Enviado a la página web de Redes Cristianas
Estos días lo oímos y lo decimos cientos de veces: “Feliz Año”. Lo que no se suele decir es cómo conseguir la felicidad. Sólo la publicidad nos presenta un montón de sitios donde podemos encontrar la felicidad. Pero lo malo es que la publicidad es muy poco de fiar.
Las dudas en la búsqueda de la felicidad no son algo nuevo. Es la aspiración básica de los seres humanos, pero no está claro dónde se encuentra, ni como la podemos conseguir. Ya hace dos mil años que Lucio Anneo Séneca comienza su breve tratado Acerca de la vida feliz con este párrafo: “Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro. Pues no es fácil conseguir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto más de ella cuanto más empeñadamente avanza, si es que se da el caso de haber equivocado el camino; y la misma velocidad resulta causa de su mayor alejamiento”
Pero eso era antes. Hoy se ha impuesto la cultura burguesa que lo tiene muy claro: La felicidad se vende, sólo necesitas poder adquisitivo para comprarla. Cuanto más poder adquisitivo tengas, más podrás comprar.
¿Nos lleva ese camino burgués hacia una vida feliz? Desde un punto de vista filosófico Aranguren nos da una respuesta contundente: La capacidad apetitiva del hombre es infinita, sólo con el infinito puede colmarse. Y evidentemente el infinito no está en venta.
Pero sin llegar a ese nivel de profundidad en la reflexión, hay otra razón muy clara. Y es que al capitalismo no le interesa en absoluto nuestra felicidad. La razón no puede ser más comprensible para todo el que tenga ojos en la cara y la televisión no le haya sorbido demasiado el seso. La gente que se siente satisfecha, feliz, consume poco. Está a gusto como está, con lo que tiene. No necesita más. Compra sólo lo verdaderamente necesario para mantenerse en ese estado. Y evidentemente eso es una ruina para la economía capitalista.
Es verdad que con hambre o frío no podemos ser felices. Pero una vez saciado el hambre y a cubierto del frío tenemos que buscar la felicidad por un camino distinto al consumo insaciable.