor al servicio de la Iglesia, en una línea que no todos comparten (compartimos), pero que ha brotado sin duda de su forma de entender el Magisterio y la tarea del cristianismo en la sociedad actual.

Hoy empiezo presentando un breve esquema de su labor como teólogo, obispo y papa. En días sucesivos ofreceré una valoración de su obra teológica y eclesial.

Ratzinger/Benedicto XVI, un itinerario

Fue elegido papa el 19 de Abril del 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, tomando el nombre de Benedicto XVI. Ciertamente, él es importante como papa, pero sigue siendo importante por lo que había pensado y hecho como teólogo y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe. Por eso no le empiezo presentando como Benedicto XVI, sino como J. Ratzinger, pues con ese nombre, en sus largos años de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005), ha marcado las tareas y límites de la teología y de la iglesia católica de finales del siglo XX y principios del XXI. Éstos son algunos rasgos de su historia antes de ser papa.

Vida. Estudio y primeros años

Nació en un pueblo de Baviera, Alemana (16, IV, 1927) y, tras entrar en el seminario, tuvo que alistarse a los dieciséis años en las Juventudes Hitlerianas, siendo movilizado y combatiendo en el ejército nazi, como ayudante del cuerpo de artillería y del servicio antitanques, de abril del 1943 a septiembre de 1944.

Tras la contienda, estudió teología católica y filosofía en el seminario de Freising y en las universidades de Munich y Friburgo (1946 a 1951). Con ayuda de K. Rahner, pudo superar la prueba de habilitación docente, siendo llamado a enseñar en la Universidad de Bonn (1959-1963), pasando después a la de Münster (1963-1966) y a la de Tübingen (1966-1968) haciéndose pronto famoso por sus obras en colaboración con K. Rahner (Episcopado y primado, 1961; Revelación y tradición, 1965) y sobre todo por su Introducción al Cristianismo (1968), que le consagraría pronto como teólogo de fama mundial.

CONCILIO
un teólogo comprometido

En el Concilio Vaticano II (1962-1965), fue asesor teológico del Cardenal J. Frings, y muchos le vieron como un “reformista” convencido, en la línea de K. Rahner, pero sus caminos se distanciaron después.

Del 1966 al 1968 ocupó una cátedra importante de teología dogmática en la Universidad de Tubinga, pero las tendencias rupturistas de los movimientos estudiantiles le llevaron a pedir el traslado a la universidad más tranquila y clerical de Ratisbona (1969-1977), en unos años en los que, como profesor y miembro de la Comisión Teológica Internacional, trabó amistad con Hans Urs von Balthasar, que influyó poderosamente en su teología posterior. En ese tiempo, ellos fundaron la revista Communio (1972), en parte para oponerse a Concilium, insistiendo en la fidelidad a la tradición teológica y eclesiástica de la Iglesia.

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE.
Guardar la ortodoxia católica

El año 1977 fue consagrado arzobispo de Munich/Freising, y cuatro años después fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981). El año siguiente (1982) dejó su ministerio de obispo diocesano para dedicarse plenamente a las cuestiones Congregación, y desde entonces, a lo largo de casi veinticinco años, ha dirigido el pensamiento oficial de la Iglesia (hasta ser nombrado Papa, 2005). Tres de sus documentos han marcado el “estilo” de vida oficial de la Iglesia en los últimos años:

a. Donum vitae (Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, 1987).

Siguiendo en la línea de la Humanae Vitae (de Pablo VI), Ratzinger ha insistido en la necesidad de controlar las relaciones sexuales, insistiendo en el despliegue “natural” de la vida, de manera que no sólo ha condenado el uso de medios abortivos directos (con otras formas de interrupción del embarazo), sino también los métodos anticonceptivos de tipo químico y las intervenciones “artificiales” que puedan afectar al surgimiento y desarrollo “natural” la vida. No todos los moralistas y antropólogos cristianos han compartido la doctrina de este documento, de manera que podemos afirmar que su “recepción” no ha sido total.

b.Orationis formas (Sobre las formas de orar, 1989).

Diversos grupos de cristianos han empezado a orar compartiendo métodos e incluso contenidos de experiencia con creyentes de otras religiones (en especial, con las de oriente). En contra de eso, en este documento, Ratzinger insiste en la necesidad de mantener la identidad de la oración cristiana, criticando (rechazando) el riesgo de mezclar formas distinta de oración, pues de lo contrario el cristianismo podría diluirse y confundirse con otras formas de espiritualidad. No todos los orantes cristianos han estado de acuerdo con su propuesta

c. Dominus Iesus (El Señor Jesús, 2000).

