Los entendidos en agricultura afirman que a lo largo historia de la humanidad nunca se han producido tantos alimentos como hasta ahora, en cambio más del 10% de la humanidad sufre desnutrición y hambre. Desde la FAO informan que 854 millones de personas sufren hambre, al mismo tiempo que 1.600 millones de personas sufren de sobrepeso y 400 millones son obesos.
El hambre y el sobrepeso son síntomas de un mismo problema, tanto los famélicos como los obesos están relacionados entre si por el sistema de producción y consumo de alimentos, por esta razón la búsqueda de soluciones para erradicar el hambre en el mundo podría ayudar a prevenir o mejorar las próximas pandemias mundiales (diabetes II y las afecciones cardíacas) ligadas a la obesidad.
Los movimientos sociales más grandes del mundo están descubriendo maneras diferentes de pensar y vivir la comida, uno de los movimientos sociales más importantes Vía Campesina, agrupa a miles de organizaciones de agricultores que reniegan de las políticas de producción de alimentos y del papel que se les asigna en su producción. Por otra parte en los entornos urbanos movimientos han aparecido movimientos que critican y plantean alternativas a los alimentos industrializados como los grupos ligados al Movimiento Slow Food, cooperativas o redes de consumo orgánico, la revista Opcions,…
En esta historia sobre los alimentos, tanto los agricultores como los consumidores estamos unidos frente a las grandes corporaciones, que con su obsesión por los beneficios económicos controlan las variedades y la producción de alimentos que después los consumidores encuentran en las estanterías de los supermercados. Aunque un consumidor quiera comprar comida sana y suponiendo que pueda hacerlo (cosa casi imposible) éste se encuentra atrapado por el agronegocio.
Cuando un consumidor intenta comprar aquellos tomates con el sabor que recuerda de pequeño, le resulta imposible, solamente encuentra las variedades de tomate canario, de pera o de ensalada, ya no se ven en el mercado ni en los estantes del supermercado los tomates o las manzanas que comíamos de pequeños; tenemos recuerdos de sabores de manzanas y peras que ahora no encontramos. De manzanas no hay más de seis variedades que se puedan comprar Golden, Fuji, Gala…; estas mismas variedades las encuentras en todos los supermercados de España, Europa, etc. ¿Por qué? Para el consumidor, estas variedades son más atractivas, tienen la piel más bonita y brillante; pero para la industrial estas variedades soportan mejor el transporte de largas distancias, la piel no se daña con tanta facilidad, toleran los productos de encerado y limpieza mecánica, responden bien a los pesticidas y a la producción industrial, etc. estas características hacen disminuir las pérdidas de piezas de fruta desde su recolección en el campo hasta el consumidor. Estas son las razones por que no encontramos manzanas reineta o tomates de Montserrat, etc. aquellas variedades que no son tan vistosas o que dan problemas a la industria, no se producen.
En definitiva, no somos nosotros los consumidores los que escogemos el que queremos comer. El consumidor solamente puede escoger entre las tres variedades de tomates que hay en las estanterías y no son los agricultores los que escogen la variedad sembrar, es la agroindustria quien decide por los dos, labradores y consumidores, en función de sus intereses económicos. Ahora bien el consumidor ante la abundancia de comida en los estantes, solemos pensar que tenemos la libertad de escoger lo que comemos, pero en definitiva nuestro menú no se confecciona a partir del lo que escogemos, o la estación del año o del país en el que vivimos, el menú es el mismo en cualquier parte del mundo, independientemente de la geografía y la estacionalidad.
La situación actual de producción y comercialización de los alimentos en el mundo globalizado, se revela insostenible por sus graves repercusiones sociales (migraciones campo-ciudad, explotación laboral, pobreza creciente,…), económicas (destrucción de mercados locales y regionales, destrucción de puestos de trabajo en la agricultura,…) y ambientales (destrucción de recursos agroecológicos, pérdida de biodiversidad, contaminación,…).
Solucionar el problema del hambre y las enfermedades relacionadas con la dieta pasa por nutrirnos y cultivar alimentos de una manera diferente, pasa por cultivar alimentos ecológicamente sostenibles y socialmente justos; el premio a la busca de estas alternativas podría ser recuperar el placer de la comida, los sabores de la comida.
