Hacia la utopía matrimonial -- Pedro Serrano García

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La familia
La naturaleza ha configurado a los seres humanos en personas con una doble dimensión, individual y social, donde la madurez la vamos alcanzando en evolución mediante la convivencia en una de las familias que componen la sociedad. Para la Iglesia Católica (Pueblo de Dios), la familia es, a nivel humano, la célula básica de la sociedad; mientras que, a nivel creyente, la familia es la Iglesia doméstica que insertada en la Iglesia diocesana forma, con otras muchas, la Iglesia universal.

Hoy día bastantes sociedades se han abierto a una diversidad de situaciones y concepciones de matrimonio y familia consideradas como avances humanos, aunque no todos estén de acuerdo. El Evangelio, sin embargo, se refiere a la familia compuesta por dos progenitores mediante la unión de un varón y una mujer junto a los hijos nacidos de su unión conyugal, sin que ello suponga oposición, al parecer, a otras cosmovisiones.

Si los seres humanos somos hechos a imagen y semejanza de Dios Misericordioso, deberemos ser amor para alcanzar la posibilidad de ser hijos e hijas de Dios-Padre. Luego toda realización humana, ya sea religiosa, científica, social, democrática, industrial, defensora de derechos humanos??, en fin, toda identidad, actividad y progreso humano han de estar basados y regidos por el amor. El amor nos humaniza, y cuanto más humanos seamos con el prójimo, más semejantes a Dios seremos.

En este sentido, siendo la familia de tanta importancia vital para el desarrollo y madurez de las personas, las sociedades y las religiones, es evidente que la fuerza motora e imprescindible que hace posible la familia, es el amor. Por ello, la sociedad, la cultura, la economía, la ciencia, la política y la religión han de orientarse al servicio de los seres humanos que conviven en familia. De esta forma se posibilita el bien común.

Para la construcción del matrimonio como institución imprescindible para formar la familia, se requiere contar con las capacidades que cada cónyuge ha de perfeccionar responsablemente en la convivencia, pero también han de superar las debilidades que poseen. Muchas parejas permanecen fieles frente a los escollos en la convivencia que van surgiendo, sufriendo con paciencia las flaquezas del cónyuge y gozando de sus fortalezas. Pero otras parejas no llegan a tanto, convirtiendo la convivencia matrimonial en algo inservible y hasta insufrible. Entre los grandes problemas que pueden surgir en el matrimonio, el Evangelio se refiere al adulterio y al divorcio.

Adulterio

La sexualidad es una cualidad maravillosa imprescindible para la realización personal, matrimonial y procreativa de los seres humanos. Pero, sin la debida educación y control sobre la propia naturaleza personal, aunque requiera esfuerzo (Mc 9,43-48), nos puede inducir a desviaciones que producen dolores y tragedias. El materialismo social e inmoral que impera en las sociedades neoliberales donde el ídolo es el dinero, favorece el uso de la sexualidad y la afectividad para indecencias como la trata de blancas, la prostitución, el machismo, la pornografía y otras anomalías deshumanizantes. Por ello, Jesús nos anima a no cometer adulterio (Mt 5,27-30; 18,8-9), pues a la larga nos va a traer menos felicidad y paz que si mantenemos la fidelidad conyugal, aunque cueste, para bien de los esposos y de los hijos, sobre todo si no hay motivos como el adulterio o los malos tratos psicológicos, físicos o sociales que haga imposible la convivencia conyugal.

Divorcio

Evidentemente, el divorcio en el Evangelio es admitido en caso de adulterio, sobre todo si éste es frecuente; pues ello muestra que la unidad matrimonial y la promesa de amor permanente, el cónyuge infiel no llevaba pretensiones de cumplirlo o con el tiempo cambió de aptitud (Mt 5,31-32; Mt 19,9; Mc 10,11-12; Lc 16,18). No obstante, si es posible, el perdón al cónyuge infiel puede ser una posible solución que restañe el deterioro matrimonial y le haga progresar hacia la felicidad y unidad mutua, siempre que haya propósito de enmienda en el cónyuge trasgresor.

Claro, en todo esto hablamos del compromiso conyugal entre dos personas maduras y responsables personalmente para asumir el matrimonio y la educación de los hijos; pues existe en las sociedades modernas muchas uniones de personas inmaduras, caprichosas o egoístas que son incapaces de dominar sus inclinaciones y defectos. Las uniones conyugales entre personas inmaduras y escasamente formadas, dominantes o egoístas, no se puede decir que hayan sido unidas por Dios, ya que les falta el amor, el respeto y la capacidad de entrega, servicio y sacrificio mutuo.

Las sociedades modernas donde predomina el individualismo y la cultura del mercado, lo descartable y lo provisional, influyen mucho en las personas escasamente formadas en humanismo, por lo que hay personas que consideran al matrimonio como un producto más y no están en disposición de asumir las responsabilidades que conlleva el matrimonio.

Capitalismo patriarcal

El capitalismo es el sistema político-económica donde se privilegia la máxima ganancia a favor de la clase enriquecida mediante la explotación a la clase empobrecida. En este sistema injusto y materialista, aunque funcione en el marco de la democracia formal y el reconocimiento jurídico de los derechos humanos, sigue predominando la cultura patriarcal donde se favorece más al varón que a la mujer.

Así pues, el matrimonio cristiano ha de basarse en el mandato evangélico del amor servicial y la igualdad esencial del varón y la mujer según los signos de los tiempos a que se refiere el Concilio Vaticano II. Los esposos cristianos deberán ampliar el amor entre los miembros de la familia a la clase empobrecida para hacer posible el Reino de Dios. Los matrimonios cristianos han de colaborar en la concienciación solidaria, en la ayuda humanitaria, en la reforma de estructuras y en la renovación del sistema capitalista para hacer posible un sistema humanista donde la familia pueda ser verdadera célula viva y amorosa de la sociedad fraterna y de la Iglesia liberadora que hemos de construir, apoyando al movimiento trabajador por la justicia y al movimiento feminista por la igualdad. Otra humanidad