Ratzinger ha rechazado una visión inclusiva de las religiones, según la cual ellas serían caminos convergentes y complementarios de la revelación de Dios y de la búsqueda de la salvación humana. En contra de eso, él ha insistido en la experiencia y exigencia de potenciar el carácter único de una salvación cristiana, que se expresa a través del Dios trinitario. Muchos teólogos se han sentido incómodos ante el contenido de sus declaraciones.

PAPA BENEDICTO XVI (2005-2011).
Tres documentos más significativos

J. Ratzinger fue elegido papa, tomando el nombre de Benedicto XVI, 1l 18 de abril del 2005. Otros papas no habían tenido una personalidad teológica y eclesial tan marcada como la de J. Ratzinger, que llevaba veinticinco años actuando como cerebro “teórico” de Juan Pablo I, que había confiado en él los temas y tareas doctrinales de su pontificado. A pesar de ello, Benedicto XVI, como papa, no ha sido un mero continuador de J. Ratzinger, sino que ha insistido en unos aspectos de fondo que antes no había destacado. Entre ellos pueden ponerse de relieve éstos: La primacía de la caridad, la libertad racional de la religión y el orden mundial fundado en la justicia.

1. «Deus Caritas est». Primacía de la caridad Un programa papal.

Benedicto XVI firmó su primera encíclica (Deus Caritas est, Dios es amor) a los nueve meses de su elección papal, el 25 de diciembre del 2005 (aunque ella se editó en enero del año siguiente). Ella trata directamente de Dios, no de cuestiones sociales, como habían hecho algunos de sus antecesores, y lo hace desde una perspectiva de diálogo entre la razón y la revelación, en un plano práctico (vinculación del eros humano con la caridad evangélica), más que de principios doctrinales.

a. Primacía de la caridad.
Benedicto XVI insiste en el valor del eros, pero añade que la Iglesia debe centrar y desarrollar su propuesta en el nivel de la caridad cristiana: «La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia. La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario»» (Dios es amor 25).

b. Sociedad civil e Iglesia se sitúan en dos planos. (1) La sociedad ha de organizarse en un plano de justicia universal, es decir, de racionalidad humana, resolviendo a ese nivel los temas de la economía y la administración política, buscando un orden que no sea es ya el “imperio cristiano” de Bizancio o Carlomagno, sino una sociedad universal de naciones, con un tipo de dirección unificada en el plano racional, no religioso. (2) Pero, superando ese nivel, la iglesia debe insistir en la caridad concreta, que no va en contra de la justicia, sino que la supone y sobrepasa, en perspectiva sobrenatural (sacramental).

2. Discurso de Ratisbona. Primacía de la libertad

a. Es quizá el texto más discutido de Benedicto XVI, un Discurso en la Universidad de Ratisbona (12, IX, 2006), donde había sido profesor de Teología. Retomando el hilo de sus antiguas lecciones (¡decíamos ayer!), el Papa-Profesor quiso poner de relieve las implicaciones humanas, racionales (y en el fondo helenistas) del cristianismo, citando unas palabras del año 1391 en las que Manuel II Paleólogo, emperador bizantino, acusaba a los musulmanes de emplear la violencia (guerra) para extender la fe, en contra de la razón occidental que es dialogante, no violenta. A diferencia de los musulmanes, los cristianos no pueden emplear violencia para expandir o defender la religión (texto on line: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches).

b. Argumento de fondo, discusión sobre el Corán. Benedicto XVI parece acusar a los musulmanes afirmando que ellos olvidan (no aceptan) el fondo racional, dialogal (de libertad), de la vida humana, y que así corren el riesgo de apoyar (extender) la fe con la espada. Pues bien, a fin de superar ese riesgo, el Papa distingue en el Corán dos capas: (a) En una, que sería más antigua (aunque los técnicos no están de acuerdo en ello), Mahoma defendió la libertad en el nivel de la religión (Corán, sura 2, 256: «Ninguna constricción en las cosas de la fe»). (b) Pero en la otra estrato, quizá posterior, el mismo Mahoma invita a “luchar” a favor de la fe, introduciendo así la violencia en el espacio de la religión.

