El Mundial 2010 nos ha traído una nueva hornada de ídolos ligados al balón-pié. Y por si esto fuera poco, la prensa y demás programas del corazón están de enhorabuena. Con la parejita “C.C.”, (Casillas-Carbonero), ya tenemos actualizado y en versión española, el mito “B.V”, (Beckham-Victoria). Salud, dinero, amor pomposo,… con unas gotas de solidaridad.
¡Cuanto glamour! Difícil no sentir el escozor de la sana envidia que hacen flotar en el ambiente. Fuera de bromas, la verdad es que estos chicos han hecho una gran hazaña futbolística y merecen toda la consideración de los aficionados al deporte rey. Por lo demás y dejando a un lado su suculenta cuenta corriente, como ellos mismos suelen decir, son gente normalita. Quizá por eso es más espectacular verles corretear por el campo que oírles repetir las mismas tonterías delante de un micrófono.
La idolatría en torno a estos artistas está ahí… ¿y el misterio? Yo diría que en los rostros de los no-ídolos con quienes te cruzas todos los días por la calle. Eso es otro mundo, no tan mágico. No hay que fijarse demasiado para intuir en ellos algún tipo de fuerza interior que les permite sobrevivir sin tanto mimo, con mucho menos dinero y con la salud mas descuidada. ¿Qué le queda a la buena gente? El hechizo de poder amarse a ellos mismos y a los demás. Probablemente, desde su aparente insignificancia, están más cerca de un amor discreto, sencillo, gratuito, solidario, etcétera, verdadero manantial de vida auténtica. Una vida profunda que no necesita de confetis ni burbujas, porque desarrolla su fantasía en el interior de cada persona. ¡Palabras! ¿Desesperado consuelo para perdedores o un horizonte de esperanza para todos? Supongo que habrá respuestas para todos los gustos. Aún así, seguro que estaremos de acuerdo en una cosa: la felicidad, el tesoro de una vida plena, no se compra con dinero. ¡Quizá el bueno de Maradona podría explicárnoslo!
Ya hemos mentado la bicha: el misterio de la felicidad. Esto si que es un salto olímpico hacia un discurso mucho más trascendente. Y el caso es que semejante deriva a mi personalmente me engancha. Sin acceso al mundo mitológico de los ídolos, tiene que haber alguna solución a mis ansias de vivir una vida en plenitud. Siempre queda el recurso al paraguas de la religión pero, en los tiempos que corren, esto se nos ha complicado bastante. Nuestra Iglesia institucional se ha atrofiado y se nos ha alejado tanto al común de los mortales, que hoy en día se oyen o leen cosas hasta ahora impensables. Por ejemplo, que no es una buena idea enviar a Misa a quien busca un lugar donde saciar su sed de Misterio.
El verdadero templo es el interior de las personas y en sus experiencias será más fácil encontrar modos alternativos de vivir, bien alejados de cualquier tipo de idolatría. No nos engañemos, nuestras iglesias parroquiales se han convertido en centros de reuniones y actos sociales. Juegan a conservar tradiciones y languidecen entre funerales, bodas, bautizos, primeras comuniones y demás ceremonias. Es como si dieran prioridad a las formas y se olvidaran de hacer florecer experiencias vivas de fraternidad y compromiso solidario. Es curioso observar como van realizando esta labor muchas ONG. En ellas es más fácil encontrar gente feliz que ha penetrado en el Misterio a base de compasión y amor servicial a los más necesitados