Grietas en el muro VIII: Un pozo en el desierto -- Comunitat Vallès47

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Cristianismo y justicia

Desde 2009, en el barrio de Sant Andreu, en Barcelona, vivimos formando una comunidad de vida once personas adultas y tres criaturas repartidas en seis pisos de un mismo edificio. También tenemos arrendada una séptima vivienda, «el 3º 2ª», que no ocupamos nosotros sino que la hemos destinado a un proyecto social comunitario.

Antes de 2009, muchos de nosotros ya habíamos compartido la vida en movimientos como la JOC, ACO, MIJAC, CVX; otros, experiencias vividas en América Latina (por ejemplo, a través de VOLPA).

Nuestro modo de organizarnos en lo cotidiano consiste básicamente en que cada casa acoge quincenalmente la asamblea común, dedicamos una oración semanal en un espacio comunitario; acordamos responsabilidades compartidas y rotatorias; participamos en nuestro entorno más cercano, en nuestra misma calle, sin ir más lejos; trabajamos por comisiones cuando la situación lo requiere; diseñamos una economía que queremos que sea cada vez más comunitaria; celebramos retiros que nos ayudan a mirar la comunidad con los ojos de la fe y a proyectar el futuro. En esta revisión se concreta cómo dialogamos, cómo tomamos decisiones, cómo cuidamos los tiempos y espacios comunes, cómo vivimos espiritual y comunitariamente. ¡Es un buen reto!

La dimensión social de la comunidad fue uno de sus pilares ya desde el inicio. Tanto personal como profesionalmente, la mayoría de nosotros estamos relacionados con ámbitos relativos a la educación (formal y no formal), cuidado y defensa de las personas. Y algunos de nosotros ya hemos agradecido experiencias de acogida en nuestros hogares. Así, nos dimos un tiempo de reflexión, de debate y de decisión y en septiembre de 2012 pusimos a disposición de un equipo de profesionales del trabajo y la educación social el piso que queríamos ofrecer como proyecto social.

El proyecto se concretó en facilitar el derecho a la vivienda a una familia compuesta de una madre y sus tres hijos (seleccionada por el equipo de profesionales) una vez había agotado las posibilidades de disfrutar de pisos de acogida de la red pública de protección.

El piso de la comunidad se ha convertido ya en hogar de esta familia. Nuestra comunidad asume el alquiler y la familia los gastos de suministros. El acompañamiento orientado a la autonomía, al empoderamiento, a la búsqueda de empleo, a la escolarización, lo realiza el equipo de profesionales.

Nuestra función no es otra que ofrecer a la familia las relaciones cordiales de solidaria vecindad que se suponen para cualquier otro vecino de la escalera que viva en nuestro edificio.

En el actual contexto socio económico, nuestro proyecto social de piso de acogida es la aportación que podemos ofrecer. Ya que lo que individualmente o en familias de manera aislada sería impensable asumir, de forma comunitaria lo hacemos posible. Es como haber excavado un pozo en el desierto y compartir el agua con otros.

Debemos decir que nuestra experiencia de toma de decisión comunitaria seguramente no sea ejemplar (miedos, incertidumbres, alguna que otra precipitación??). Ha consistido en un discernimiento complejo a veces, pero siempre purificador. Ha exigido un esfuerzo colectivo que quería dar respuesta digna a la necesidad social acuciante que nos implica y abarca siempre. En todo caso, está siendo una experiencia de serena alegría y esperanza, ya que una comunidad tan imperfecta, tan pequeña y limitada como la nuestra, puede dar algo de lo mejor de nosotros mismos, haciéndolo aflorar agua en medio del desierto.