Europa en la encrucijada: Un proyecto autónomo no se improvisa -- Ricardo Gayol, Abogado

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Va a hacer 3 años que comenzó el conflicto bélico en Ucrania, desde entonces muchos venimos reclamando la necesidad acuciante de que Europa jugara un papel propio, sin determinismos de la OTAN y de los EEUU, y que ello no impidiera apostar por la paz con Rusia y cooperar con Ucrania en una salida justa de la situación.

Pero no, la UE se entregó dócilmente al belicismo de Washington y a dopar a Ucrania para que sostuviera una guerra imposible de ganar frente a una potencia nuclear como Rusia.
Nadie niega que Putin tuvo la responsabilidad de apretar el botón de una intervención militar impropia, pero también es evidente que la política norteamericana, haciendo uso exclusivo de la OTAN, acorraló a Rusia y provocó un desenlace fatal.

Igualmente Ucrania, con su pretensión inadecuada de entrar en la OTAN, facilitó una reacción defensiva del kremlin, cuyos resultados han sido catastróficos.

Más aún, mientras en Ucrania hubo gobiernos neutrales o próximos a Moscú, la situación de Ucrania desde su independencia de la antigua URSS en 1991 fue bastante armónica, contando siempre con que era un país claramente dividido entre una zona algo mayoritaria más vinculada a occidente y otra totalmente rusófila, incluida Crimea, cuya población es completamente rusa, como quedó patente en el Referéndum de anexión de 2014, con un 97 por ciento de apoyo popular. Cuando se produce el golpe de dicho año y Rusia recupera Crimea, los territorios pro rusos sufren un acoso permanente desde Kiev y son castigados por su inclinación por Rusia.

Ese injusto proceder del gobierno pro yanki del país constituyó un agravio muy difícil de soportar por el sentimiento de una Rusia neoimperial y sonaron las alarmas para liberar a esos territorios del Donbás de la opresión occidental. El resultado ha sido un país destruido, una pérdida de vidas indescifrable todavía y un exilio descomunal, que aunque haya contado con una hospitalidad selectiva por la UE y otros países, ha
supuesto un trauma colectivo impagable.

Ahora con la llegada de Trump ha volado por los aires esa pretensión de defensa occidental hacia Ucrania. La negociación directa entre Trump y Putin deja a Europa en una posición completamente insignificante y coloca a Ucrania en un rol utilitario para los intereses norteamericanos industriales y comerciales. Es de suponer que la solución no es tan simple y sencilla, pero todo indica que Trump quiere arrastrar a Rusia, tras la
paz convenida y sin concesiones, a una alianza a medio plazo, que la aleje de China y formar así un frente común contra el único enemigo real para los EEUU, pues es el proyecto verdaderamente alternativo, en lo económico, en lo social y en lo político.

Por ello, por más que Zelenski clame pidiendo más ayuda a la UE, las cartas ya están marcadas y esa guerra, afortunadamente, tiene los días contados. Ahora bien, cuál ha de ser el rol de la UE a partir de ahora. Naturalmente hay que apuntalar esa autonomía, con una reacción equilibrada pero firme ante la presión americana, esto se conseguiría intensificando sin falsos temores la relación comercial y diplomática con China para contener la frontalidad de Trump, hay que abrir un proceso de paz con Rusia sin servilismos, pero con voluntad cooperativa clara. Eso ayudará a cerrar el conflicto de Ucrania con el menor daño humanitario y económico posible, pactando una reconstrucción, donde no quede solo el “amigo yanki”.

Y finalmente, hay que negociar con los EEUU con valentía y cordura para equilibrar el escenario internacional, con un concepto de paz amplio y profundo, que incida en todos los conflictos actuales, así sí podría alcanzar Europa esa autonomía efectiva y constructiva para la convivencia
internacional.