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II FORO MUNDIAL DE TEOLOGÍA Y LIBERACIÓN. ESPIRITUALIDAD PARA OTRO MUNDO POSIBLE. Agenor Brighenti

Publicado en

Adital

Nairobi/Kenia, 16-19 de enero de 2007
El evento
Tuvo lugar, en Nairobi, el II Foro Mundial de Teología y Liberación, entre los días 16 y 19 de enero de 2007. El primero había sido realizado en Porto Alegre, en enero de 2005, cuyos resultados están publicados en L. C. Susin (org.), Teologia para outro mundo possível. São Paulo: Ed. Paulinas, 2006 (485 Págs.).

El tema del segundo fue: «Espiritualidad para otro mundo posible». Se hicieron presentes trescientos participantes, provenientes de los cinco continentes, en su mayoría de África, principalmente de Nairobi, seguida de Europa, América, Asia y Oceanía, respectivamente. Más allá de la reflexión y de los contenidos, el simple encuentro y entrecruzamiento de búsquedas y realizaciones en esfera planetaria, ya justifica por sí solo la reunión.

En tiempos de crisis de paradigmas y metarrelatos, la experiencia se erige como lugar privilegiado para repensar la razón y las razones de existir, del mundo y de la fe. Los trabajos se efectuaron en el Carmelite Center, en los alrededores de la contrastante capital de Kenia. Al igual que el primero, el segundo Foro Mundial de Teología y Liberación aconteció en la semana anterior al Foro Social Mundial, que llegó a su sétima edición, todas exitosas.

Como no podía ser de otra manera, el continente africano dio la tónica al Foro, no sólo por la amplia mayoría de participantes y conferencistas, sino, sobre todo, por su riqueza cultural y religiosa y los gigantescos desafíos socio-económicos, planteados con crudeza por su interpelante realidad. Vale decir, junto a la vitalidad y el coraje de su gente, la miseria de un África olvidada y una herida abierta y expuesta de forma agresiva, aunque suavizada por la esperanza y la alegría, la amabilidad y serenidad de su gente. En el caso de los kenianos si, por un lado, el incipiente transporte público y el costoso transporte privado los obliga a caminar una decena de kilómetros diariamente, por otro lado, el andar solitario y silencioso les permite el procesamiento de una envidiable estética interior, estampada en el espíritu de determinación y en sus cuerpos esbeltos, de trazos precisos, esculturales.

Otro mundo, antes necesario y también posible, depende mucho de la contribución de África, portadora de las mayores reservas de resistencia y esperanza del planeta. Asimismo, otra Iglesia posible pasa por su religiosidad unida a la vida, en el profundo respeto a sus tradiciones ancestrales.

La programación

El Foro constó de conferencias, paneles, seminarios, comunicaciones, así como de inserciones directas en prácticas eclesiales liberadoras, en las periferias de Nairobi.

En cuanto a las conferencias y los paneles, el objetivo era hacer un diagnóstico de la realidad socio-económica global y de la realidad socio-religiosa africana, con la finalidad de identificar las consecuencias para las religiones, las iglesias y las teologías y, desde ahí, preguntarse acerca de en qué espiritualidad deben estar apoyadas las prácticas religiosas. Fueron actores de estas reflexiones, entre otros: François Houtart (Bélgica); Tinyiko Maluleke, John Mary Walligo, Philomena Mwaura, L. Magesa y Tereza Okure (África); Rohan Silva (Ásia); Jon Sobrino y Eunice Santa de Valéz (América Latina); y J. J. Tamayo (Europa).

Con respecto a las comunicaciones de búsquedas, investigaciones y experiencias, ellas, en número de quince, abordaron temas en torno al feminismo, el fundamentalismo, el diálogo interreligioso y el compromiso social en el contexto de la globalización.

Los seminarios fueron veinticuatro, añadiendo a los temas abordados por las comunicaciones, realidades como la ecología, las culturas, la espiritualidad, el SIDA, la teología, el imperialismo, la teología india y la democracia.

Un momento fuerte del Foro fueron las visitas a prácticas insertas de cristianos en barriadas pobres, orfanatos e iniciativas de promoción humana y desarrollo integral. Una de las barriadas pobres, la de Kibera, con setecientos mil habitantes, la mayor de África, movió las entrañas de los visitantes, ya por lo extremo de la miseria y de las condiciones de vida, ya por la creatividad de su gente y el heroísmo de las iniciativas pastorales en curso.

