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Ramiro Pàmpols, sj. en Haití: «El aluvión de dólares puede dificultar un crecimiento justo y armonioso del país» -- Carme Munté

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Catalunya Religió

El jesuita Ramiro Pàmpols, cura obrero jubilado y subdirector de la red Fe y Alegría en Haití es testimonio directo de la resconstrucción que vive el país después del terremoto, hace ya dos meses. Pasa el día en el noviciado de los jesuitas en Puerto Príncipe, donde se encarga del almacén de medicinas procedentes de la ayuda internacional y que posteriormente se reparten a los hospitales y dispensarios de Haití. Aunque no ha sido personalmente víctima de del seismo, no puede olvidar tantas escenas de dolor y sufrimiento. Prefiere «guardar un silencio que tiene que ver con una oración a Cristo de una escuela de Puerto Príncipe donde murieron casi todos sus 300 alumnos y que se quedó rota y sucia en las ruinas de la capilla del colegio».

¿Cuál es la situación de Haití dos meses después del terremoto?
Sólo puedo ofrecerte algunas pinceladas, en la medida que me lo permite mi situación en el país, pues estoy todo el día en el Noviciado de los jesuitas haitianos, como responsable del almacén de medicamentos que distribuyo a los hospitales y dispensarios de Haití. Se trata de ayudas internacionales, llegadas de República Dominicana, Italia, Puerto Rico, Portugal,…

Respondiendo a tu pregunta creo que muy lentamente se va dando una recuperación del país. Por ejemplo, ya tenemos luz pública en las algunas calles y en las casa en que existe instalación eléctrica (que son una minoría), se van limpiando las calles de los cascotes de las casa s y se derriban por completo las que quedaron semiderruidas por el seísmo.

Algunos negocios han comenzado a trabajar hace ya unos días: bancos, estaciones de gasolina, comercios pequeños, y especialmente las vendedoras de las calles que colocan a lo largo de las aceras de toda la ciudad productos vegetales, frutas carbón de leña, ropa de segunda mano, etc. Y “golosinas” que llaman pomposamente “bombones
” y son simples galletas…

Sin embargo, lo que define más a Port-au-Prince es la gran cantidad de campamentos extendidos por toda la ciudad, en los que malviven millares de familias. Es cierto que se han distribuido tiendas de campaña, aunque no para todo el mundo, pero no existen servicios mínimos en estos espacios improvisados en medio de la ciudad y en zonas peligrosas cuando llueve intensamente.
Falta luz, letrinas, agua (aunque llegan algunos camiones cisterna), servicios médicos, recogida de basuras unos espacios suficientemente amplios que eviten la promiscuidad existente, los ruidos durante la noche,…

Este será el gran reo del Presidente Preval: aceptar la exigencia de la gente de los campamentos que quiere regresar a sus barrios y no crear nuevas ciudades satélite alrededor de la capital.
El resto del país, aparte de algunas ciudades muy castigadas también como Leogane, que vive el mismo drama de la capital: hospitales destruidos y casas desplomadas, ha empezado hace ya días su vida normal, en la medida en que puede hablarse así.

Quienes no lo han hecho son las víctimas del terremoto, las familias respectivas que les cuidan, o quienes están todavía psicológicamente traumatizados.
Esto es tan así, que casi todos los haitianos aun duermen enfrente de sus casas, incluso de aquellas que siguen en buen estado. Yo duermo dentro de casa desde el primer día, pero reconozco que se trata de una reacción “cultural”…

En la capital ¿Se ha recuperado ya la normalidad?
Creo que he respondido ya a esta cuestión. Sí, se vive ya una cierta normalidad en Port-au-Prince. Teniendo presente que, a mi parecer, se dan dos tipos de personas: aquéllas que desde bien pronto, casi al día siguiente, empezaron tanto a caminar por las calles, como retomando la costumbre de los pequeños mercados vecinales para ganarse la vida diaria: son los trabajadores y trabajadoras de la economía informal que en Haití alcanza a un 80% de la población, especialmente femenina, y los que se han quedado casi encerrados en los campamentos, esperando la ayuda estatal o de las ONGs y quienes cuidan los heridos víctimas del terremoto.

¿Cuáles son las necesidades de la población, especialmente de los niños y las mujeres?
Son las de siempre…las que podríamos llamar “estructurales” y que ya estaban presentes antes del terremoto y que ahora se han agudizado más: una vivienda en condiciones mínimas de seguridad y salubridad y disponer de un trabajo para ganarse la vida dignamente.

Las mujeres y los niños sufren más la angustia de poder comer alguna cosa durante el día., aunque sea tan solo una vez. Por esto las madres salen a la calle para vender cualquier cosa…Actualmente el 14% de la población del país, tiene de 1 a 14 años.

