Mientras escucho en el ordenador la música de Anawim que me traje de la Asamblea, intento poner por escrito algunas de las «fotografías interiores» que me han dejado estos días en Madrid.
Todas estas fotografías son de personas. Redes Cristianas no es otra cosa. No tenemos ningún código canónigo, ningún edificio, ni siquiera una sede social o un registro legal. Sólo cientos de personas, cientos de conversaciones, momentos muy humanos.
Conversaciones con alguna persona homosexual que vive su fe con una profunda paz. Conversaciones con alguna mujer que no se queja de la escasa (única) presencia masculina en el taller sobre mujer e Iglesia, sino que ‘le tratamos bien para que vengan más’. Con otra mujer que me anima por lo que hacemos, a la que no conocía y de la que después me cuentan su impresionante trabajo en otro país remoto. Conversaciones con el militante cansado pero de pie, con las personas a las que por fin puse cara.
Me llevo la celebración del domingo, la preciosa danza contemplativa, el esfuerzo por crear liturgias que lleguen al corazón y al cuerpo -esas manos al cielo bendiciendo a todos los pueblos de la tierra- y que no sean rituales mágicos sino celebración de una comunidad real que trabaja y se esfuerza en compañía. Se me removió todo por dentro al cantar ‘menos armas y pan para todos’. Precisamente por la sencillez, por la sorpresa de que una petición tan básica y tan de sentido común parezca algo de minorías. Eramos 500 personas, algún día todo el planeta cantará ese canto al unísono.
Me llevo el montón de canas que se veían desde las últimas filas de los asientos. Rebeldes desde el Concilio Vaticano, sabiduría acumulada durante décadas; la generación que me ha transmitido la fe que ahora vivo, desde que empecé a ir de pequeño a foros de teología sospechosa, y a leer libros de personas con las que ahora me tomo un café. Quizá a mi generación y a los que vengan después nos toque seguir creando, seguir buscando a tientas a Dios en lugares donde uno no se imagina.
Me llevo, nos llevamos, un montón de tareas para los próximos meses. Habrá que ordenar y priorizar las decenas de propuestas que se hicieron para la acción de Redes Cristianas. Los indígenas de Chiapas dicen: «no vamos despacio; vamos lejos». Y eso es lo que vamos haciendo año tras año, estructurando esta red dentro de una Iglesia plural. La tarea tiene, sin duda, más dificultades de las que puedan parecer en estos momentos. Pero el Espíritu nos dará fuerza y ánimo suficiente para seguir caminando y esquivando obstáculos.
Me llevo el agradecimiento de tantas personas que se me acercaron a felicitarme por la página web, y de personas que te dan su tarjeta de visita o su correo para echar una mano en lo que se pueda. De pronto cobra sentido el trabajo realizado. Y uno se siente agradecido por el trabajo escondido de tantos otros y otras para preparar estos días.
Me llevo la ilusión del grupo de Bilbao por preparar la siguiente asamblea. Desde el domingo al mediodía ya surgían las ideas a borbotones.
La razón de ser de Redes Cristianas es la de buscar la gloria de Dios en cada ser humano. Expandir, como mancha de aceite, la profunda convicción de que lo que nos hace humanos es el amor, y que desde el amor nadie puede ponerse por encima de los demás. El camino no será facil.
Por todo eso, y más que nunca, ¡ánimo Redes Cristianas! Es tarde, pero es nuestra hora.