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Los católicos, y los laicos de manera muy especial, además de rezar por él como nos pidió, debemos levantar más nuestra voz para dar nuestro apoyo a Francisco, que se vea que somos muchos, muchos más de los que le están poniendo palos en las ruedas
Pronto hará ocho años de la elección del Francisco. Era el 18 de marzo de 2013 cuando la fumata Bianca anunciaba, para sorpresa de muchos, que el nuevo Papa sería el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino, arzobispo de Buenos Aires. Pero esta no sería la única sorpresa.
Ya desde los primeros días intuye cambios de profundidad y, en especial, dos: vida austera, con residencia en Santa Marta y no a los nobles apartamentos vaticanos y, en segundo lugar, la primera visita fuera del Vaticano fue Lampedusa para afirmar que la misión prioritaria de la Iglesia es estar al lado de los más pobres.
Dos gestos que anunciaban un papado diferente. Con un lenguaje sencillo, llano y directo empezaba a construir la narrativa de su papado: a Lampedusa ya avisó de uno de los problemas centrales de las sociedades opulentas de occidente: la globalización de la indiferencia . En Río de Janeiro pidió abrir la Iglesia en el mundo y que esta vez «ruido» y que los jóvenes «Hagan lío». Y antes de sus encíclicas comenzó a reforzar el relato con frases famosas como: «No podemos tolerar que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio» ante los eurodiputados en Estrasburgo, o Calabria cuando dijo que aquellos que han elegido la vía del mal, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, están excombregats, o en declaraciones al diario » Il Messagero», los comunistas nos han robado la bandera de los pobres, o en la visita histórica a Tierra Santa, para lograr la paz hay más valor que para hacer la guerra. Y así podría ir recogiendo multitud de expresiones que se han hecho populares, que han llegado a la gente y que la han proyectado como uno de los referentes religiosos y éticos del mundo.
Esta narrativa se sistematizaba en sus encíclicas y han representado una reorientación de las grandes líneas de la Iglesia y que, para muchos, representa una recuperación del Concilio Vaticano II. De sus tres encíclicas y cinco exhortaciones apostólicas quisiera hacer referencia a tres documentos que marcan un giro de los últimos cuarenta años de Papado y una reanudación de las grandes intuiciones del Concilio: en primer lugar, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que propone la manera de enfocar la presencia de la Iglesia y su labor evangelizadora en el mundo actual, en segundo, la encíclica Laudatio sí, un texto » Franciscano»de reconciliación del catolicismo con la naturaleza con gran sintonía con la necesidad de afrontar los retos del cambio climático y que propone una aproximación diferente de los hombres con el ecosistema y la naturaleza, y finalmente, Fratteli Tutti, la mirada socioeconómico-político de la Iglesia en el mundo de hoy.
Hay más, evidentemente, pero en mi opinión, estos tres desmenuzan y sistematizan sus grandes intuiciones y apuntan a una Iglesia que sale de la sacristía y de su zona de confort para volver al mundo tras años de un cierto retraimiento y que, incluso, opta por situarse en las zonas de «frontera» y de conflicto, de una Iglesia que quiere posicionarse junto a los más pobres, comprometida con ellos, comprometida con la gente que sufre injusticias de todo tipo, y que, desde una profunda misericordia, no sólo quiere hacer caridad sino actuar en aquellos ámbitos estructurales donde se juegan los temas de fondo de la vida humana, de la cooperación entre los humanos, de una sociedad necesariamente más justa y libre para que como decía muy bien el Concilio Vaticano II»El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de este tiempo, sobre todo de los pobres y de todo tipo de afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no resuene en su corazón. »
Este es el cambio central de la Iglesia liderada por Francisco. Y por esta razón determinados sectores eclesiales, económicos y políticos han levantado una muy fuerte campaña en contra de él. Ya desde los primeros años comenzó a desplegarse movimientos de algunos obispos y cardenales en contra del reposicionamiento eclesial y de las tímidas reformas a la curia romana.