La subnutrición
Según el informe de la FAO del 2006 el porcentaje de personas subnutridas es del 17% de la población mundial al 2003, lo que representa una disminución de un 3% respecto de la población del 1992. Pese a este adelanto las cifras absolutas muestran una situación preocupante; si bien es cierto que se ha producido un descenso de 3 millones de subnudridos entre 1992-2003, al 1992 el número de subnutridos bajó en 26 millones, pero al 2003 la cifra de subnutridos aumentó en 23 millones. Esta última tendencia resulta preocupante.
Esta especie de estancamiento en el número global de subnutridos refleja los adelantos de países como China, Mongolia o Brasil que han conseguido una disminución porcentual importante; pero también nos informa de los retrocesos que se han dado en otras partes del mundo, eminentemente en el África subsahariana, dónde más del 30% de la población sufre subnutrición; hay países como la República D. del Congo, Eritrea, Liberia, Sierra Leona o Burundi dónde más del 70% de la población está subnutrida.
El informe de la FAO de final del 2005 recoge que 6 millones de niños mueren cada año por hambre, estos niños no mueren por no comer, en realidad llenan la barriga cada día pero sus comidas consisten en unas tazas de arroz, o unas pocas patatas, etc. han comido, pero no tienen una alimentación variada y con los niveles adecuados de nutrientes. La subnutrición los hace vulnerables a enfermedades infecciosas curables como la diarrea, neumonía, malaria y sarampión. El hambre y la subnutrición debilitan las defensas del organismo. Médicamente está comprobado que niños subnutridos cuando llegan a la edad adulta tienen una gran probabilidad de sufrir obesidad.
Hace falta destacar que las causas principales de pobreza y subnutrición están relacionadas con catástrofes humanas como guerras, inestabilidades políticas, con los consecuentes problemas de refugiados y desplazados o con catástrofes naturales como sequías persistentes. También hace falta destacar que las principales bolsas de pobreza y hambre se concentran en las zonas rurales, un 70% de los pobres de los países en desarrollo viven en zonas rurales y dependen de la agricultura como medio de subsistencia; a la vez que la pobreza y subnutrición está aumentando a la periferia de las zonas urbanas, debido a la emigración de agricultores hacia las ciudades que intentan escapar de la penuria del campo.
La reducción importante de pobreza y hambre en China ha tenido su origen en dos reformas importantes, la reforma agrícola de 1978 tenía dos elementos esenciales, por una parte permitió a las familias arrendar tierras colectivas y por otra, el aumento de los precios estatales en la compra de cereales para el consumo humano, los cultivos oleaginosos y de los cerdos; estas dos medidas favorecieron el aumento de la producción de alimentos y los ingresos económicos de los agricultores consiguiendo que el número de personas pobres en China disminuyera de 490 millones de personas al 1979 a 90 millones al 2000. India, pese a su fuerte crecimiento económico, no ha conseguido cambiar substancialmente el número de personas subnutridas y pobres, entre otras cosas porque los buenos resultados económicos no han tenido una redistribución interna, el Estado no ha jugado el papel redistributivo de riqueza que le es propio y no ha propiciado que el aumento de riqueza del país llegue al campesinado, como también debido a la política agrícola del gobierno indio que más bien continúa apostando por aplicar una segunda revolución verde a través del impulso de los transgénicos.
Es por esta razón que, para reducir los niveles de pobreza y subnutrición a escalera mundial, es necesario actuar especialmente en favor del desarrollo agrícola y rural, y en favor de una redistribución de la riqueza en el mundo. El hambre no se da por carencia de alimentos sino por carencia de recursos económicos para adquirir los alimentos.
La producción de alimentos
El último informe de la FAO recoge que la producción agrícola total (cultivos para el consumo humano y ganadero) se ha triplicado desde 1961, en cambio la tasa de crecimiento de la población ha sido inferior. En definitiva, la tasa de crecimiento de la producción de alimentos ha sido superior a la tasa de crecimiento de la población.