Otro momento fuerte fue la presencia y conferencia del arzobispo Desmond Tutu, cerrando con llave de oro los trabajos del Foro. Fue una hora, extremadamente corta, abrillantada por la elocuencia de su testimonio de profeta frente al apartheid y llena de humor, mística bíblica, profundidad teológica y devoto amor a los pobres y excluidos.

Elementos de apreciación

La metodología y la dinámica de trabajo

Con ocasión de la realización del primer Foro Mundial de Teología y Liberación en Porto Alegre, en el año 2005, la gran crítica fue su carácter académico, asumiendo el perfil, más de un simposio de profesionales, que realmente de un foro con matiz popular.

Acatando la sugerencia de los participantes de aproximar la metodología del Foro de Teología a la del Foro Social, el Foro de Nairobi hizo profundos cambios, tanto en la dinámica de los trabajos como en la convocación de los participantes. En lugar de un grupo más restringido de académicos, la mayoría de los presentes en el segundo Foro estuvo ahora compuesta por personas ligadas a prácticas populares. Por su parte, los paneles, las comunicaciones, los seminarios y las inserciones en realidades concretas del lugar dieron un carácter dinámico, de actualidad e interacción entre los presentes, con discusiones, en ciertos momentos, acaloradas. Las mismas conferencias tomaron distancia del discurso sistemático para intentar reflexionar teológicamente sobre cuestiones emergentes.

El alcance fue limitado. Y es que «prácticas alternativas requieren igualmente un pensamiento alternativo» (Boaventura dos Santos), lo que aún está por ser construido. No podía ser de otro modo, con la nueva metodología se paga un precio y se corren riesgos. En el Foro de Nairobi, para los participantes oriundos de medios académicos, hubo mucha liberación y poca teología y, para los provenientes de un trabajo de base, mucha religión y poca liberación.

El desafío para el tercer foro será promover la interacción entre prácticas populares y reflexión teológica, entre agentes de pastoral y teólogos profesionales, los cuales, dicho sea de paso, estuvieron bastante ausentes en este segundo foro. Aun cuando no actúen directamente en las mesas de trabajo, es preciso garantizar la presencia de por lo menos unos cinco teólogos profesionales de cada continente, porque es en este nivel de la reflexión que los retos de la realidad son elevados al concepto, son propiamente teologizados. Para que los foros hagan proceso, necesitan también del trabajo profesional de sistematización.

Los contenidos

El Foro de Nairobi se proponía centrarse en la «espiritualidad para otro mundo posible», no obstante, en gran medida ella quedó en la penumbra, oscurecida -y con ella la teología- por las grandes cuestiones socio-económicas, culturales y ambientales, tales como aparecen en el Foro Social. Al menos no hubo el riesgo de una teología huérfana de sociedad, por más que ciertas posiciones de algunos de los presentes tendiesen a dejarla huérfana de Iglesia y hasta de religión.

En los futuros foros de teología hay dos extremos a evitar: de un lado, el riesgo de que el Foro de Teología se convierta en una caja de resonancia del Foro Social Mundial, lo que sería competir y duplicar esfuerzos; y, de otro lado, el riesgo de una teología híbrida, situada entre una filosofía o sociología de la religión y una mística holista. En el nuevo discurso la teología precisa no descuidar su pertinencia propia, dificultad experimentada especialmente cuando ella se propone articularse desde el pluralismo cultural y religioso actual.

Con razón, Jon Sobrino ha insistido en que en el esfuerzo de tejer redes y establecer puentes entre diferencias, en vez de buscar «mínimos comunes» no se puede perder de vista los «máximos verdaderos» de cada uno, en el amor a su propio pueblo oprimido. El «mínimo común» será siempre muy poco y muy débil para revertir este mundo. El «mucho» reside en que cada religión profundice lo propio, en lo mejor que tenga, y no en pensar más en que va a transformar este mundo. El «máximo» de cada uno, juntos, puede infinitamente más que los «mínimos comunes». La gran sintonía necesaria para la transfiguración de este mundo no está en torno a determinados conceptos, sino en una acción común capaz de revertir la situación de un homo demens en un planeta enfermo.

