Por qué un determinado número de musulmanes a lo largo y ancho del planeta reacciona de manera violenta y desproporcionada a cada ocasión que se lanza una mirada crítica sobre el islam? ¿Por qué se calientan los ánimos? ¿Por qué pierden la calma y se sienten profundamente heridos por palabras o hipótesis como las emitidas por el Papa Benedicto XVI? ¿Es el islam delicado y quebradizo hasta ese punto? ¿Es su ser acaso tan vulnerable y susceptible que, a la menor ocasión, los creyentes se hallan prestos a salir en tromba a la calle para manifestarse violenta e irracionalmente como si se viera amenazada la suerte de mil millones de personas sobre la Tierra?
Las reacciones de gran violencia que suscitó la publicación de las caricaturas de Mahoma fueron tan desproporcionadas que ya entonces me pregunté por la razón de tal susceptibilidad: podría significar que el islam es en efecto una realidad quebradiza y endeble, a tal punto que una serie de caricaturas sin mucho valor e interés sea capaz de desencadenar una crisis como la entonces vivida…
De hecho y si se considera la cuestión en detalle, no es tanto el islam la realidad vulnerable y susceptible como ciertos núcleos musulmanes, que han entregado a esta religión todo su ser, sus aspiraciones, sus esperanzas y su existencia entera. No viviendo bajo regímenes auténticamente democráticos, han vuelto sus ojos hacia la religión que ofrece respuestas a todas las preguntas. No viven más que por y para el islam. Religiosidad, por cierto, que ha desaparecido en Occidente. Y realidad también que el Papa constata y deplora. He aquí, pues, que volvemos a topar ahora con reacciones igualmente virulentas e insensatas tras el discurso del Papa. Discurso ?lo he leído entero? que es el de un teólogo, de un hombre que reflexiona sobre las religiones y el hecho religioso y sobre su relación con el mundo. Es un texto erudito, bien escrito. Es una apología de la razón, la razón que ilumina tanto el pensamiento como la acción.
Pero ¿cuántas personas han leído el texto? No quienes han salido a la calle atolondradamente para quemar la efigie de Benedicto XVI. El texto en cuestión habla de la relación entre religión y violencia. Alude a un diálogo que el emperador bizantino Manuel II Paleólogo mantuvo con un sabio persa sobre el cristianismo y el islam en 1391. Benedicto XVI cita unas frases susceptibles de disgustar o incomodar al islam y se refiere al recurso a la violencia en la difusión de la fe. Constituye un pasaje carente de habilidad y maña. Y, aun situados en el siglo XIV, los musulmanes actuales lo han tomado como una agresión contra su religión tal como la practican en nuestro tiempo. El Papa hubiera debido recordar la edad de oro y siglos ilustrados de los árabes y el islam (entre los siglos IX y XII); recordar que en el siglo VII floreció un movimiento racionalista ? la escuela teológica Mutazila que creó la dogmática especulativa del islam empleando el racionalismo metodológico de la filosofía griega, combatida por cierto por intentar introducir la razón en la fe?, recordar en fin que cristianos y musulmanes convivieron en paz a lo largo de siete siglos en Andalucía.
El Papa Benedicto XVI desconoce tal vez que desde hace una treintena de años el islam ha sido desviado y apartado de su mensaje de paz para convertirse, en determinados países, en una ideología de combate contra Occidente. Es más fácil fabricar un fanático que un intelectual que piensa, que duda y debate. En la actualidad, resulta difícil debatir a propósito del islam y de sus relaciones con el Otro, con Occidente. Como asimismo a un musulmán tranquilo y sereno le resulta difícil hablar de libertad de cultos, de laicidad o ?peor aún? de ateísmo. Llegados a este punto, el factor de la intolerancia se inmiscuye y paraliza el debate; es un auténtico problema entre los musulmanes. En Egipto se ha matado a librepensadores, a filósofos que dudan… No vivimos en la época de las Luces. Vivimos en una era de crisis.
El Papa no ha prestado atención a este extremo. El cristianismo ha pasado por esta violencia, por brutalidades terribles. El mundo musulmán reacciona con esta virulencia porque no se ha sosegado, porque no es feliz, porque constata cómo los musulmanes son maltratados y humillados en ciertos países. Porque constata que no se ha hecho justicia al pueblo palestino.
Ahí radica la razón de sus reacciones desproporcionadas, atizadas por ciertos medios de comunicación que además echan leña al fuego. Hora es de que los líderes religiosos templen esta virulencia y entablen el auténtico diálogo con los otros, dado que estamos forzados a convivir.