En cuando a los cambios en la composición de la producción agrícola destaca que la producción global de cereales, cultivos oleaginosos, azúcar, vegetales, huevos y carne ha aumentado con una tasa superior al crecimiento de la población, mientras que la producción de legumbres y tubérculos ha bajado en relación al crecimiento de la población. De esta información destacar que los cultivos agrícolas que más crecen están ligados a la producción de piensos para animales y en cambio disminuyen los cultivos tradicionales que han sustentado o forman parte de la alimentación básica de las personas. Respecto del aumento de la producción de azúcar hace falta pensar que esta sustancia es fundamental para toda la industria de la alimentación elaborada. Globalmente, la ganadería es el mayor usuario de tierras agrícolas, es decir, la superficie de cultivos destinada a producir comida para los animales es superior a la superficie agrícola para producir alimentos con destino las personas. Casi el 40% del total de la producción agrícola se destina a la alimentación de los animales.
Estas cifras ponen de manifiesto cambios en el modelo alimentario mundial, la tendencia de producción indica que las dietas a base de alimentos básicos como cereales, las raíces y tubérculos y las legumbres están disminuyendo en favor de dietas a base de productos pecuarios (carnes y lácticos), aceites vegetales, frutas y hortalizas. Factores que han influido y que están influyendo en este cambio de modelo es la tendencia a la urbanización. Se calculaba que por el 2007 el 50% de la población del planeta viviría en la ciudad. Los estilos de vida urbana, con poco tiempo por cocinar y el marketing de las cadenas de supermercados han ido consiguiendo que cambien las preferencias alimentarías de las personas; que cada vez se consuma más comida preparada, elaborada o de fácil preparación. Esta tendencia se ha visto favorecida con la liberalización del comercio agrícola y la bajada de costes del transporte, que ha comportado que en cualquier lugar del mundo se puedan encontrar productos no locales, no tradicionales y fuera de su estacionalidad.
Con respecto a la producción de alimentos querría recoger un caso. La producción de pollos. La cría de carne en granjas industrial es el sistema de producción más extendido, son explotaciones dónde se amontonan miles de vacas, cerdo o pollos con poca luz y aire natural. En esta clase de granjas nacen y se engordan el 74% de las aves, el 50% de los cerdos, el 43% de las vacas y el 68% de los huevos del mundo.
La vida de un pollo empieza con la incubación simultánea inseminando artificialmente a las gallinas. Cuando el pollo sale del huevo al cabo de un día una persona separa los machos de las hembras, los machos son triturados y destinados como alimento para el ganado. A las hembras se las corta el pico con un instrumento al rojo vivo (proceso doloroso). Cuando una gallina tiene entre 18 o 20 semanas se la traslada a una granja ponedora dónde unas 8 de ellas son introducidas en una jaula en la que no tienen el mínimo movimiento. Estas gallinas pondrán unos 300 huevos al año (el triple que una gallina de hace 100 años) gracias a la manipulación genética, a los piensos y a los medicamentos que estimulan el crecimiento. Las gallinas ponen más huevos si están las 24 horas del día con luz artificial.
Las jaulas, situadas una encima de la otra hacen que las de debajo queden cubiertas por excrementos. Estas condiciones de vida hacen que los pollos tengan estrés, cojan más enfermedades y mueran antes que los que están criados de manera tradicional. Al cabo de un año, más o menos, las gallinas están agotadas, baja su producción de huevos y son llevadas a fábricas de alimentación para hacer croquetas, albóndigas o para alimentación infantil o son llevadas a fábricas de pienso para gatos y perros.
Los pollos que no tienen como destino poner huevos, no están en jaulas, están en naves dónde tienen un espacio de unos 25x25cm, están tan apretados que no se pueden mover, en un espacio sin luz natural y ventilación (así comen más horas al día). Cada pollo puede comer 0,86kg de pienso al día, pienso que contiene estimuladores de crecimiento y antibióticos, ganan peso tan rápido que a menudo la estructura no aguanta el peso y pueden morir de un ataque al corazón por que no tienen la suficiente fuerza para mantener un cuerpo tan desproporcionado. Cuando llegan a los 2kg. van a parar al matadero y posteriormente al supermercado.
