Cuando oigo civilización cristiana, me estremezco. Cuando oigo que la Iglesia, con sus monasterios, salvó la cultura en la Edad Media, me pregunto cómo a ese monopolio rodeado de miseria puede llamársele salvación. O a la más dura de las economías, disfrazada a lo divino en las Cruzadas, incluida la nuestra del 36.
O a la manera de la cristianización a sangre y fuego de la propia España, de Europa, de América, de cualquier continente… El nombre sagrado de Cristo se ha usado para abolir culturas milenarias, para emmascarar ambiciones y conquistas y guerras y genocidios. Ya lo escribió León X al cardenal Diddiana: «Todas esas historias tejidas en torno a Jesús nos han reportado incontables beneficios.». El de los Acuerdos de este Gobierno con Roma, sin ir más lejos.
Antonio Gala (El Mundo)