Esperanza en un proyecto de futuro -- Juan de Dios Regordán Domínguez

0
52

?Sin prisas pero sin pausas…?? ésta sería una buena consigna a la hora de hablar de esperanza en un proyecto de futuro. La situación económica y social está poniendo nerviosa a mucha gente que exigen soluciones rápidas a la crisis y que las medidas les afecten lo menos posible. Algunos piensan que los gobernantes deben tener una varita mágica; sin pensar en la necesidad de un proyecto serio que responda a un análisis nacional e internacional.

Hoy existen problemas y situaciones que hacen difícil compaginar la libertad e independencia como nación y los compromisos internacionales que exigen su cumplimiento y que, a veces, quieren marcar el paso cuando se plantea cómo ponerse a nivel económico internacional.

Se espera, por algunos de manera insistente, que por parte de quiénes acaban de ganar las elecciones generales, se diga qué medidas se van a tomar para solucionar los problemas sociales y económicos que está padeciendo la sociedad. Ni son buenas las prisas ni las pausas. La verdad es que se necesita la elaboración de soluciones imaginativas y una decidida voluntad política para llevarlas adelante. Para llevar a cabo un proyecto de Gobierno coherente es necesario, en primer lugar, diseñar o asumir un cuadro ideológico claro que marque las pautas a seguir para conseguir los objetivos deseados.

Sería peligroso e incluso inmoral que los elegidos para gobernar se convirtieran en conquistadores del poder, con sueldos excesivos sin haber creado previamente un ideal de gobierno justo. Para gobernar hay que establecer un marco de prioridades entre los valores que la Constitución Española propugna como superiores: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, sin olvidar que la soberanía nacional reside en el pueblo del que emanan los poderes del Estado. Intentar conciliar estos valores de una manera adecuada, con frecuencia, presenta complejos problemas.

A la hora de resolver las posibles contradicciones en la aplicación concreta y simultánea de esos valores mencionados anteriormente obliga a establecer una jerarquía entre valores. Para ello, el primer principio que debe presidir la acción política es el de promocionar un marco lo más amplio posible de igual libertad para todos hasta donde sea compatible con la libertad de los demás. El segundo principio, subordinado al anterior, tendrá en cuenta que las desigualdades sociales, económicas y culturales que existan en la sociedad, sólo sean aceptables si se garantiza con anterioridad la existencia real de igualdad de oportunidades, y respondan al esfuerzo y mérito desarrollado por cada persona.

No menos importante es el tercer principio que exige que las desigualdades sociales y económicas deben ser corregidas mediante la intervención directa o indirecta de los poderes públicos, buscándose siempre el bien común.. En este sentido, la riqueza producida en la sociedad debe contribuir a mejorar la calidad de vida de los que menos tengan. Sólo teniendo en cuenta estos tres principios adquiere hoy sentido la tarea a la que el poder político no puede sustraerse y que prioritariamente se concretará en contribuir al logro de la mayor eficacia económica.

Concretando, esto supone fijar como primer objetivo de una sociedad democrática avanzada el desarrollo más pleno de las libertades, Como segundo, la liberación de las desigualdades injustas e insoportables en una sociedad moderna que, el nacimiento o las circunstancias imponen a muchos ciudadanos. Para ello hay que promover la igualdad de oportunidades y garantizar un mínimo social adecuado a la dignidad de toda persona. En definitiva, hay que construir entre todos una sociedad de Bienestar, políticamente organizada como Estado Social, en la que la participación y el consenso se articule en torno a la justicia distributiva.