La cadena de problemas de las granjas industriales empieza con la dieta de los animales. Las vacas son rumiantes, su menú consiste en hierba, verdura y restos de cultivos, pero en granja comen piensos fabricados con maíz, soja, hormonas y antibiótico. En definitiva una vaca o un pollo es visto como una máquina de convertir un kilo de soja en medio kilo de carne. Los piensos de los animales también contienen restos de animales, a los piensos se les añade harina con restos de huesos, sangre, grasas animales…, con el objetivo de engordarlos lo más rápidamente posible. Este tipo de dietas junto con el hacinamiento de los animales provoca enfermedades (salmonelosis, enfermedad de las vacas locas, la gripe aviar…) que requieren grandes dosis de antibiótico y medicamentos.
La producción de carne también resulta intensiva en el consumo de recursos y es ineficiente energéticamente. Para producir una caloría de carne se requieren entre 11 y 17 calorías de pienso, el 95% de la producción de soja y el 80% de maíz va directamente a la alimentación de los animales. La producción de 225gr de carne de ternera consume 25.000 litros de agua. El 70% de los antibióticos consumidos en los EE.UU. es administrado a los animales. Se requiere un 33% más de energía procedente de combustibles fósiles para obtener una caloría de carne vacuna (luz, calefacción, refrigeración) que para obtener una caloría de patatas .
Si los imputs de las granjas industriales son poco eficientes, las salidas también son poco eficientes y resultan problemáticas. Los residuos o excrementos procedentes de las granjas industriales comportan dos grandes problemas, contaminación mediante filtración a las aguas subterráneas (contaminación por nitratos) y contaminación a la atmósfera debido a la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEH). El sector ganadero aporta el 18% de las emisiones globales de GEH, este valor está participado en un 35% por la deforestación para generar pastos para los animales, un 31% por los excrementos, un 25% por la fermentación en al digestión de los rumiantes (vulgarmente denominados pedos), un 3% por el uso de fertilizantes en la producción de los alimentos para los animales, un 1% por el uso de combustibles y un 5% en otros.
La industrialización de la agricultura han propiciado la aparición de empresas que con la finalidad de aumentar la producción de alimentos se dedicaron a desarrollar productos para el campo: abonos, pesticidas, máquinas, semillas híbridas, etc. los beneficios económicos que proporciona este tipo de industria los ha impulsado a dedicar más recursos a la investigación, se han centrado en investigar en tomates de conservación larga i piel resistente, en maíz y soja resistente a pesticidas, a manipular genéticamente semillas que solamente germinarán una sola vez (de forma que cada año el agricultor deba comprar semillas), en semillas que autogeneran el fertilizante o herbicida que fabrica la misma empresa, etc. Las multinacionales no solamente establecen los programas de investigación que les interesa, además controlan sus descubrimientos y los patentan, de forma que, silenciosamente se apropian del conocimiento que durante siglos los agricultores han acumulado y que ahora tendrán que pagar a una multinacional que ha patentado sus semillas.
Sobre los agricultores
Como ya se ha dicho, la mayoría de familias pobres del mundo viven en el medio rural y la mayoría de familias que pasan hambre son productores agrícolas. Para estas personas acceder a los “recursos de la vida” (tierra, agua y semillas) es lo que puede evitar el hambre y la emigración.
El reparto de la tierra agrícola se caracteriza por una distribución dual. Un pequeño número de latifundistas posee la mayoría y las mejores tierras y una gran multitud de pequeños agricultores y arrendatarios cultiva el resto de tierras, que a menudo son las de peor calidad. Por no decir que en muchos países no hay un reconocimiento legal de la propiedad de la tierra que una familia cultiva desde hace generaciones y de la que de hecho es su propietario. Esta carencia de registros de propiedad facilita que grandes propietarios o empresas nacionales o transnacionales, acaben expulsando a los pequeños agricultores de sus tierras de una manera impune. Haciendo que estos agricultores pasen a ser asalariados de estos latifundios o emigren a los extrarradios de las ciudades.
