Iglesia y democracia -- Carmen Mata Barreiro

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El País

En una sociedad democrática, la ciudad es un espacio plural, en el que conviven personas de distintas clases sociales, ideologías, creencias y valores. El día 28 de diciembre, por segunda vez, en la capital del Estado español, aconfesional, una plaza, la de Colón, se convierte en escenario de una ideología, de la materialización de una creencia y de la puesta en escena de una doctrina. En este espacio, la Iglesia católica intenta imponer sus valores, negar derechos y libertades, reconquistados con mucho esfuerzo, y, sobre todo, intenta recuperar el poder.

En un país en el que la Iglesia católica ha sido, en su gran mayoría, cómplice de una dictadura sanguinaria, ha apoyado la represión y ha cultivado la misoginia y los valores machistas, esta institución pretende imponernos a todos una concepción de la vida y de la sociedad, expuesta como la única válida. Nadie impide que se defiendan valores y creencias en los púlpitos de las iglesias, del mismo modo que en sinagogas o mezquitas, como ocurre en otros países democráticos.

Pero el espectáculo, anacrónico, de la plaza de Colón debería impulsarnos a exigir y a exigirnos más madurez, más pluralidad, preservando la ciudad como un espacio polifónico, de diálogo, de libertad y de respeto, y evitando que se convierta en un espacio en el que se exponen discursos acusadores y excluyentes que invitan a negar el valor de la democracia conseguida con el esfuerzo del trabajo y de las vidas humanas.