El tema específico de la espiritualidad

Infelizmente, las comunicaciones y los seminarios se enfocaron poco en el tema específico del Foro, que era la espiritualidad. Las conferencias y los paneles buscaron igualmente articular las cuestiones colocadas por el mundo de hoy, más con la globalidad de la teología que con la espiritualidad en concreto. El panel final, cuyo objetivo era aterrizar toda la discusión en la esfera de la espiritualidad, no llegó a tematizarla teológicamente, si bien trató de traer las cuestiones de hoy hacia dentro de ella.

La duda que queda es si un foro mundial, que no es un simposio, puede centrarse en un tema específico o deba más bien estar abierto a la globalidad de las cuestiones que vienen del mundo, de las iglesias y las religiones. Y, en el caso que se deje este abanico tan abierto, entonces, no se deberá esperar del foro una reflexión teológica muy sistemática. Es la misma realidad con la cual se enfrenta el Foro Social Mundial. Él se constituye en un «espacio» multitemático y multifacético, de reflexión comprometida y militante, pero sin pretender desembocar en conclusiones y acuerdos comunes sobre realidades específicas, que ocurre de modo tan diverso y particular. La universalidad de los desafíos desautoriza la pretensión de uniformidad de las respuestas.

Perspectivas de futuro para el Foro

Por más que el Comité Organizador tenga experiencia con eventos de esta naturaleza, es en el propio caminar que se podrán ir perfeccionando metodología, dinámicas, tenor de las discusiones y, consecuentemente, los resultados. Dos evaluaciones orientarán los rumbos del próximo foro: una de los participantes, hecha al final de los trabajos y, otra, del Comité Internacional que sustenta el encuentro, en reunión al día siguiente a la clausura del Foro. En estas evaluaciones aparecen algunas recomendaciones muy sugestivas.

Una de ellas es la de continuar aproximando la metodología del Foro de Teología y Liberación a la metodología del Foro Social Mundial y que, por lo tanto, no cabe esperar de él mucha profundidad en la reflexión ni mucha sistematización de los contenidos. Se piensa que es importante privilegiar la reunión como un espacio donde emerjan nuevas intuiciones que se desprenden de prácticas significativas. Y para que no resulte frustrante para quienes buscan avances en la reflexión, conviene asegurar la presencia de un cierto número de teólogos profesionales, capaces de ir haciendo, al interior del propio Foro, la interacción entre acción y reflexión.

Otra recomendación se refiere a mantener, en el programa de los próximos foros, la inserción concreta de los participantes en realidades populares que intentan prácticas liberadoras. Esta fue la gran novedad del Foro de Nairobi, la cual tuvo fuerte impacto sobre su posterior reflexión. Inclusive se dijo que si las visitas a experiencias significativas fuesen colocadas más al inicio de los trabajos, el efecto sería todavía más positivo. Como se trata de un foro de teología y liberación, no se debe perder de vista que la teología es un acto segundo, precedido por el acto primero de la práctica liberadora de la fe. Antes de la teología viene la liberación. Un «foro mundial» no puede perder de vista el «mundo real» (Jon Sobrino) y, dentro de él, la realidad desnuda y cruda de los pobres. No basta a la Iglesia proponer insertarse dentro del mundo. Es necesario preguntarse dentro de qué mundo (Gustavo Gutiérrez). ¿Del mundo del 20% de los privilegiados o del mundo del 80% de los excluidos? Del lado de estos está la óptica evangélica para leer la totalidad de la realidad, que se constituyó en el principio hermenéutico de una teología exenta de cinismo ante el sufrimiento del pobre. Es en confrontación directa con el mundo de los crucificados que nuestra tarea de transfiguración de todo lo que se encuentra desfigurado, aparece de forma histórica y concreta.

Una tercera recomendación importante remite a la necesidad de clarificar mejor los objetivos del Foro de Teología y Liberación. Se sugirieron tres: primero, ser un espacio de encuentro para teólogos que trabajan en la perspectiva de la liberación; segundo, propiciar la interacción entre prácticas liberadoras y sus agentes y la reflexión teológica; y, tercero, constituirse en un esfuerzo de presencia pública de la teología en el seno de la sociedad, más allá del espacio eclesial o confesional. Sin duda, en un mundo globalizado, la producción teológica no ha de restringirse a los retos de una determinada región. La mundialización universaliza igualmente retos, otrora regionales. Se amplía el horizonte de una teología contextualizada. Por eso es preciso escuchar diferencias y articular un discurso más narrativo de experiencias concretas, que de conceptualizaciones académicas.