Con respecto al agua a lo largo de la historia, los labradores han gestionado este recurso limitado integrándolo en la manera de producción, adecuando las especies a cultivar a las características de la tierra y a la disponibilidad de agua. A mediados del 60 con la industrialización de la agricultura se rompe el equilibrio. Con la Revolución Verde se introducen los abonos químicos, los pesticidas, las semillas híbridas y las máquinas, todo en aras de aumentar la producción agrícola y de carne, a partir de este momento se inicia el proceso de disociación de producción de alimentos con la naturaleza; con respecto al agua empieza el proceso de degradación de los ríos y acuíferos por eutrofización (exceso de nutrientes), salinización de los acuíferos y retroceso de los deltas.
Las zonas dónde el recurso era escaso, esta situación provoca fuertes tensiones socio-políticas por la tenencia y el uso del agua que en muchas ocasiones se privatiza. La privatización del agua supone que los latifundistas o las empresas propietarias de grandes extensiones de tierra de cultivo invierten y hacen obras para gestionar mejor el recurso; pero los pequeños agricultores verán como cada vez disponen de menos agua para sus campos y tendrán de pagar por poder regar.
Cuando el precio de la cosecha no llega para comer la familia y pagar el agua, semillas, abonos… a los agricultores no los queda más remedio que abandonar el campo y emigrar. Aquellos que todavía pueden luchar lo que hacen es pedir un préstamo para pagar semillas o agua o máquinas o para hacer más grande su parcela o granja. Para obtener los créditos hipotecan la tierra que trabajan, después los bancos, si no pagan, se quedan con la propiedad y el labrador prefiere morir a la vergüenza de perder una tierra de la que ha vivido su familia durante generaciones.
La razón principal por la que los agricultores no pueden pagar sus deudas, son los precios. El precio de la mayor parte de los productos agrícolas son cada vez más bajos, en cambio los precios de las semillas, abonos y enseres necesarios por trabajar al campo y mantener la familia son más caros, lo que significa que es casi imposible ganarse la vida y mantener una familia de agricultores. El endeudamiento ha sido uno de los factores más importantes en la destrucción de las familias agrícolas y del aumento de la superficie de los campos de cultivo.
Otro factor que ha hecho aumentar la pobreza en las zonas rurales ha sido la OMC y los acuerdos comerciales de liberalización de la agricultura. En el periodo de firma del acuerdo NAFTA el maíz ocupaba el 60% de la tierra de cultivo de México y era la fuente de vida para 3 millones de personas. En México el maíz forma parte de la identidad colectiva y cultural del país. Por ejemplo al 2002 en los EE.UU. el precio de producción del maíz estaba en 2,66 $ por busbel (25,401 kg.), pero los agricultores lo vendían por 1,74 $, debido a que el gobierno Norteamericano subvencionaba a los agricultores la adquisición de maquinaria, fertilizantes, facilidades de créditos y transporte.
Los acuerdos de liberalización del comercio comportó que el maíz subvencionado por los EE.UU. fuese más barato que los costes de producirlo en México, consecuencia de esta liberalización el precio del maíz para los agricultores mexicanos cayó continuamente de precio y su reacción fue la de aumentar la producción para generar más ingresos. El pensamiento del libre mercado nos dice que, los agricultores al ver la bajada de precios tendrían que invertir en otros cultivos. Pero la realidad es que muy pocos agricultores tenían recursos suficientes para hacer este cambio. Les faltan recursos económicos, tecnología, acceso a las redes de distribución y formación.
En general los pequeños labradores tienen las peores tierras, las más pequeñas y con más dificultades para regar; por otra parte ellos cultivan unas variedades de maíz autóctono que se han adaptado a sus tierras y al medio. Con estas condiciones poca cosa podían hacer los agricultores mexicanos. Aquellos que tenían recursos aumentaron la producción, otros emigraron a las ciudades o al extranjero, y otros se desesperaron y se suicidaron. Al 1990 la tasa de suicidios en las zonas rurales mexicanas en hombres era del 3,9 por cada 100.000, a Campeche al 2001 fue de 9,68.