En este momento queda por resolver el problema escolar. Se están organizando escuelas en los campamentos a cargote la UNICEF y otras ONGs nacionales o internacionales que están sobre el terreno y tienen experiencia docente. Nosotros, como Movimiento escolar Fe y Alegría extendido por toda América Latina, también estamos presentes en siete de los dieciséis grandes campamentos que tiene la ciudad. Este mes de marzo realizan actividades paraescolares que preparan el inicio (o la continuación) del curso escolar en el mes de abril.

Las demás escuelas de Port-au-Prince harán lo mismo, mientras el resto del país ya recomenzó las clases hace algunas semanas. Me dicen, sin embargo, que los niños no suelen entrar en las aulas, donde existen, por orden de sus padres…

¿Están protegidos los niños, en especial los huérfanos?
La pregunta sobre la protección de los niños es una pregunta delicada. Ya sabéis por la prensa internacional que Haití impidió la salida del país a 30 niños recogidos por una ONG confesional. Parece que ha sido un caso de alarma excesiva, ya que los responsables han sido puestos en libertad poco después.

Como hay madres que no pueden segur alimentando a sus hijos, los llevan a los orfelinatos. El problema se plantea cuando los potenciales adoptantes tienen conocimiento de este hecho.
Tengo entendido que el Gobierno español no dispone de un protocolo de adopción de niños haitianos, por esta razón. Después de consultarlo con la Embajada me han dicho “que se han suspendido” hace ya cierto tiempo los trámites para poder adoptar aquí.

Supongo que a causa del seísmo, ha aumentado el número de huérfanos y es cierto que hoy por hoy, el estado haitiano no es capaz de dar una respuesta adecuada esta grave necesidad humanitaria.
Existen en este momento algunas ONGs que intentan poner en marcha algun orfanato. Por ahora ayudan a paliar esta situación la creación de comedores populares para niños de la calle y huérfanos. La ONG Tiravira de Terrasa, ha creado uno en Ouanaminthe.

¿Cuál es la actitud del Presidente y del Gobierno?
La reacción de Preval y de su Gobierno ha ido mejorando poco a poco con el paso de los días. Inicialmente hubo un silencio absoluto. Ni siquiera se creó un gabinete de emergencia en las primeras 24 horas.

Me imagino que la presencia de las legaciones de otros gobiernos forzó a Preval a hacerse más presente en un drama que evidentemente, le superaba por completo
El propio Palacio Presidencial de la nación se vino abajo, como un símbolo de este descalabro físico y moral.

Después, cuando ha tomado la palabra, creo que lo ha hecho con acierto. En primer lugar, con motivo de la visita de Lula a Haití, aceptando visiblemente el apoyo del líder latinoamericano, pienso que por encima de otros liderazgos tradicionales de América. del Norte.
Luego, entrando en diálogo con la población víctima del seísmo, que le ha reclamado reiniciar su vida en sus barrios de origen y no en otros espacios de la ciudad o fuera de ella.

Finalmente, ha hecho en estos días unas declaraciones, a primera vista sorprendentes, pero lúcidas, pidiendo una disminución de la ayuda alimentaria internacional que corre el riesgo de impedir la autonomía de los propios campesinos haitianos, en la producción de los alimentos básicos.
La fértil zona del Artibonite los campesinos se ven obligados a almacenar el arroz en detrimento del que llega de los EE.UU., aun en forma de donación.

No se puede eludir el grave peligro que supone disponer ahora más que nunca de centenares o más, de millones de dólares. Puede llevar al país hacia una dirección radicalmente equivocada: acabar de convertir en crónica su dependencia del exterior.

Esta dependencia no incluye tan sólo la dimensión económica (dependemos en estos momentos del exterior en un 60% para la obtención de los alimentos básicos), sino muy particularmente la dependencia política, más insidiosa al no manifestarse tan abiertamente.

Entiendo que no es fácil valorar objetivamente el conjunto de ayudas que está recibiendo Haití, antes y después del terremoto y que va a ampliarse después de las tres Conferencias Internacionales en Santo Domingo, con los expertos, en Nueva York y Washington con los Jefes de Gobierno, entre este mes de marzo y abril.

Insisto en que este alud de dólares puede más bien dificultar un crecimiento armonioso y justo del país, sometiéndole a influencias políticas nunca del todo claras, especialmente cuando llegan desde el Primer Mundo americano o europeo.
Ojalá las palabras de Preval fueran como un revulsivo ante esta eventualidad!


¿Ha sido bien gestionada esta ayuda?

Este es otro gran capítulo, difícil de abordar. Mucha gente se expresa diciendo que Haití es un país “fallido”, es decir, tiene una unidad geográfica, con una historia propia (el primer país negro en lograr su independencia), una lengua, una cultura, una particular religiosidad,…pero que hasta ahora no ha sido capaz , aparte de algunos breves períodos anteriores, de ser una Nación-Estado.

Haití es como un gran cuerpo humano, sin brazos ni piernas: le fallan las instituciones y los canales propios de un Estado con sus funcionarios, tanto en el gobierno central como en sus Departamentos y municipios, que harían llegar la sangre del corazón al resto del cuerpo.