Es momento de que la teología vuelva a detenerse con nueva mirada sobre lo pre-teológico, esto es en las prácticas liberadoras de la fe, mismas que cambiaron sustancialmente en los últimos tiempos. Y, desde allí, asumir su papel profético en el seno de una sociedad, carente de voces y prácticas que sean motivo para los pobres de continuar esperando.

Una cuarta recomendación tiene que ver con la periodicidad del Foro. En el seno del Comité Internacional hubo voces que se pronunciaron en favor de su realización cada cuatro años, por dos razones: una, por el hecho de la mayor lentitud de la reflexión teológica con relación a los acontecimientos socio-culturales, en un mundo en acelerado proceso de transformación; otra, por el peso sobre los hombros del Comité Organizador, encargado de la organización y la búsqueda de financiamiento. No obstante, para la mayoría de los miembros del Comité el Foro debería realizarse cada dos años, por lo menos hasta que su metodología esté mejor diseñada y consolidada.

Y, más que eso, además de los foros mundiales, a ejemplo del Foro Social, es necesario asimismo ir creando una mentalidad favorable a la realización de foros locales y regionales. Ahí sí se podría pensar en la realización de foros mundiales cada cuatro años. También se planteó la hipótesis de efectuar el foro de teología después del foro social, sobre todo para propiciar la participación, ya financiada, de más gente. Con todo, se optó por mantenerlo en la semana anterior, esto para no dispensar a la teología de la obligación de creatividad y para no hacer de los teólogos meros intérpretes y comentadores de lo que pasa en el Foro Social Mundial.

El soporte organizativo

Como toda iniciativa de tal envergadura, el soporte organizativo se va diseñando en el caminar de acuerdo con las necesidades y posibilidades que se presentan. Hasta el momento, cuatro estructuras dieron sustentación a los foros: un Comité Internacional, promotor del evento; el Secretariado Permanente, con sede en Porto Alegre; un Comité Local temporal, constituido en el lugar donde se realiza el encuentro; y un Grupo de Entidades de Apoyo, que garantice su financiamiento.

Con la celebración del segundo foro, la experiencia apuntó hacia la necesidad de una reestructuración de la organización. Continúan existiendo los Comités Internacional y Local, así como el Grupo de Entidades de Apoyo, sin embargo se decidió reforzar el trabajo del Secretariado Permanente. Este pasa ahora a ser el Comité Organizador, integrado por instituciones académicas próximas a Porto Alegre y por Amerindia, respaldado por un Comité Consultivo constituido por personas inspiradoras del Foro.

La realización del Foro de Nairobi se asentó sobre tres estructuras: el Secretariado Permanente, que contó al frente con el eficiente trabajo de Luiz Carlos Susin, respaldado por la experiencia de Sergio Torres, inspirador, junto con Leonardo Boff, del Foro Mundial; el Comité Local, presidido por Mary N. Getui, impecable en la organización, logística y coordinación de los trabajos; y un Comité Teológico que ayudó a coser las reflexiones durante el evento, integrado por L. Magesa, Tereza Okure, K. C. Abraham y Eugene Goussikendey (África); Diego Irarrázabal y Agenor Brighenti (América Latina); J. J. Tamayo (Europa) y Denise Couture (Canadá).

Dos momentos trascendentales del Foro

No podríamos terminar este relato sobre el segundo Foro Mundial de Teología y Liberación, efectuado en Nairobi, sin tejer un breve comentario sobre dos momentos trascendentales de la actividad: la visita a Kibera y Gorogocho y la presencia y alocución del arzobispo surafricano Desmond Tutu, cerrando los trabajos del Foro.

La visita a Kibera y Gorogocho

El Foro de Teología y Liberación de Nairobi se abrió con un análisis de la realidad socio-económica global a cargo de François Houtart. Él llamó la atención hacia la lógica nefasta del sistema liberal-capitalista globalizado, basado en el «consenso de Washington»: libertad de mercado en un mundo desigual, con ventaja para el más fuerte, en una especie de darwinismo social. Las consecuencias más dramáticas son: el desempleo, el desmantelamiento del sindicalismo, el Estado como un costo y no como un servicio, el saber (universidades) en función del lucro (multinacionales), el desastre ecológico, la militarización del planeta por el control de los recursos naturales y, en el plano cultural, el individualismo como un valor supremo, entre otras.

