INTEGRISTAS DE ALZACUELLOS.Tomás Martín (Diario palentino)

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Religión Digital

Las manifestaciones de monseñor Cañizares a propósito de la asignatura de Educación para la ciudadanía, me sorprendieron releyendo un libro que guardo con especial interés por lo que supuso en el momento de su publicación, allá por el año 1976: «Un intento de clarificar la relación entre la Iglesia y la comunidad política de España a partir de 1939».

El experimento del nacional-catolicismo, 1939-1975 -así se titula el libro, escrito por Alfonso Álvarez Bolado, miembro entonces del equipo de Teología Fundamental en la Facultad de Teología de la Universidad de Comillas de Madrid y perteneciente a la Compañía de Jesús- cobra actualidad en este tiempo en el que un amplio sector de la Iglesia se resiste a perder sus prerrogativas, pues eso y no otra cosa es lo que se esconde tras la actitud de una parte de la jerarquía eclesiástica llamando a los católicos a la objeción de conciencia ante lo que denominan una grave injerencia del Estado en la educación moral de los alumnos y en la formación de sus conciencias.

Aunque la realidad social de la España actual dista mucho de ser la de aquellos tiempos oscuros, no es menos cierto que en el seno de la Iglesia aún existe cierto rescoldo de lo que fue la connivencia con un régimen político, la dictadura franquista, que se encargó de establecer las líneas ideológicas y de conducta que el españolito de escuela pública y sabañones debía seguir.

No sé por qué tengo la sensación de que ese rescoldo lo siguen avivando quienes abanderan los sectores más ultraconservadores de la Iglesia, sectores que nunca alzaron la voz al encontrarse sumamente cómodos cuando nadie podía atreverse a cuestionar la enseñanza de la moral católica como única y verdadera, por encima de cualesquiera otros valores éticos que se suponen en el ser humano por el mero hecho de serlo. Son los inductores de aquella doctrina en la que todo lo que no era obligatorio estaba prohibido.

¿No fue colaborar con el mal el pasear el estandarte de la intransigencia y el ordeno y mando por todo el solar patrio durante tantas décadas? Sorprende que quienes exhiben el perdón, la caridad, la comprensión y el amor al prójimo como pilares de la relación humana, llamen a la revuelta civil ante una asignatura que viene impartiéndose en gran parte de los países de nuestro entorno y que persigue -acompañada de los valores que encierra la Constitución, norma fundamental por la que se rige nuestra convivencia- preparar a los alumnos para conocer la realidad social con la que se van a encontrar conforme se vayan integrando en la sociedad española de su tiempo.

En 1976, Alfonso Álvarez Bolado escribía: «Es cierto que numerosos signos del pueblo de Dios que vive en España permitirían suponer que él empieza su éxodo transformador hacia el futuro. Es un pueblo cuyo miedo no es a que el mensaje de Cristo altere su personalidad. Pero el pueblo de Dios puede ser extraviado -lo ha sido muchas veces irreparablemente- por sus élites. Yo me inclino a creer -prosigue Álvarez- que la situación de la Iglesia española en el seno del proceso social del país constituye un grave desafío a su permanencia como signo para el pueblo».

Pasados treinta años desde entonces esta reflexión sigue vigente, ya que cierto sector de la Iglesia española se resiste a que una bocanada de aire fresco aparte dogmas difíciles de sostener hoy en día. Quizá ese sector forme parte de la élite que extravíe a su grey una vez más. Es probable que no se atrevan a decir que lo más conveniente sería retirar los textos de Educación para la ciudadanía y recomendar a los alumnos sintonicen en el dial de su receptor de radio, esa emisora que cada mañana exhibe principios de ética y tolerancia que, al parecer, son los que debe poner en práctica todo ciudadano de bien.