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He ahí, arriba, una buena noticia, un Evangelio
Este Papa ya ha dado buena señales de su libertad evangélica, más fuerte, y esto es muy importante, que su apego a la Tradición. Por su formación, su edad, y sus reflejos jesuíticos, hay asuntos en los que Francisco parece coartado a mantener ciertas praxis eclesiales, como el sacerdocio exclusivamente de varones, o la posibilidad de un celibato opcional. Hace muy poco el papa argentino expresó que tal como el celibato se asentó en la Iglesia, y se ha mantenido hasta hoy, se trata de un don de Dios a su Iglesia.
Bien es verdad, y hay que reconocerlo, que el estado celibatario de los que recibían el sacramento del Orden era admitido, y reconocido como un bien en la Iglesia casi al 100%, en la teoría, pero mucho menos, sin embargo, en la práctica. No hay más que recordar cómo en los siglos de descubrimiento, y lento asentamiento, del celibato, prácticamente en todos los sínodos diocesanos se insistía en la denuncia y el rechazo a la práctica, muy humana, pero nada consecuente con la normativa oficial, de la existencia de las barraganas, y el trato casi normalizado con ellas. Y ya sabemos que cuando instituciones normativas, o semi legislativas, insisten en la denuncia de ciertos comportamientos, es que éstos eran frecuentes, y casi admitidos.
Sobre el apego, respeto y cumplimiento de las tradiciones, es preciso recordar que el Señor Jesús ya recordó en el Evangelio, refiriéndose a los fariseos, que el excesivo culto y apego a las tradiciones provocaba que éstas pasaran por encima de la voluntad de Dios, expresada tantas veces de manera inequívoca, de espalda a las tradiciones, en la su Palabra, manifestada por los profetas, y por los escritores sagrados.
Tenemos un ejemplo sublime en la parábola del Buen Samaritano. El sacerdote, y el levita, que no atienden al hombre maltratado y herido por los ladrones, respetan al máximo un mandamiento importante, el que adentraba a los judíos en el mundo de la pureza o impureza legal, pues al atender a una persona herida, que sangraba, probablemente, quedaban impuros, y no podrían practicar actos de culto en el templo, sin previos ritos onerosos, y ciertamente, enojosos, de purificación. Pero el caso es que, según el Deuteronomio, capítulo sexto, El primer mandamiento comportamental es: ?Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu mente y con todas tus fuerzas, ?? y al prójimo como a ti mismo. Estos son, por igual, el primero y segundo mandamientos??. Y es que los fariseos, levitas, y gente del clero de entonces, con sus pequeñas o grandes manías, comenzaron a tapar y solapar la verdadera y necesaria jerarquía de los mandamientos. Como sucede ahora con los amantes de la tradición, de recibir la Comunión en la boca, la lavarse la punta de los dedos en la misa, etc., etc., etc.
Hay que distinguir, en este estilo de temas, otro matiz interesante: no es lo mismo una verdad de fe, revelada para el bien, y el sosiego de los creyentes, que los innumerables matices de los comportamientos cotidianos, que amontonamos todos ellos bajo el epígrafe de ?praxis??, que cambian y se transforman, con frecuencia, al albur de las mudanzas de tiempos lugares. Y a estos dos detalles se han agarrado, y afincado con firmeza, algunos buenos pastoralistas, para proclamar que son los fines de la evangelización, y no los medios, que ni lo justifican , ni son por él justificados, lo que importa en la acción pastoral. Y como uno de estos autores ha afirmado con gracia, ironía, y un poco de hartura, Jesús No instituyó el celibato, algo que es obvio, y de lo que hay que sacar consecuencias, y Sí nos dejó, como joya de la corona, la Eucaristía, y si para que los fieles tengan acceso a la celebración eucarística, hay que dejar de lado el celibato, pues se deja. Y ésta es, a lo que, parece y ¡demos muchas gracias a Dios!, la idea y determinación del papa Francisco.
¡Bendito sea el Sínodo de la Amazonía, que, con toda probabilidad, va a solicitar del Papa ese cambio de rumbo, no caprichoso ni temerario, sino necesario y prudentísimo. ¿O no fue prudente Jesús al escoger apóstoles como Pedro, y los demás, nada célibes?