Con la caída del precio del maíz, y el excedente posterior, se podía pensar que los consumidores de las ciudades podríamos comprar a más bajo precio, que seriamos los consumidores quienes nos beneficiaríamos de la liberalización del mercado y de la libre competencia. Pero no fue así el precio de la tortilla se multiplicó por siete entre 1994 y 1999, es decir, el libre comercio fracasó en la promesa de proporcionar productos más económicos a los consumidores. ¿Qué pasó? Hace falta recordar que los agricultores no alimentan directamente a los consumidores urbanos. En el caso del maíz se requiere de una procesadora que transforme el maíz en masa para hacer tortillas, en México una sola empresa, GIMSA controla más del 70 % de la harina industrial, estos son los que se benefician de la liberalización comercial agrícola.
Debido al NAFTA 1,3 millones de mexicanos abandonaron las tierras, el flujo migratorio de mano de obra hacia las ciudades provocó una bajada del 10% en los salarios industriales y los hogares formados por mujeres con hijos aumentaron su índice de pobreza en un 50%.
L’obesidad
La contradicción obesidad hambre se está agudizando cada vez más, por ejemplo, en India al 1992 en los pueblos dónde la malnutrición atacaba a las familias más pobres, el gobierno indio permitió que se instalaran fabricantes de refrescos extranjeros y multinacionales de la alimentación. En menos de una década, la India tiene la mayor concentración de diabéticos del mundo. La India no es el único país que sufre estos contrastes, estos son globales y también están presentes en el país más rico del mundo. En los EE.UU. al 2005 había 35,1 millones de personas que no sabían si podrían pagarse la comida siguiente, coincidiendo con el momento histórico en que más comida hay en los estantes de los supermercados y cuando mayor es el número de personas que sufren enfermedades relacionadas con la alimentación.
Que cada vez viva más gente en zonas urbanas, junto con una mayor implantación de la industria agroalimentaria y de sus comidas en cualquier parte del mundo ha comportado cambios en la dieta que incluye un aumento del consumo de los carbohidratos refinados, grasas y aceites procesados. Estos cambios de la dieta en los países en vías de desarrollo y con la intrusión de los alimentos procesados ha provocado un aumento de las tasas de sobrepeso y obesidad.
En nuestro imaginario predomina el pensamiento que el hambre es un problema de gente pobre y la obesidad lo es de gente rica. Parte de este juicio es erróneo; dos tercios de las personas obesas o con sobrepeso viven en países con ingresos bajos o medianos, la mayoría de estos son países emergentes y con las economías de transición; países que tienen que hacer frente a los problemas de salud ocasionados por enfermedades relacionadas con la obesidad junto con los problemas de salud derivados de la subnutrición.
Uno de los efectos perversos de la manera en que nos llega la comida a mesa, a través de la agroindustria, consiste en que ahora existe la posibilidad de que sufran obesidad personas que no tienen los recursos necesarios por comprar alimentos de calidad. A lo largo de todo el planeta los pobres que no podrán permitir se el lujo de comer bien, por que no tienen recursos económicos suficientes, acabarán comiendo bajo la influencia de la publicidad y serán los que más sufrirán los problemas de sobrepeso y de obesidad., en los EE.UU. hay más sobrepeso en la comunidad afroamericana y latina que entre la comunidad blanca. El sobrepeso y la subnutrición afectan mayoritariamente a las personas con menos recursos económicos.
Los estudios sobre la obesidad centran las causas de esta en los individuos y no en la sociedad, la mayoría de estudios apuntan a las malas elecciones de los alimentos, a que determinados colectivos de personas comen demasiado de unos determinados productos elaborados y poca comida fresca; pero hacen poca mención a las largas jornadas laborales, al poco tiempo que se dispone por comprar, cocinar, atender la casa, etc. Individualizar la culpabilidad comporta individualizar la respuesta; de esta manera se propone ir al gimnasio a quemar grasas y hacer dietas bajas en calorías. Para impulsar estas respuestas aparece la industria del fitnnes y la industria de las dietas; las dos industrias son un gran negocio que mueven más de 100.000 millones de dólares cada una al año; a estas dos industrias se ha unido la industria farmacéutica, que trata de medicalizar la obesidad y la industria alimentaría que produce alimentos con menos azúcar o menos grasas.