Pasados unos años, tres factores mayores hizo subir el tono de la campaña contra el Papa: en primer lugar, su determinación de tolerancia cero ante casos de abusos sexuales con menores que en otras épocas habían sencillamente escondido. En segundo lugar, las pequeñas, pero persistentes reformas de la curia romana con, pero, si bien pequeñas, en cambio los nombramientos de obispos y cardenales han ido favoreciendo un cambio de orientación que él está liderando y, en especial, la renovación del Colegio Cardenalicio. Y, por último, en tercer lugar, el impulso de la Doctrina Social de la Iglesia y su revisitación conFratelli Tutti que posiciona la Iglesia junto a los marginados y los pobres del mundo y en contra del capitalismo transnacional desregulado y salvaje que quisiera gobernar el mundo.
Es precisamente en contra de este tercer punto donde determinados sectores del catolicismo estadounidense han intensificado la campaña contra el Papa, sectores, además, identificados con Donald Trump. En este sentido es impresionante leer el editorial del National Catholic Reporter , del 7 de enero, el diario católico de referencia en Estados Unidos, que después de decir que los apologistas católicos de Trump tienen manchadas las manos de sangre afirma textualmente que » Nuestros líderes religiosos, muchos de los cuales perpetúan la supremacía blanca que condujo al golpe de ayer, deben empezar el largo y arduo trabajo de intentar reconstruir una cultura política de confianza y unidad «. Este sector Trumpiste católico es el que ha estado en la base de las campañas en contra del Francisco y de su persistente, consistente e insistente reorientación de la Iglesia.
Este sector tiene muchos recursos económicos y medios de comunicación: Church Militante, LifeSiteNews o la EWTN (Eternal World Television Newtwork) entre otros, con gran capacidad de influencia y de manipulación de la opinión pública.
Pero el populismo machista, supremacista, irracional y antiintelectual trumpiste va más allá de los Estados Unidos así como sus alianzas con determinados grupos religiosos: Bolsonaro con sus alianzas con grandes grupos evangélicos, Andrzej Duda y Victor Orban en Polonia y Hungria con sectores católicos, Narenda Modi en la India con poderosos grupos hinduistas y no es necesario que haga referencia del uso del Islam por muchos dirigentes de países musulmanes. En estos países, fijémonos, la dimensión religiosa de estos movimientos populistas pretende dar una fundamentación simbólica y moral a sus proyectos políticos.
Ante este movimiento, el camino que está abriendo el Papa es esencial. Por eso esta ofensiva en su contra. Él es hoy uno de los pocos líderes morales del mundo de referencia y conciencia crítica que levanta la bandera en contra del camino que está tomando mayoritariamente nuestro mundo. Su combate es también el nuestro, los católicos o cristianos como yo, pero también de los miembros de otras religiones, agnósticos e incluso ateos, que sin compartir el fundamento trascendente del compromiso cristiano sí comparten los valores que promueve el Papa para ayudar a construir una Humanidad más justa, digna y libre. Su mensaje no es sólo para los creyentes. Su mensaje es para todos, para todos los pueblos.
En este contexto, pasado el tormento y pesadilla del populismo de Trump, Joe Biden, el nuevo presidente de Estados Unidos, católico muy cercano a la línea social del Francisco, debería ser un aliado para rehacer un marco más distendido de las relaciones internacionales, donde vuelva la racionalidad y el diálogo. Cuatro años de aparente hard power de Trump nos han extenuado a todos y han degradado la capacidad de entendimiento entre las naciones. En nuestro mundo, cada vez más multipolar, tiene que devolver al soft power, para volver al diálogo y la difícil mano extendida entre gobernantes para buscar un camino que sólo puede común a todos. En este proceso, la Fratelli Tutti del Papa Francisco podría ofrecerse como una nueva base de entendimiento entre los grandes actores políticos del mundo para asentar el rumbo de un mundo cada vez más desorientado y fragmentado.Esta alianza, con la Unión Europea, sería la forma más inteligente para combatir las olas reaccionarias, supremacistas, populistas y demagógicas que nos estamos encontrando un poco por todo el mundo.
Los católicos, y los laicos de manera muy especial, además de rezar por él como nos pidió, debemos levantar más nuestra voz para dar nuestro apoyo al Francisco, que se vea que somos muchos, muchos más de los que le están poniendo palos en las ruedas. Somos muchos los que queremos que la Iglesia continúe decididamente por este camino.
No podemos desfallecer.