Estado de derecho y sentencias de los jueces -- Benjamín Forcano

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El caso Garzón está teniendo enorme actualidad en nuestro país
y fuera de él. A nadie parece dejar indiferente, señal de que reviste
cuestiones de gran interés para la sociedad . La pluralidad de opiniones es legítima, pero puede que esté motivada por posturas ideológicas predeterminadas, más que por una información rigurosa y contrastada.

He seguido un poco el caso y ofrezco algunas reflexiones por si pueden contribuir a esclarecer y lograr una opinión lo más ecuánime.

I – ULTIMA HORA:

Condenado por unanimidad, luego inocente (Norma hebrea)

II – PARA UN ENCUADRE GENERAL:

El absolutismo de los Partidos
La corrupción es incompatible con la democracia
Hacer memoria de las causas de las guerra y eliminarlas

III ? ENCUADRE PARTICULAR: EL CASO GARZON

5. Caballeros envidiosos
6. Acoso a un juez imparcial e independiente
7. Delincuentres contra juez

Condenado por unanimidad, luego inocente (norma hebrea).

Los ciudadanos que vivimos en un Estado de Derecho, respetamos y acatamos las leyes que regulan la Justicia. Y, generalmente, acatamos las sentencias dadas por los jueces. Pero, no siempre, pues sería tanto como investirlos de infalibilidad. Se dan casos, digamos excepcionales, en que los jueces se equivocan o en que, por motivos extrajurídicos, se apartan de la ley que regula su comportamiento. Son humanos y fallan al dejarse contaminar por prejuicios, fobias, ideologías sectarias, pasiones que les ofuscan: envidia, odio, venganza, etc.

El caso del Juez Garzón es una eminente excepción de esta equivocación. Por activa y por pasiva, se ha demostrado por fiscales, jueces, abogados, juristas de dentro y fuera de España que a los jueces del Tribunal Supremo les ha poseído la parcialidad e injusticia. Y, una amplia mayoría de españoles -un 61 %- han opinado que se han equivocado haciendo del caso Garzón un predeterminado proceso de persecución y liquidación.

Ha habido, aparte una predisposición propia, una subordinación a la presión de los poderosos ?numerosos y destacados miembros corruptos del PP- quienes son los primeros en exigir ahora acatamiento a una sentencia manipulada. Cuantos han opinado sobre la sentencia dicen que les ha llenado de desolación, por encontrarla, está claro, irracional y no probada.

Y lo irracional, más aún en un Estado de Derecho que nos ampara con la luz de sus propias leyes, no se puede obedecer sino repudiar. Acatamiento , pues, al Estado de Derecho y a sus leyes, pero no a una sentencia que lo burla hasta lograr que los corruptos condenen al juez que los investiga y declara delincuentes. Eran ellos, no el juez los que estaban en la cárcel.

Me llega hoy mismo un sorprendente comunicado de un amigo, gran biblista, que dice: ?Sin entrar en las razones de la condena, me he acordado de una norma judía que dice: condenado por unanimidad, luego inocente. Regla jurídica ésta extraña, pero muy luminosa. Así nos lo enseñaban en el Instituto de Pensamiento Hebreo: Cuando un Tribunal condenaba al presunto culpable por unanimidad había que liberarlo inmediatamente, pues debía suponerse que era inocente. La unanimidad implica que el Tribunal está manipulado y sus miembros no han sido libres??.

Estas viejas lecciones del Derecho Hebreo confirman que no siempre las sentencias de los jueces se adecuan a la ley y que, aun cuando se las pretenda revestir de unanimidad, no tienen por qué ser justas. ?Cuando están todos a una de acuerdo en condenar, pregunta un escritor judío contemporáneo, ¿no da la impresión de que el condenado es víctima de una conspiración y que el veredicto no fue el fruto de la razón serena y de la deliberación reflexiva??.

2. El absolutismo de los Partidos

La crisis existente es aguda y generalizada, pero no consiste en los problemas que se suelen denunciar sino en el hecho esencial de que los españoles la afrontamos desunidos y enfrentados. En lugar de buscar iniciativas, esfuerzos y alernativas comunes para resolverla, la agravamos con un continuo echarnos a la cara la causa de ella que está en la desidia, la incompetencia e irresponsabilidad de los otros.

Esta desunión mata la confianza y el entusiasmo tan necesarios en est