El voluntariado se ha convertido en estos últimos años en un fenómeno de grandes proporciones. Miles de personas, jóvenes y no tan jóvenes, mujeres, hombres, profesionales de todo tipo, han elegido dar una parte de su tiempo y de sus dones al servicio de los demás. Han decidido comenzar un viaje que les conduce hacia terrenos a veces inexplorados. Pero, ¡cuidado!, no es oro todo lo que reluce, el voluntariado no es un paraíso terrenal o una isla maravillosa donde todo es de ?luz y color??. Es un mundo marcado por el dolor y el sufrimiento, por una humanidad herida y abandonada.
Muchos de vosotros os preguntaréis qué tiene que ver el título con lo que estamos leyendo. Y lo hacéis con razón. No vale con hacer el Bien, sino hay que hacerlo bien. Pero, ¿qué es el Bien?¿Qué es hacer el Bien?
La persona que realiza voluntariado debe saber que, al adentrarse en estos mundos, no puede dejar de lado todo lo que lleva consigo: ?no vemos las cosas como son, sino como somos??. Necesitamos unas gafas que nos hagan ver las cosas realmente como son, sin estereotipos ni distorsiones.
Porque ?quien no sabe hacia dónde va, puede llegar a donde no quiere?? y puede arrastrar consigo a todo el mundo que tiene a su alrededor. Antoine de Saint-Exupéry, además de ser conocido por ?El Principito?? tiene páginas de gran sabiduría. Este relato nos demuestra una vez más la necesidad de despertar en el interior de la persona el deseo de hacer el Bien, antes de hacer nada: ?Si quieres construir una nave, no llames a la gente que busca la madera, que prepara las herramientas necesarias, no distribuyas tareas, no organices el trabajo. Primero despierta en los hombres la nostalgia del mar lejano o ilimitado. En cuanto esta sed haya despertado, los hombres se pondrán enseguida a la obra para construir la nave??.
Hacer el Bien es saber mejorar, avanzar y crecer juntos en la solidaridad, el trabajo, la vida. Y vuelvo a repetir que ?no basta con hacer el Bien, hay que hacerlo bien??. Ser voluntario constituye una oportunidad para crecer, para acercarse a la realidad del que sufre. Es una oportunidad para descubrirse a sí mismo, vivir la solidaridad, ilusionarse por la vida e irradiar esperanza. Hacer bien el Bien es hacer lo deseable, lo bueno, lo que perfecciona al ser humano.
Como dice Javier Elzo(1), ?vivimos un período de mutación histórica. En los últimos tiempos hay unos cambios y transformaciones en la sociedad que hacen difícil la percepción de lo que es esencial respecto a lo accesorio. Aquí vale aquello de que el bosque no permite ver el árbol. Nos encontramos en una cultura de la transgresión, de la trivialización, de la ordinariez en muchos medios de comunicación, en la erotización de la publicidad y de los contenidos de las revistas para jóvenes, especialmente las que van dirigidas a las chicas, en la lenta pero persistente deriva de los telediarios de la información política y social hacia la de los sucesos, cuanto mas truculentos mejor.
Hay una nivelación de valores y, más aún, un rechazo a toda jerarquización de valores bajo el sacrosanto principio de que cada cual puede decir y pensar lo que quiera con tal de hacerlo sin violencia y respete los derechos del otro.?? ¿Cómo responder a todo esto? ¿Qué está ocurriendo? ¿Por dónde debemos caminar?
Viajar al fondo
Es necesario realizar un viaje al fondo de nosotros mismos. Un proceso que ayude a consolidar las motivaciones incluye las siguientes etapas(2):
?? La conciencia: poner nombre a las razones que nos han introducido en la experiencia del compromiso, del voluntariado.
?? La purificación: purgar los elementos contaminantes.
?? La profundización: plantearse las razones de la elección.
?? La renovación: la motivación tiene que ser alimentada para que se dé lo mejor de sí mismo y caigamos en ?rebajas fatales».
En este camino de búsqueda de lo mejor para las personas, de encuentro con aquellos elementos que nos pueden ayudar a crecer juntos, la persona voluntaria encuentra obstáculos muy serios. Se encuentra con un excesivo idealismo en las expectativas iniciales en su deseo de hacer el Bien. El impacto de la muerte, del dolor, del sufrimiento por un lado, la falta de estímulos formativos, la no disponibilidad para el debate, la falta de claridad sobre los objetivos colectivos, por otro constituyen obstáculos que hay que librar.
Además, por parte del entorno, muy a menudo hay que vencer la crítica inútil y los chismorreos, los cotilleos absurdos e hirientes. Aquí nos encontramos en ocasiones con los llamados ?dementores solidarios??, haciendo un guiño a los personajes más siniestros de Harry Potter. Personas capaces de absorber toda la alegría y la ilusión por hacer cosas nuevas. Y, por último, los obstáculos en el seno del propio voluntario: la pertenencia a demasiados grupos, el excesivo individualismo, la soberbia, el orgullo también aparecen en los voluntarios como en todos los seres humanos.
Cimientos para el voluntariado
En este camino del Bien el voluntario o voluntaria encuentra la necesidad de poner una serie de cimientos imprescindibles(3). En primer lugar, la gratuidad. En una sociedad egocéntrica, consumista y materialista el voluntario debe ser profeta de la donación. En segundo lugar, la amistad recíproca: ??Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro??. En tercer lugar, la inteligencia del corazón. En cuarto lugar, la humildad: que es una virtud cuando se conjuga con el realismo y con una visión equilibrada de los talentos y limitaciones propios. En quinto lugar, la colaboración: ?trabajar juntos para servir mejor?? y promover la unidad en la diversidad. Y finalmente el humor: porque sin sentido del humor la vida se hace más triste y más oscura.
La persona voluntaria está llamada a mostrar una cultura ética distinta. Son profetas de una humanidad distinta. Da voz a quienes no tienen voz y sabe discernir los modos y los tiempos para ser presencia crítica. Este viaje es toda una aventura. Cada uno es único e irrepetible en su búsqueda del ?Bien??.
1 ELZO, JAVIER, ?Los Jóvenes y la Felicidad??, Madrid, 2006, pág 22
2 PANGRAZZI, ARNALDO, ?Hacer Bien el Bien?? Voluntarios junto al que
sufre, Madrid, 2006, PPC, pag 39.
3 ídem, pag 67.