La última versión es la alianza entre la industria de la alimentación y la farmacéutica producido alimentos con beneficios médicos incorporados (bebidas tipos yogures para el colesterol, presión alta, aumentar las defensas,…). Para tomar conciencia de los lazos de este problemas y la relación con las empresas solamente debemos mirar quienes hacen negocio con la obesidad y después propone una solución a la misma. Nestle fabrica chocolate y al 2006 ha comprado la marca de productos adelgazantes Jenny Craig o la Coca cola que fabrica refrescos adictivos (con azúcar y cafeína) y al mismo tiempo empieza a envasar agua. Al fin y al cabo es la misma trampa que atrapa los agricultores, la multinacional Monsanto fabrica semillas de soja que incorporan un mecanismo genético que produce el pesticida RoundUp que él mismo fabrica.
En definitiva hay más dietas individuales para perder peso que respuestas sociales y colectivas al problema.
ALTERNATIVAS
Debemos ser conscientes de que no se puede pensar en un sistema alimentario mundial sin abordar las grandes corporaciones agroalimentarias que son las que controlan la producción y el comercio mundial de alimentos, 20 empresas controlan el comercio mundial de café, 6 controlan el 70% del trigo y 1 controla el 98% del te envasado, entre 10 empresas controlan el 85% de los pesticidas y el 40% de las semillas. Para combatir estas multinacionales hay que abandonar el modelo productivista de los últimos 60 años, el objetivo no puede ser maximizar los rendimientos, sino optimizarlos de manera sostenible. Es decir, conseguir rendimientos óptimos compatibles con la estabilidad de los agrosistemas, con la calidad del entorno en la que se insertan éstos, con la seguridad alimentaría de toda la población humana y con la justicia social.
La agroecología
Los agrosistemas industriales producen graves impactos ecológicos: destrucción del suelo, alteración del ciclo del nitrógeno, deforestación, desertización, difusión de tóxicos, contaminación de acuíferos, sobreexplotación de acuíferos superficiales…y graves impactos sociales: aumento de la pobreza a las zonas rurales, expulsión de campesinos de sus tierras, aumento de enfermedades ligadas a la alimentación… Ante estos factores negativos se habla de cambio de modelo; la agroecología emerge como una propuesta alternativa de producción de alimentos. La agroecología promueve una producción agrícola que conserve los recursos naturales elementales que la hacen posible, la tierra, el agua y la biodiversidad. Este modelo se basa en el respeto a las comunidades rurales, que son las que aportan el material genético sin casi contaminación genética, y los principios éticos y humanos en la realización de la actividad de producción agrícola.
Esta propuesta trata de diseñar científicamente nuevas concepciones y tecnologías agrícolas, en base a los métodos y conocimientos ecológicos actuales y los principios tradicionales de conservación de los recursos naturales que muchas comunidades rurales tienen y en las que cubren sus necesidades sin requerir importantes insumos externos en el ciclo productivo.
Soberanía Alimentaría
Desde el Sur la población más pobre y afectada por el hambre luchan y se movilizan organizándose en movimientos de agricultores y elaboran alternativas por combatir las causas del hambre y pobreza, la principal propuesta de los agricultores se llama Soberanía Alimentaría. Esta propuesta propugna la combinación de las capacidades productivas de los agricultores, con una gestión sustentable de los recursos productivos y con políticas gubernamentales que garanticen una alimentación suficiente y saludable independientemente de las leyes de comercio internacional. Una de las primeras y principales demandas que hacen, es que los alimentos no sean considerados una mercancía más sometida a la especulación, y que los alimentos dejen de ser un arma política contra las poblaciones de los países empobrecidos.
Desde los movimientos de agricultores proponen medidas como priorizar la agricultura local para alimentar a la población local, el acceso a la tierra, al agua, a las semillas y a los créditos. Garantizar el libre acceso a las semillas (por esto rechazan los transgénicos) y mantener el agua como un bien público; abolir los subsidios a las exportaciones y a patentar la materia viva y cualquiera de sus componentes, en definitiva proteger el derecho de los labradores a intercambiar y reproducir semillas.