Si a esto añadimos una especie de subcultura de la corrupción que cubre desde el Estado hasta una buena parte de las actividades económicas y de la administración de la justicia del país, tenemos una perspectiva bastante preocupante y cuáles son los nuevos retos de Haití a partir de ahora.
Por esto se oye hablar más de “construcción” que de “reconstrucción” como un síntoma en esta buena dirección.

Evidentemente, este tema reclama una profundización más matizada que una entrevista no es capaz de proporcionar…

¿Cuál ha sido y es en este momento, la actuación de la Iglesia?

La actuación de la Iglesia creo honestamente que ha sido, en conjunto, bastante débil. Es cierto que ha sufrido pérdidas muy sensibles, desde personas como el arzobispo de Port-au-Prince, muerto en su propio despacho en el momento del seísmo, hasta casi setenta sacerdotes, religiosas y religiosos, muchos de ellos jóvenes estudiantes, sin contar el enorme número de fieles fallecidos en aquellos trágicos segundos. La misma Catedral, también destruida, es como un símbolo del alcance que ha tenido para el pueblo católico de Haití.

Sin embargo, considero que apenas se ha levantado una voz que se haya hecho sentir con claridad, viniendo de la Iglesia Jerárquica.
Es cierto que Justicia y Paz ha publicado una especie de Carta, dirigida al Gobierno de la Nación, desde el Presidente, el Primer Ministro y a los Diputados y Senadores del país, señalando con fuerza, cuáles son las urgencias del momento.

Tal vez, es el único documento que se hecho eco de este gran siniestro.
Tengo que añadir que Caritas Haití y el CRS (Catholic Relief Services) y algunas Congregaciones Religiosas (nosotros entre ellas, con el Servicio Jesuíta a Refugiados y las escuelas Fe y Alegría), están realizando un esfuerzo importante para paliar los sufrimientos de la población, sin distinción de creencias.

Una llamada desde Haití

Creo que una modesta llamada que puedo expresar a mis hermanas y hermanos creyentes que han vivido desde la solidaridad y la compasión profunda este hecho dramático, me viene inspirada por un médico mejicano, Cuautemoc Abarca, que impulsó activamente en su país el apoyo a los más pobres en el terremoto que sufrió México en 1985.

Nos dijo hace unos días, que “un seísmo no es un mal, es sencillamente la manifestación de la Madre Tierra como un “ser viviente”…

El problema está en nosotros, los humanos, que creamos “sociedades fragilizadas” que no tienen en cuenta a la naturaleza por nuestro egoísmo en no establecer medidas de seguridad ante estas posibles manifestaciones de la naturaleza, conocidas incluso de antemano…En el fondo quiso decirnos que la responsabilidad en estas catástrofes naturales es nuestra y no de la naturaleza.

De esta reflexión quisiera deducir que este terremoto con millares de muertos, la mayoría humildes gentes de Port-au-Prince, debiera ser una llamada a un compromiso por una sociedad y un mundo más justos, que tengan en cuenta no sólo a la misma Naturaleza, con todo cuanto están reclamando los movimientos ecologistas, sino también a los mismos seres humanos, tan ligados a la creación a la Tierra y al derecho de vivir en ella en condiciones de seguridad, de tal forma que el afán por obtener beneficios a toda costa y sin límite alguno, no pase por delante del respeto radical a esta misma Naturaleza y a la Vida humana.

¿Cómo vivo esta tragedia a nivel personal?

Se me pide cómo estoy viviendo esta tragedia…Al no haber sido víctima directa del seísmo, no he sufrido casi ninguna de las consecuencias que está padeciendo tanta gente. Pienso, por ejemplo, en el elevado número de amputados, a veces con las prisas de atender a todos…
Es muy difícil e incluso presuntuoso, ponerse en la piel de una de estas personas amputadas o de una familia que ha perdido casi todos sus miembros en unos segundos, o han vista reducida a escombros su humilde casa de siempre.

Prefiero guardar silencio, que tal vez tiene que ver con una mirada a la imagen del crucifijo de la capilla de la escuela que perdió sus 300 alumnos y que tanto la imagen de Cristo como la Cruz aparecen medio rotos y sepultados junto al resto de las víctimas.

Aunque no es nada fácil identificarse con tanto sufrimiento, ahora prefiero pensar en servir a un pueblo resucitado, diferente al que había antes del terremoto, unido más que nunca por los lazos de una nueva fraternidad, en el que los pobres, que son la inmensa mayoría del país y en especial los huérfanos e inválidos, estén considerados en primer lugar, a pesar de que quienes vienen ahora a ayudarnos no lo entiendan demasiado. Basta con que el pueblo haitiano lo quiera y lo defienda tenazmente.

Ramiro Pàmpols, sj., es un cura obrero jubilado

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