La reforma laboral también divide a los obispos
«Nunca se puede olvidar que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo»
«Las medidas de la política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social»
La desautorización del cardenal Rouco Varela al comunicado difundido por la HOAC y la JOC aludiendo a que ‘su’ «Diócesis no se identifica con el contenido de dicho documento, ni se hace responsable del mismo, considerando improcedente su difusión», le ha salido, eso sí sin premeditación ni intención de ser contradictoria, una opinión divergente en el seno de los obispos. Así, el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, reconoce que «la dignidad de la persona humana del trabajador ha de estar presente en la reforma de modo expreso. Porque, a menudo, los expertos, los políticos y los agentes sociales ponen por delante los resultados (que son importantes), pero que no deben ser lo único importante».
Afirma, además que «la solidaridad está emparentada con el bien común, porque el marco legal e institucional del mercado de trabajo debe contribuir a la creación de las condiciones que permitan a las personas, a las familias y a las empresas conseguir mejor sus objetivos».
El pasado 28 de enero, unas semanas antes de que el Gobierno hiciera pública la Reforma Laboral, el prelado burgalés proclamaba en una charla afirmaciones que apuntan en la misma línea que el comunicado de los dos movimientos especializados de Acción Católica. Fue en el Encuentro Diocesano de Pastoral Obrera ante más de 70 militantes y simpatizantes.
De haber conocido antes esta postura de Rouco, posiblemente Gil Hellín no se hubiera atrevido a acercarse a la Doctrina Social de la Iglesia para reconocer que este modo de plantear la reforma y la vida económica, no es la más adecuada.
Gil Hellín, aludiendo a la Doctrina Social de la Iglesia, hablaba de que «más de cinco millones de parados, y cerca del cuarenta y cinco por ciento de jóvenes sin empleo- que es la situación actual- es una verdadera tragedia nacional».
Aseguraba también que «estamos asistiendo a un cambio laboral que, según los expertos y el mismo Magisterio de la Iglesia, es comparable al que se verificó en la primera revolución industrial» y que «nunca se puede olvidar que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo».
Abundó, en la misma línea que el comunicado censurado por Rouco que «una sociedad donde el derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado y donde las medidas de la política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social».
Respecto a la actitud que ha de tener la Iglesia, apuntaba que «debemos hacernos cercanos a los trabajadores sin trabajo que se cruzan en el camino de nuestra vida y comprender y compartir su situación».
Todas estas afirmaciones se pueden leer en este enlace: http://www.archiburgos.org/boletin/2012/02/12_02.htm