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Observemos estos textos de Ezequiel:
Capítulo 18.
«Si yo amenazo al pecador con la muerte y tú no le dices nada y no lo adviertes que se aparte del mal camino, él morirá por su culpa, pero yo te haré responsable de su sangre.» (Ez 18: 25-28)
Capítulo 33.
Yo, el Señor, Dios soberano, afirmo y juro que no me gusta la muerte del malvado. Lo que yo quiero es que abandone su mal camino y que viva. (Ez 33: 11)
Pero tampoco podrá vivir el justo porque hasta entonces haya sido justo, si un día peca. (Ez 33: 12)
Supongamos que yo digo al justo que ciertamente vivirá, pero él, confiado en que es justo, se vuelve culpable: todo su buen comportamiento no le servirá de nada, y morirá por las culpas cometidas. (Ez 33: 13)
En cambio, si yo digo al malvado: Seguro que morirás, pero él renuncia a su vida pecadora, vive rectamente y obra el bien, (…) sigue los preceptos que dan vida y ya no comete nada malo, muy cierto que vivirá, no morirá. (Ez 33: 14-15)
[Aquí queda más claro que el autor se refiere, no a la muerte normal, cuando toque, sino a una muerte exprés, debida a los pecados.]
Si el justo deja de hacer el bien y hace cosas malas, morirá por culpa de esto. (Ez 33: 18)
Parece que Ezequiel amenace, de parte de Dios, con una muerte, no la misma de todos, al final de la vida, por causas naturales u otras, sino una muerte especialmente enviada por Dios con motivo de haber pecado. Hasta el punto de enviar la muerte por ?un?? pecado cometido tras una vida de justo.
Entiendo que esta muerte especial, como castigo de uno o de varios pecados, no aparece en ningún pasaje bíblico, es una cosa desconocida, y casi podríamos decir que va contra todos los principios conocidos.
Esto refuerza mi idea de que Ezequiel, el autor de las grandes narraciones excéntricas e imposibles, no se puede considerar un auténtico profeta.
Antoni Ferret