c. Reacción musulmana y precisión del Papa. Ese discurso encendió los ánimos de muchos musulmanes, quienes se sintieron acusados por el Papa, quien se sintió obligado a volver a sus palabras, precisando el sentido de su propuesta: (a) Las religiones deben superar toda forma de violencia para expresarse y extenderse, y eso ha de hacerlo, quizá, de un modo especial el Islam, por el riesgo que ha tenido y tiene en este campo. (b) En el fondo de las religiones (y de todas las relaciones humanas) ha de expresarse un logos o razón universal, fundado en la libertad y abierto al diálogo, sin que ninguna cultura o religión quiera imponerse por la fuerza sobre las demás. (c) Conforme a la visión de Benedicto XVI, ese “logos” (razón que vincula a todos los seres humanos) se ha expresado de manera ejemplar en Grecia, y forma parte del sustrato original del cristianismo, que tiene, por tanto, una matriz helenista.

d. Un tema vivo. Los ecos de aquel discurso no se han apagado todavía (2012) y, aún reconociendo el valor y valentía de Benedicto XVI, sus palabras suscitan algunas cuestiones.
(a) Podemos preguntar si la razón griega, tal como se ha desarrollado en occidente (hasta culminar de alguna forma en el nazismo, que el Papa bien conoce), no tiene en sí un fondo de violencia “estructural”, como han puesto de relieve muchos pensadores judíos.
(b) Debemos seguir preguntando si el Islam no contiene en sí unos gérmenes de libertad y pacificación que son distintos (no menores) que los de Grecia el occidente helenizado.
(c) Por otra parte, las palabras del Papa (ejemplares por lo que suponen de búsqueda de libertad racional, superando toda guerra) sólo se entienden allí donde se aplican de un modo político, cultural y religioso, en la vida de la Iglesia.

3. Caritas in Veritate. Primacía de la verdad

a. Una verdad que se hace justicia. El año 2007, Benedicto XVI publicó su segunda encíclica titulada Spe Salvi (Salvados en esperanza), que trata de temas de religiosidad personal, destacando el aspecto trascendente de la esperanza cristiana. Pero más importante ha sido, en contexto de Iglesia, la tercera encíclica, Caritas in Veritate (2009), en la que, manteniendo la función espiritual del Evangelio, afirma que la Iglesia debería potenciar el surgimiento de una autoridad más alta (universal), de tipo económico-político, en línea racional (de libertad y diálogo), representada por las Naciones Unidas.

b. Una autoridad mundial sobre las naciones. «Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la Arquitectura Económica y Financiera Internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres.

Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos.
Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad Política Mundial… que deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad» (Caritas in Veritate 67).

c. Han de existir dos poderes. Así lo propone Benedicto XVI, que deslinda claramente el orden espiritual de la Iglesia (situado en un plano de interioridad creyente) y el orden secular de los estados, que han de unirse y formar un Gran Estado Mundial (un imperio de justicia) al servicio de la unidad de todos los seres humanos. Quien haya seguido nuestra exposición verá que se trata de una forma nueva (actual) de plantear el tema de los dosreinos (dos espadas), que ha estado en el fondo de la teoría político-social de la Iglesia Romana, desde el tiempo del Papa Gelasio (492-496) y de la Reforma Gregoriana del XI (en un camino que va de Gregorio VII e Inocencio III a Benedicto VIII). Pero hay una diferencia.

(a) Los antiguos papas pensaban que el “imperio” (estado mundial) tenía un sentido cristiano, de forma que el mismo emperador era representante de Dios. Por el contrario, Benedicto XVI afirma que el Estado Mundial debe regularse sobre bases de libertad y razón, al servicio de la humanidad, por encima de las religiones y naciones particulares.
(b) La Iglesia y demás confesiones religiosas (como el Islam) han de situarse en un plano distinto de iluminación más alta, en línea de testimonio y compromiso creyente, de manera que no pueden imponerse (ni apoyarse ni criticarse) de un modo político.

d. Un tema abierto. Benedicto XVI ofrece así una conclusión luminosa y coherente a las visiones de la política papal (imperial) de los últimos mil años quinientos años de la Iglesia (desde el Papa Gelasio), aunque separando ahora los dos planos, de manera que Estado se situaría en el plano de la razón universal y la Iglesia (la religión) en el plano de la revelación de Dios. Ésta es una buena solución, pero algunos piensan que se debería insistir más en la novedad del evangelio, separando los niveles (de Dios y del César), aunque vinculándolos de un modo mesiánico e insistiendo, al mismo tiempo, en los riesgos inherentes a la “razón política” de los estados (o del Gran Estado), que no actúa de un modo neutral (al servicio de la libertad), sino que puede convertirse de hecho en poder dictatorial. En este contexto ha de seguir abierto el diálogo del Cristianismo con el Islam y las otras religiones.

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