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Europa arde. El planeta Tierra da positivo en el control antidopaje -- Sergio Ferrari, de la ONU, Ginebra, Suiza

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Europa occidental se cocina al espiedo y bate récords históricos de
temperaturas. Esta situación no es más que un anticipo de lo que le espera al
planeta entero, al menos hasta 2060.
El calor extremo en el oeste del continente europeo está provocando peligrosos
incendios forestales en Francia, España y Grecia, así como una sequía sin
precedentes en Italia y Portugal, país que el 19 de julio llegó a 47 grados
centígrados.

El Reino Unido alcanzó ese martes más de 40 grados centígrados, la
marca más elevada registrada hasta ahora en ese país. Las temperaturas explotaron
en Bélgica y los Países Bajos. Hasta el miércoles 20, sin embargo, no se había
superado en Europa el récord de 2021, los 48,8 grados de Sicilia.

UN HORNO EN LA CABEZA
Según diversos expertos, esta ola de calor nació en África septentrional y desde allí
se fue desplazando hacia el norte. Resultado de la conjunción de un calentamiento
originado en las temperaturas del verano en el Desierto de Sahara y un sistema
marino de baja presión, formado entre las islas atlánticas de Madeira y Azores.
Esta ola extrema afectó el miércoles 20 de julio a la capital alemana. En Berlín hubo
marcas cercanas a los 40 grados. Un día antes, en Duisburgo, al oeste del país, se
llegó a los 39,5 grados, superándose así el récord de 2021 (39,2 grados el19 de
junio) aunque no el récord histórico de 41,2 grados en julio de 2019.

El servicio meteorológico alemán anunció que es probable que en este país, al igual
que en otras naciones europeas, se alcancen cada vez con más frecuencia
temperaturas por encima de los 40 grados. Hasta ahora, esta situación con
temperaturas repetidas de 40 grados o más se consideraba como un hecho
excepcional. 

Por su parte, la Agencia Estatal de Meteorología española (AEMET), informó el
tercer miércoles de julio, que la “anomalía” — la diferencia entre la temperatura que puede considerarse como ola de calor y la realmente registrada — fue muy alta: 4,2 grados en el país ibérico. Anomalía que supera a la de agosto de 2021 y que
representa un récord desde que comenzaron las mediciones, en 1975.

En relación directa con las altas temperaturas, la Radio Televisión Española informó
el 21 de julio que en nueve días se registraron 1.047 decesos. Por su parte, en
Portugal, diferentes medios de prensa hablaron de más de 1.000 decesos hasta el
19 de julio. La canícula europea de 2003 produjo, según datos de las Naciones
Unidas (ONU), cerca de 75.000 decesos.

En igual período (en torno al 18 y 19 de julio) Suiza señaló una situación de
emergencia en algunos de sus cantones latinos debido al calor extraordinario y
varias ciudades establecieron normas estrictas para el control del uso del agua,
hecho casi sin precedentes en esta reserva alpina de agua potable. Con solo 40 mil
kilómetros concentra el 6% de las reservas de agua dulce de todo el continente.
Porcentaje mucho mayor si solo se tiene en cuenta la cantidad de agua dulce que
reciben desde los Alpes sus vecinos: Italia, Francia, Alemania y Austria.

NOVEDOSA, PERO NO EXCEPCIONAL
Esta situación climática, que en algún momento se hubiera considerado
“excepcional”, comienza a perfilar lo que será la norma durante de los próximos 40
años.
Las olas de calor como la que actualmente padece Europa serán cada vez más
frecuentes y continuarán al menos hasta 2060, aseguró el 19 de julio el finlandés
Petteri Talas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)
que forma parte del sistema de la ONU.

Y ratificó lo que ya todos saben: que este patrón climático está relacionado con el
calentamiento global resultante de la actividad humana, realidad que aumenta la
preocupación cuando pensamos en el futuro. En otras palabras, insiste Talas, “las
olas de calor se están haciendo más comunes a causa del cambio climático".
Apelando a una analogía deportiva, explicó que “hemos dopado a la atmósfera”,
inyectándole enormes cantidades de gases de efecto invernadero, especialmente
dióxido de carbono, y por esta razón el calentamiento y otras tendencias
“continuarán al menos hasta 2060, independientemente del éxito o no [de los
esfuerzos] por mitigar el cambio climático".

Los efectos del doping en un ser humano no desaparecen de un día a otro. El
dopaje que sufre la Tierra obligará a una desintoxicación de décadas, aun si se
dieran condiciones ideales a partir de una reducción significativa del efecto
invernadero. Por el momento dicha reducción no se está logrando. En resumidas
cuentas: a dosis enormes, efectos profundos y terapias a largo alcance, sin
seguridad alguna de cura real.

Talas también dijo que, en el futuro, “este tipo de olas de calor serán normales y
veremos extremos aún más fuertes”. Y aceptó que “ya hemos perdido la partida en
lo que respecta al deshielo de los glaciares. Dicho fenómeno continuará durante los
próximos cientos de años o incluso miles de años… [y por lo tanto] el aumento del
nivel del mar continuará” por igual cantidad de tiempo.

PURO DOPING
Portavoces de la Organización Mundial de la Salud (OMS) subrayaron que la
canícula significa un desafío para la salud, ya que cuando confronta temperaturas
muy altas, el organismo tiene que luchar esforzadamente para mantener estable su
temperatura interna. Este combate genera fatiga, golpes de calor, hipertensión,
hipertermia y un cambio del comportamiento, el cual, en general, puede agravarse
por la irregularidad del descanso, con consecuencias negativas para la estabilidad
psicológica y emocional del ser humano.

No menos significativos son los efectos contaminantes. Las temperaturas extremas
forman una especie de tapa atmosférica que contamina y degrada la calidad del aire,

con consecuencias negativas para la salud, sobre todo en personas vulnerables,
como los ancianos. En muchos países europeos, esta situación climática se
complica por el impacto directo de los “vientos del Sahara”, que durante días pueden
generar un fenómeno contaminante que hace irrespirable el aire. Según la OMS,
una amplia mayoría (cerca del 99%) de los seres humanos a nivel mundial hoy ya
respiran un aire que no cumple con los valores y las exigencias de salubridad
definidas por dicha organización.

Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial, afirma que el impacto directo
de las temperaturas excesivas sobre la agricultura puede ser nefasto. Y recuerda
que, durante las anteriores olas de calor en Europa, se perdió una gran parte de las
cosechas. En la situación actual, cuando el abastecimiento de granos transita una
fase de por sí crítica debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, esta ola de calor va a operar de forma doblemente negativa en las actividades agrícolas.

Europa abrasada. Los termómetros explotan. El poder político no asume la
responsabilidad de la emergencia climática. Y la creatividad humana casi no alcanza
para esquivar el calor infernal en una región que, en particular desde febrero, parece no tener respiro entre crisis, más crisis y nueva crisis.

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