El resultado es un escándalo: un 20% de la población mundial concentra el 82,7% de la renta, mientras que el restante 80% solamente recibe el 17,3% de la renta. A pesar de eso, muchos piensan -incluida la Enseñanza Social de la Iglesia- que el sistema liberal-capitalista puede ser humanizado, reformado, cuando la única salida es deslegitimarlo. Una esperanza es la creciente resistencia en el mundo entero, tal como se manifiesta en el Foro Social Mundial. La salida es crear una voluntad política y pasar de la conciencia a la acción, a través de un nuevo sujeto histórico de las proporciones de una sociedad civil mundial.

No obstante el dramatismo del cuadro, es muy diferente oír eso en una sala, sentados en confortables butacas, equipada con todos los recursos audiovisuales modernos, entre personas pertenecientes al 20% de los privilegiados, que ver con los propios ojos la realidad desnuda y cruda del 80% de los excluidos.

Pues bien, el Foro de Nairobi expuso a sus participantes al choque de esta realidad, propiciando una tarde entera de convivencia con contingentes humanos, escoria de la humanidad. Nairobi cuenta con un millón y medio de habitantes, el 50% de los cuales se reparten apenas el 5% del territorio en las barriadas miserables de Kibera y Gorogocho. Se dice que en Kibera, la mayor barriada miserable de África, viven setecientas mil personas en el interminable amontonamiento de chozas de barro cubiertas de zinc, cortado por callejuelas que, además de pasaje, sirven de basurero, lugar de comercio, de paseo, de escurridero de la cloaca a cielo abierto, de la conversación gratuita y alegre, de audición de música, etc. No hay agua entubada ni luz eléctrica. Olores de toda índole -desde heces a frituras- agreden el olfato del visitante. Impacta la ausencia total del Estado. No hay un solo servicio público, así sea de transporte a una escuela, un puesto policial o de salud. Huérfanos de la sociedad, les queda la creatividad en la informalidad, manifiesta en la infinidad de puestos de venta de alimentos, de peluqueros que velan por la autoestima o de carpinteros y cerrajeros que construyen un banco, una cama o una silla, etc. Al contrario del mercado de la economía liberal-capitalista globalizada, la oferta y la demanda acontecen aquí entre iguales, con división de la renta en la fuente.

Sin embargo, después del choque viene la grata sorpresa. Kibera no es solamente eso. África no es apenas un continente que muestra miseria y sufrimiento. Es increíble, pero para entrar en Kibera, la gente puede dejar el miedo en casa. Una tarde entera caminando por callejuelas repletas de gente y ningún acto de violencia o agresión, visto o sufrido; ningún pordiosero, al contrario, niños ofreciendo hospitalidad, mujeres sonrientes vendiendo sus productos, jóvenes flirteando animados, viejos sentados, venerados, resueltos a no contar más sus parcos años.

En Kibera conviven veinticuatro pueblos con sus idiomas y culturas propias, algunos de ellos refugiados de países vecinos. Y continúan llegando, de Sudán o de Somalia, porque allí hay lugar y acogida para todos. Todo es desconcertante, sin lógica, un caos no caótico, creativo. La gente entra en Kibera con sentimiento de pena y sale con sentimiento de admiración, pues esa gente nos remueve las entrañas de misericordia. ¿Cómo saber de dónde les viene la alegría de vivir, la capacidad de acogida, la vitalidad y la fuerza para luchar, el coraje y la esperanza contra toda esperanza? Son los pobres también interpelando la fe, al teólogo, a la teología. Constituyéndose en principio hermenéutico de la revelación y lugar teológico para hablar de Dios (Jon Sobrino). Son los excluidos erigiéndose como instancia ética, clamando por responsabilidad. No sólo la de los otros, sino igualmente la de cada uno.

