Mt 22, 33-43
»Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de un campo, quien plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos. Pero cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Y
los labradores, tomando a sus siervos, a uno hirieron, a otro mataron y a otro apedrearon. El envió de nuevo otros siervos, en mayor número que los primeros, y les hicieron lo mismo.
»Por último, les envió a su hijo, diciendo: «Tendrán respeto a mi hijo.» Pero al ver al hijo, los labradores dijeron entre sí: «Este es el heredero. Venid, matémosle y tomemos posesión de su herencia.» Le prendieron, le echaron fuera de la viña y le mataron. Ahora bien, cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le dijeron: – A los malvados los destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, quienes le pagarán el fruto a su tiempo. Jesús les dijo: – ¿Nunca habéis leído en las Escrituras?
La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo.
De parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos.
Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino. El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga.
Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos. Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta.
COMENTARIO
Los oyentes de Jesús conocían muy bien el simbolismo de esta parábola: la viña simboliza el pueblo, los labradores tienen a su cargo el cultivo de del mismo, como eran los sacerdotes, las ancianos, en resumen todos los que tenían el carisma de líderes religiosos. Por servidores del dueño, en este
caso Dios, son los profetas, los voceros carismáticos de Dios. Una vez elegido el actual Papa, él mismo asumió el lema de querer ser un «fiel obrero en la viña del Señor».
A partir de esta aclaración, se puede imaginarse cómo salen los líderes religiosos al escuchar semejante parábola. De hecho, los sacerdotes y fariseos se habían apoderado del pueblo, sometiéndolo a tradiciones, apariencias y normas que servía más a su propio prestigio, poder y tenencia que a la causa del pueblo. Cargaron un sinnúmero de obligaciones sobre sus espaldas, que ni ellos mismo quisieron mover con un dedo.
El Evangelio no está escrito para satisfacer nuestra curiosidad histórica, sino, como escribe San Pablo, para nuestra enseñanza. Es que no hay nade nuevo bajo el sol. No puede, si no recurrir una vez más al el caso del Obispo Salvador Herrera del Opus Dei, y su trato con los jóvenes misioneros
de Estados Unidos de la Sociedad de Maryknoll que hicieron una gran obra en el departamento de Puno (Ver mi mensaje del 1º d.p.) Sí, en nuestra Iglesia católica no faltan «labradores» que se apropian de la «viña del Señor» como se fuera su hacienda, subordinando la causa del Señor a sus ambiciones de poder y tenencia.
La parábola hace hincapié a todas las previsiones que el dueño de la viña había dispuesto para que esté segura, «la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre …», confiándola a los labradores. Es decir, Dios había hecho todo, y hace todo, para su pueblo para que prospere. Ahora está en manos de sus pastores. ¡Dios quiera que no la hagan suya! «Jesús de Nazaret – un secuestro que ya dura demasiado» dice el título de la obra que su autor Manuel Porlán me donó en un Congreso en Atlanta. Pasando la historia de la Iglesia desde su inicio hasta el presente, el autor, con toda
seriedad y objetividad deja entrever cómo se pudo utilizar el Evangelio de Jesús para armar un sistema de poder que en ciertas etapas llegaba al extremo de tortura y quemar vivos a mujeres y hombres que pretendían reformarla. Otros, hasta en nuestros tiempos sufren sanciones por no acatar
leyes y cánones por disentir con el poder Vaticano.
Estas son actitudes que contradicen radicalmente a lo recomendado por Jesús, modelo del Buen Pastor: No se portan como padres, ni como jefes o maestros.
No se portan como los emperadores que dominan los de abajo. Son palabras difíciles para desentender. Se puede pasar la página, cerrar los ojos y pasar al orden del día.
Hay uno en esta lista que me acusa de resentido con la Iglesia, por «criticarla». Es esta mente fundamentalista que no puede o no quiere entender que una casa es la Iglesia «la viña del Señor», el Pueblo de Dios, o otra sus pastores entre los cuales hay buenos y muy buenos, pero bajo un
régimen piramidal que a muchos de estos les resulta pesado y dominante. Lo que linda a lo cínico, que el sistema esté defendido por un grupo que se denomina Opus Dei, obra de Dios.
La realidad en Latinoamérica parece a la advertencia final de la parábola: «Por tanto os digo, que el Reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él».