Erradicar la pobreza y lograr una vida digna para todos los seres humanos sin acabar con el planeta que la hace posible requiere cambios grandes y urgentes. Cambios que no ocurrirán si no ponemos todo nuestro empeño en ello. Las movilizaciones como las que hemos recordado aquí son sólo una de las muchas formas que tiene la participación ciudadana.
La más importante es iluminar la cara oculta de la realidad: hacer visible lo que los medios de comunicación no cuentan, argumentar lo que el pensamiento único ignora, mostrar las consecuencias humanas, sociales y ambientales del sistema económico imperante. Hacer reflexionar sobre quién toma las decisiones en nuestras “democracias”. Tomar conciencia de nuestro propio poder, de la capacidad de la sociedad de provocar cambios.
La concentración de los medios de comunicación y el alejamiento de los centros de decisión en un mundo globalizado requiere un mayor esfuerzo de la ciudadanía por conocer los entresijos de la realidad para poder influir en ella. En este aspecto, hoy en día podemos encontrar un gran aliado en Internet que nos ofrece una ventana al mundo por la que acceder a la información que facilitan los movimientos sociales y la prensa alternativa. En nuestras manos está abrir esa ventana y desde las páginas de alandar nos esforzamos en ofrecer web de interés.
Una rápida mirada a algunas de las otras caras de la realidad
• Las imágenes de un Irak sumido en la violencia nos recuerdan cada día nuestro fracaso en parar la invasión del país. ¿El resultado habría sido otro si el mundo hubiera tenido toda la información? ¿Si en lugar de seguir el juego de la supuesta lucha contra el terrorismo y las supuestas armas de destrucción masiva como objetivos de la guerra, se hubieran sacado a la luz los vínculos de la Administración Bush con los grandes grupos empresariales de su país, incluidas las industrias del petróleo y del armamento? Donald Rumsfeld, Condolezza Rice, Colin Powell, Dick Cheney o el propio George Bush han ocupado altos cargos o han sido dueños de grandes empresas, y a pesar de sus puestos en la Administración se sientan en consejos de administración y siguen siendo asesores o accionistas. Sin olvidar la contribución de las multinacionales a las arcas de los partidos y a la financiación de las campañas electorales.
• Frente a la creciente información sobre iniciativas de “Responsabilidad Social Corporativa”, es poca la atención que se presta al papel que juegan los grupos empresariales –de forma mucho más discreta y desde hace casi dos décadas– en el proceso de creciente desregulación, que lleva a sustituir las legislaciones de carácter social o ambiental por acuerdos voluntarios. Un proceso que tiende a reducir cada vez más la capacidad de los estados y de la ciudadanía para establecer las reglas del juego, para definir, en definitiva, prioridades sociales, laborales y ambientales que sirvan de marco a las actividades económicas, y no al revés.
Poco se sabe, por ejemplo, del activo papel de la industria química para debilitar el contenido de la legislación que se está debatiendo en la Unión Europea, cuya intención inicial era proteger la salud pública y el medio ambiente frente a la proliferación de productos químicos peligrosos que entran en el mercado sin suficiente control e información de sus consecuencias, y promover su sustitución por alternativas más seguras.
Poco se informa también de la influencia de las multinacionales en las negociaciones sobre los acuerdos de libre comercio que les están abriendo el camino para ejercer una competencia desleal con los pequeños campesinos de los países del Sur. Pocas veces aparecen en los medios de comunicación los productores de arroz o de maíz que ven reducidos sus ingresos y que no pueden llevar a sus hijos –y sobre todo a sus hijas– a la escuela o que ni siquiera pueden alimentarlos bien. O los enfermos de SIDA que no tienen acceso a los medicamentos que podrían salvarles la vida porque las multinacionales farmacéuticas impiden la producción y comercialización en sus países de medicamentos genéricos más baratos. O los pobres que no tienen acceso al agua a un precio asequible porque su distribución está en manos de empresas privadas de otros países. O las poblaciones indígenas expulsadas de sus tierras en beneficio de la industria minera o maderera.
También a la vuelta de la esquina
No se trata sólo de la complejidad y la distancia de los centros de decisión. La información tiene que ir acompañada de la voluntad de participar, del convencimiento de que la democracia no se agota depositando un voto en una urna cada cierto tiempo. Si una parte esencial de la democracia es la capacidad de decidir, no tenemos que mirar muy lejos para ver si la estamos ejerciendo: ¿Estamos decidiendo el modelo territorial y urbanístico de nuestro propio país? ¿Quién está decidiendo que nuestro territorio se llene de cemento y campos de golf? ¿O que un bien de primera necesidad como es la vivienda se convierta en una fuente constante de especulación y corrupción? ¿Ejercemos un control sobre las autoridades municipales que hemos elegido en las urnas? ¿Los grupos sociales que comienzan a movilizarse en este terreno cuentan con un apoyo ciudadano suficiente?
Información y participación son las claves para iluminar el camino y para recorrerlo juntos en base a principios, valores, ideales y un sentido profundo de la vida.