Francisco -- Aarón Andrés, licenciado en derecho

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Hasta las palomas se habían cansado de esperar pero surgió la fumata blanca, tal vez más blanca de lo habitual, y salió el nuevo Papa vestido con su sonrisa, una sonrisa que constituye ya su hábito. Bergoglio se presentó, pero entonces supimos que era en realidad Francisco y de Francisco ejerció desde el primer minuto. Porque a este Papa resoluto de tiernas palabras y breviario bonaerense se le entiende todo y su verdad irrumpe como una piedra en el estanque de tradiciones a veces inamovibles que es la Iglesia hasta el punto de que, en no pocos Ángelus, los periódicos se llenan de sus declaraciones, de sus nuevas, sonadas, repentinas ondas.

Nadie mejor que Francisco, el Papa humilde, para encarnar el papel de Pedro. Y es que Bergoglio, desde un principio, se ha atrevido a hablar de pobres además de pobreza, les ha puesto cara, nombre y apellidos, para que recordemos que eran ellos quienes, en su mayor parte, rodeaban a Jesús y no aquellos que se obcecan solo en ocupar los primeros asientos, así que, pasado el Rubicón de las incógnitas, el Papa vino, vio y venció sobre los cláxones de Roma y, decididamente, sobre los corazones. Un aplauso tras de otro inundó la capital, en otro tiempo de los Borgia, a pesar de tantos otros Borgia. De la sorpresa se pasó al anhelo y del anhelo al clamor de bienvenida pues se necesitan solo unos instantes para conocer a un hombre, a un Papa, si llama a las cosas por su nombre. Y Francisco las llama. Hace más, las envuelve de una ternura directa, sosegada, honda como quien lleva el carisma atado al corazón y a la conciencia.

Ha pasado ya un tiempo de aquellas palabras iniciales y Francisco prosigue su difícil mandato, hay quien diría que su peregrinaje, con la eficiencia de un jesuita y el ímpetu febril de un franciscano. Su reforma del Instituto de Obras Religiosas, su llamada reiterada al perdón y a la misericordia, su denuncia de la corrupción y de la hipocresía, su mensaje de amor sin fisuras, sin ambages, Amor con mayúsculas, su afán por escuchar, por rezar, por dialogar sin tregua han hecho buena mella en los cristianos, incluso en aquellos que habían abandonado el barco por el costado que azuza el miedo o vence el desengaño. También la han hecho en los no cristianos, porque Francisco, nuestro Francisco, tutea nuestras almas hace tiempo, sin duda desde aquel habemus Papam.

Dice la Biblia que ?muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros??. Cristo puso en sus propios labios esta promesa pero además la puso en práctica convencido de aquel ?por sus frutos los conoceréis??. Pues bien, el Papa camina, sin prisa pero sin pausa, en su entrega absoluta a la misión evangélica dando testimonio con sus gestos y también con sus obras, su mensaje, su vida y hasta con esas pequeñas bromas tan opuestas al tenebrismo de algunos, los de siempre.
No hay duda de que los cuervos, si existen, estarán posados a la sombra, porque las palomas siguen en la plaza y son, desde entonces, cada día más. Han venido ellas para quedarse, como siempre desde hace dos mil años, a sobrevolar los ojos de los allí reunidos, romanos y no romanos, porque hoy es domingo, sinónimo de Ángelus, y una muchedumbre atónita espera, como agua de mayo, las palabras del Papa.