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En el primer artículo dedicado a la compasión hice una descripción de las
principales brechas que generan mayor injusticia y la desigualdad a nivel local y global
en el mundo actual. En el segundo mostré cómo la pandemia no afecta a todas las
personas, grupos humanos y clases sociales por igual y me referí a los que les afectaba
de manera más agresiva y violenta. En este hablaré de la necesidad de historificar la
compasión y traducirla social y políticamente para que no se quede en un sentimiento
vaporoso de pena o lamento ineficaz.
La compasión no puede solo quedarse en el terreno individual, personal, no
siquiera en el interpersonal e intersubjetivo; debe historificarse, contextualizarse en
cada momento histórico y responder a las situaciones cambiantes de la injusticia y del
sufrimiento eco-humano, a los desafíos que plantea la realidad en cada época de la
historia y en cada encrucijada de la vida.
Ellacuría elaboró el método de historización de los conceptos teológicos y
filosóficos, que debe aplicarse también a la compasión para que no se quede en una
actitud de pena y lamento. He aquí algunos de los fenómenos que caracterizan el
contexto en que ha de historificarse y practicarse la compasión a través de la lucha
contra:
– el colonialismo, el neocolonialismo.
– el imperialismo y el supremacismo, que mantienen a los pueblos del Sur global
en situaciones de dependencia a todos los niveles: cultural, económico, político, etc.
– el modelo económico capitalista basado en la ideología neoliberal, que fomenta
la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, crea una sima cada vez mayor
entre ricos y pobres, excluye a 2/3 partes de la humanidad del bienestar y se muestra
insensible al sufrimiento de la naturaleza y de las mayorías populares;
– el patriarcado político y social, que limita los derechos de las mujeres, y el
patriarcado religioso, que no las reconoce como sujetos; el patriarcado recurre
sistemáticamente a la violencia contra las mujeres en sus múltiples manifestaciones:
simbólica, física, sexual, laboral, doméstica, religiosa, laboral, familiar, siendo sus
formas más extremas la trata de personas, la prostitución y los feminicidios, que se
producen por odio a la vida de las mujeres;
– la depredación de la naturaleza por mor del modelo de desarrollo científico
técnico de la Modernidad, que convierte a la naturaleza en bien sin dueño y en objeto de
uso y abuso en beneficio de los eco-cidas;
– la corrupción instalada en la cúpula de las instituciones, de los gobiernos, de
los Estados;
– el racismo y la xenofobia;
– las personas y colectivos desplazados, inmigrantes y refugiados que claman
justicia, acogida y hospitalidad y lo que encuentran es rechazo, insolidaridad, sobre todo
por ser pobres;
– el fundamentalismo en sus diferentes campos y manifestaciones: religioso,
político, económico, cultural, científico, etc.;
– el terrorismo por motivos religiosos, que mata en nombre de Dios;
– la violencia del sistema, que Ellacuría llamaba ?violencia primera, originaria??;
– el epistemicidio: destrucción de los conocimientos y saberes de los pueblos
originarios.
Manifestaciones de compasión en tiempos de pandemia
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus está desembocando en una crisis
económica y social, que requiere manifestaciones concretas de compasión. Sin ser
exhaustivo, propongo algunas en las que coinciden los diferentes colectivos sociales,
abiertas a las sugerencias y aportaciones de las lectoras y lectores de este artículo:
– Crítica del modelo neoliberal, que, según el papa Francisco, promueve ?una
economía de la exclusión y la inequidad??, considera al ser humano como un bien de
consumo de usar y tirar, practica la cultura del ?descarte?? y convierte a las personas
excluidas en ?desechos y sobrantes??.
– Legalización de las personas migrantes sin papeles, que en este momento son
las que, por su situación de precariedad, corren más riesgos de contagio, reconocerles
los derechos civiles, políticos, educativos, sanitarios, sociales y culturales sin
discriminación de ningún tipo.
– Creación sin demora del salario vital con carácter permanente. El Papa
Francisco ha defendido en la Carta dirigida a los Movimientos Sociales ?un salario
universal para las personas trabajadoras informales, independientes o de la economía
popular??, que ?no tienen un salario estable para resistir en este momento que las
cuarentenas se les hacen insoportables??. Sin embargo, la Conferencia Episcopal
Española, en la persona de su Secretario General, Luis Argüello, ha rechazado
expresamente que el salario vital sea permanente, situándose en contra del Papa
Francisco y de Caritas y provocando un rechazo generalizado por su insolidaridad con
los sectores más vulnerables.
– Solidaridad interregional entre las diferentes comunidades autónomas de
nuestro país y entre los países que forman la Unión Europea para que el nombre de
?Unión?? no se quede solo en una palabra vacía de contenido, sino que se convierta en
realidad y se traduzca en apoyo a los países que están sufriendo de manera más aguda la
pandemia y cuyas consecuencias están siendo dramática y más que lo serán cuando
salgamos de ella.
– Máxima protección de todas las personas que trabajan en residencias de
personas mayores y centros sanitarios, que son ejemplo de entrega y dedicación
incondicionales en situaciones de peligro para su salud y su vida.
– Respuesta rápida y eficaz de los gobiernos y refuerzo de las medidas de
prevención, protección y reparación de las mujeres ante el incremento de las denuncias
de violencia de género durante el confinamiento doméstico, que pone todavía más en
riesgo su integridad física y psíquica y su vida, así como las de sus hijos e hijas.
– Protección especial de las personas con problemas psicológicos y psiquiátricos
(depresión, angustia, culpabilidad, demencias??)
– Contención en el consumo, austeridad solidaria y compartida para que todas las
personas tengan cubiertas las necesidades básicas y vivan con dignidad.
– Solidaridad con el dolor de las víctimas y acompañamiento a las familias que
han perdido a sus seres queridos.
– Intensificación de los lazos de convivencia y solidaridad vecinales, con
atención a las personas más vulnerables por edad, enfermedad, discapacidad, soledad,
indigencia, etc.
– Colaboración y difusión de cuantas iniciativas culturales y sociales contribuyan
al bienestar de la ciudadanía en estos días de aislamiento.
Por parte de las religiones:
-Poner todos sus recursos institucionales y personales al servicio de la
ciudadanía: locales, centros sanitarios, profesionales, medios económicos: es el mejor
ejemplo del compartir que pueden ofrecer.
– Convertir los espacios religiosos en ?hospitales de campaña?? al servicio de las
personas contagiadas y de las personas profesionales de la salud.
– Huir de los mensajes fatalistas y de las interpretaciones que presentan la
pandemia como ?castigo divino??, transmitir esperanza, generar confianza y acompañar a
las familias en el dolor por la pérdida de los seres queridos de quienes no pueden
despedirse por las medidas de confinamiento.
– Practicar el cuidado con las personas, los colectivos y las clases sociales más
vulnerables, valor y virtud comunes a las diferentes éticas, religiosas y laicas.
– Cumplir de manera estricta las normas de confinamiento dando ejemplo de
civismo, renunciando a la celebración de actividades religiosas con asistencia de público
y priorizando las prácticas de fraternidad-sororidad presentes en todas las religiones.