GARCÍA GASCO, ARZOBISPO POLITIZADO. Vicent Soler, catedrático

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Hablar de la jerarquía católica siempre es complicado al tratarse de la confesión religiosa mayoritaria y tradicional en nuestra sociedad y de una comunidad de creyentes en la que no funciona el principio democrático de elección de sus pastores. Por el contrario, funciona el principio de cooptación de acuerdo con la asunción que son los sucesores de los Apóstoles de Cristo.

El resultado es que, en más de un caso, el obispo de turno no actúa en la misma longitud de onda que muchos de sus feligreses. O, lo que es peor, se deja llevar por sus propias convicciones mundanas y las hace beligerantes en la sociedad aprovechando la autoridad moral que se le atribuye. Con frecuencia, las ideas políticas forma el grueso de esas convicciones mundanas.

Viene todo esto a cuento de que, por desgracia, aquí en Valencia, tenemos un arzobispo que usa y abusa de su incuestionable autoridad religiosa para repartir mandobles políticos a diestra y siniestra, sobre todo a siniestra. Ni el arzobispo Olaechea, en pleno franquismo, llegó a tanto.

Opina sobre los temas políticos más diversos y lo hace concienzudamente en el momento más propicio para los intereses de un partido político, en concreto del PP, con el que ha construido una tupida red de intereses. Los solares que Rita Barberá le ha proporcionado a precio de ganga, las facilidades del president Camps para el funcionamiento de la Universidad Católica -bordeando la legalidad vigente en asuntos como el de la Facultad de Medicina- o la persistente opacidad en el oneroso presupuesto de la visita papal sólo son algunos botones de muestra.

Ya fue gracioso que una de sus primeras declaraciones mundanas fuera para protestar porque los valencianos le llamaban García Gascó (Gascó es un apellido de larga tradición valenciana) y no Gasco, como su estirpe castellana requería. Con esta convicción neocolonial, de castellano militante, ha continuado ejerciendo su cargo dificultando, por ejemplo, cualquier atisbo de recuperación del valenciano en la liturgia. O tratando una cierta concepción de España -España como una mera Castilla ampliada- como una condición moral.

Ahora tiene a medio mundo en ascuas -hasta el periódico italiano La Repubblica habla de ello- porque ha dedicado un nuevo templo nada más ni nada menos que a Los Mártires de la Cruzada. Es decir, a muertos en el bando sublevado durante la barbarie incivil del 36, cuando justamente se está reivindicando la memoria de los otros, de los republicanos sepultados por el silencio de la historia de los vencedores. Se ve que, como está cercana su jubilación, ha echado el resto.

Creemos que los valencianos, creyentes o no, nos merecemos otro tipo de responsable de la Iglesia local. Es verdad que una actitud como la del actual arzobispo no sería concebible en un lugar donde la curia autóctona no estuviese en profunda complicidad con el forastero. Pero, por algún lugar hay que romper este cerco de autismo pastoral, social y cultural al que una confesión religiosa tan importante está abocada desde hace mucho tiempo.

¿Sería tan difícil que el próximo arzobispo fuera de aquí, hablase también valenciano, fuese políticamente neutral, sensible evangélicamente a los problemas de los más débiles y comprensible con una sociedad que está cambiando a la carrera en este primer tramo del siglo XXI?