Que los labradores tengan acceso a la tierra es difícil, pero hay una organización que lo intenta, el Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST), ésta organización nació del sector progresista de la Iglesia Católica, de los sindicatos y de los vestigios anteriores de organizaciones agrarias. Desde sus inicios en los años 70 ha conseguido reubicar a más de un millón de personas desarrollando granjas. Su política agraria ha demostrado ser superior a la del gobierno, a sus tierras o asentamientos se aplican técnicas agroecológicas, plantan maíz orgánico, habas, caña de azúcar, bananas, hortalizas, pastos para vacas… no plantan ni soja, ni transgénicos.
Comer alimentos ecológicos, producidos localmente y de temporada
Los alimentos ecológicos tienen más calidad nutricional y organoléptica que los convencionales, al tener más materia seca, vitaminas, minerales, fitonutrientes, etc., y al no tener restos de pesticidas ni conservantes o aditivos son alimentos que mejoran nuestra alimentación y salud.
Comer alimentos locales y de temporada significa que estos alimentos no requieren tratamientos específicos para aguantar el transporte y costará menos cocinarlos. Comer de temporada tiene el inconveniente que en el invierno no disponemos de ciertas verduras, por ejemplo tomates, pero nos proporciona el placer de saborear los primeros tomates de la temporada. Reeducar el paladar compensa. Reeducar nuestro paladar y cambiar los gustos supone cambios en nuestra concepción de cocinar y en el tiempo que dedicamos a hacerlo. Como en otros aspectos de la vida prestar atención y tiempo a los elementos previos, la selección y calidad de los productos, cocinarlos preparándolos desde cero, etc. crean una acumulación de emociones y sensaciones que se liberan en un plato delicioso, esta es la compensación al esfuerzo, esta es la compensación a dejar de consumir productos industrializados de rápida preparación.
En el Norte cada vez son más reconocidas las virtudes de los alimentos orgánicos, alimentos que contienen menos pesticidas, comer orgánico ya es un paso adelante para aumentar la calidad de nuestro comida, pero debemos dar un paso más. La comida orgánica no es incompatible con la producción en monocultivo. En el monocultivo radican la mayoría de los problemas que sufren los agricultores, puesto que si bien se podrían liberar de la atadura de la industria química de abonos o pesticidas, todavía quedarían subordinados al resto del aparato del sistema de producción de alimentos. El desafío va más allá de producir y comer orgánico; la agroecología es una filosofía agrícola de cultivo que tiene presente la naturaleza, que desarrolla y mantiene la fertilidad del suelo, que produce una gran gama de productos de cultivos, que hace coincidir la agricultura con las necesidades, el clima, la geografía, la biodiversidad y las aspiraciones de las personas de la comunidad local. Este enfoque considera la agricultura como una parte de la sociedad.
Esto nos conduce a otra propuesta para transformar el sistema global de producción de alimentos, apoyar a la producción local, consumir alimentos producidos localmente ayuda al desarrollo de la economía local, cuando el dinero se gasta localmente, éste tiende a ser utilizado localmente y se gasta en otros productos locales o regionales una y otra vez. En cambio los beneficios del supermercado revierten en la casa matriz y en los accionistas en lugar de ser invertidos en la economía local.
Ahora bien, comer fresco, orgánico, producido localmente y a un precio justo para el labrador, es más caro y no todos se lo pueden permitir; comer bien resulta caro y aquellos que no tienen suficientes recursos y tiempo quedan relegados a comer alimentos de baja calidad e industrializados. Impulsar un sistema de producción de alimentos sostenible, significa pagar lo que es justo, de manera que tanto los productores como los consumidores puedan acceder a comida de calidad, sana, a que tengan tiempo, espacio y recursos suficientes para cocinar y saborear la comida.
Bibliografía
Patel, R.; Obesos y famélicos; Los libros del lince, Barcelona 2008
Montagut, X. y Vivas, E. (coord..); Supermercados no gracias; Icaria, Barcelona 2007