La gente ve y va aunque, impotente, desconcertada, silenciosa, avergonzada por ser Iglesia, a veces, sin entrañas y profetismo, otras veces, con el corazón inquieto y lleno de compasión. No obstante, existe un hilo de esperanza. Los habitantes de Kibera son huérfanos de sociedad, pero no de Iglesia. Huérfanos, pero no solos, ya que les sobra solidaridad y repartición, tal como testimonia la presencia cristiana y de otros credos. No se hace mucho y hasta resultan insignificantes las múltiples iniciativas, que van desde la asistencia a la promoción humana. Aun así, se hace lo esencial, primero dejándose evangelizar por los pobres; después siendo presencia gratuita, tal como la presencia de Dios en nuestra vida. En un mundo mercantilizado es edificante ver personas con la osadía de testimoniar que las cosas más importantes en la vida son aquellas que no sirven para nada, que son imposibles de comprar. Lo esencial resistirá siempre al mercado. Y es fundamental que ello esté siempre presente en los foros de teología, así sea de forma chocante como en Kibera. Los teólogos no pueden hacer de la academia un lugar teológico. Si los pobres y su mundo no se constituyen en el locus theologicus por excelencia, la teología habrá dejado de cumplir su primera misión: dejar a Dios ser Dios, que sigue revelándose en los pobres.

La alocución de Desmond Tutu

África no es únicamente miseria y sufrimiento. Es sobre todo reserva cultural, espiritual, de valores profundos. En su gente no hay lugar para el pesimismo. Ella es fuente de vitalidad y esperanza. Es mosaico de pueblos, culturas y religiones. De verdaderos héroes anónimos y reconocidos, referencia ética, como Nelson Mandela. Ella es también Desmond Tutu, a quien los organizadores del Foro tuvieron la feliz idea de invitar para cerrar los trabajos de la semana.

El arzobispo, teniendo una Biblia en la mano como único bagaje, llegó y fue introducido por Sergio Torres, chileno, quien hizo un paralelo entre Augusto Pinochet -exterminador de esperanza-, y el profeta que se levantó con su pueblo contra el apartheid -heraldo de la esperanza en un mundo de hermanos de todos los colores-. Tal como Nelson Mandela, cuyas décadas de prisión, en lugar de endurecerle el corazón forjaron un activista humilde y pacífico, Desmond Tutu, como el sándalo, sólo exhala perfume de los golpes sufridos. Sin guardar siquiera una gota de odio hacia los blancos, él es un negro sonriente, de un corazón de todos los colores, habitado por la virtud del humor, expresión de la felicidad de Dios.

Durante más de una hora, el obispo negro capturó al auditorio entre carcajadas y lágrimas, reflexión y oración. Tenaz como un roble, confiesa que a pesar de la larga y tortuosa lucha con su pueblo contra el apartheid, desde el primer momento jamás dudó de que vencerían, pues estaban ciertos de la presencia de Dios en medio de ellos. Y Dios no falló, ya que la pasión de Jesús, prolongada en la pasión de negros ignorados por hermanos blancos, se hizo resurrección en un nuevo orden jurídico. Resurrección, sin embargo, que se procesa en dolores de parto, en lo cotidiano de un largo caminar, haciendo aterrizar, poco a poco, el ideal del Reino de Dios en la realidad de una nación que ensaya vivencias de un mundo de hermanos.

Sin dejarse tentar por los efímeros laureles de la victoria, el obispo negro, de manera realista, se pregunta si África del Sur, hoy, está mejor que aquella de antes del fin del apartheid. Ayer, había blancos que excluían; hoy, en un mundo globalizado, continúa un sistema que segrega y victimiza, que excluye y levanta muros que separan hermanos del mismo color. La lucha es larga y compleja, puesto que si ayer implicó un enorme esfuerzo para explotar el apartheid que estaba fuera, hoy no es menos fácil superar el apartheid de un sistema inicuo y de actitudes personales que cargamos dentro de nosotros. De ahí la urgencia y la necesidad de «hacer la revolución como un perdonamiento» (González Faus). No son solamente los otros, los opresores, quienes necesitan de conversión. También las prácticas liberadoras son tocadas por la condición humana y están marcadas por la incoherencia, los personalismos y protagonismos. Se requiere humildad para dejar que el mismo ardor que nos mueve a liberar a los otros, nos lleve a acoger la gracia que nos libera a nosotros mismos. Y entonces, liberados, podremos ayudar a los otros a liberarse.

Traducción: Guillermo Meléndez

* Agenor Brigenti es Doctor en Ciencias Teológicas. Director del ITESC. Miembro del Comité Organizador del Foro, representando Amerindia

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