«Esto de las canonizaciones se merecería un buen repaso» -- José Ignacio González Faus, teólogo

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Religión Digital

Ante la subida a los altares de Juan Pablo II y Juan XXIII
«Llama la atención la gran superioridad numérica de santos canonizados ricos, sobre santos pobres»
Hoy se recurre demasiado a la ciencia al hablar de Dios, pero la ciencia tiene poco que decir al respecto. Pretender que la clásica pregunta «por qué existe algo y no más bien nada» queda respondida por la ciencia con el big-bang y la evolución, es una majadería: pues esa respuesta no hace más que retrasar la pregunta: «por qué ha habido un big-bang y no un big-nothing».

El tema Dios no es cosmológico sino antropológico.Sin embargo, la ciencia puede exigir algo en el campo de la fe: como mínimo la esa coherencia con la razón que tanto buscó el papa Ratzinger.

Y aquí entra el tema de este artículo: porque las canonizaciones exigen milagros; y no me parece muy razonable la manera como se aborda en nuestra Iglesia el tema del milagro.

No es momento de discutir ahora si Dios puede o no «quebrantar las leyes de la naturaleza» que se supone preceden de ?l, aunque parece claro que no es ése su modo de proceder. Lo que nos ha ido enseñando la ciencia es que nosotros no conocemos del todo esas leyes de la naturaleza (y menos si entra en ellas nuestro complicado psiquismo).

Declarar que la ciencia no puede explicar hoy una curación, no garantiza que no será explicable dentro de unos años o siglos, difuminando su condición milagrosa al abrir otras explicaciones posibles. El rigor científico nos obligaría a reclamar como milagros para una canonización curaciones como la que se cuenta del cojo de Calanda: reaparición de miembros amputados o cosas así. De eso sí que podemos decir con seguridad que la ciencia nunca podrá explicarlo, caso de producirse