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ESGLESIA/IGLESIA PLURAL. Xavier Pikaza

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Religión Digital

El pasado miércoles (27 de junio) he tenido el gusto de participar en una reunión temática de Esglesia Plural, en Barcelona. Me invitaron a hablar de los rostros de un Jesús plural (como los evangelios) y me ofrecieron el mejor testimonio de pluralidad al ofrecer sus “premios” a grupos eclesiales muy distintos y significativos: una religiosa dedicada al cuidado de los excluidos y enfermos de sida, unos educadores empeñados en integrar en la comunidad social a jóvenes marginados, una familia de artistas deseosos de dignificar el canto religioso… En ese contexto quiero ofrecer una brevísima reflexión sobre la Iglesia Plural.

Un Jesús múltiple

El Nuevo Testamento no ofrece una sino varias iglesias, vinculadas a los diversos contextos personales, sociales y teológicos en los que se extiende el cristianismo primitivo. Un modelo normativo de iglesia, unificada desde arriba e imponiendo unos mismos criterios y doctrinas sobre todos los creyentes, es contrario a la experiencia de Jesús y de la iglesia antigua.
Al principio no encontramos una sino varias comunidades de seguidores de Jesús, que desarrollan desde su variedad una misma experiencia de plenitud escatológica: es decir, la certeza de que el mismo Dios les ha visitado y enriquecido por medio de Jesús, de un Jesús plural, que es profeta y maestro, mesías de Israel y amigo de todos los pobres, sanador y místico, sabio que cuenta parábolas y “animador espiritual”… Un hombre “múltiple” como Jesús ha sido fundador de una Iglesia múltiple, hecha de muchas iglesias.

Por eso, la unidad que brota de Jesús y que reflejan los textos del Nuevo Testamento, no es la de un imperio unificado como el romano, ni la de un pueblo con su única ley nacional, como el judaísmo, sino la unidad del amor y del diálogo entre las diversas comunidades que se saben vinculadas desde un mismo Jesús. El mismo Pablo no ha querido imponer un evangelio unificado (el suyo) sobre todos los cristianos, sino que ha defendido el valor de su propio mensaje e iglesia, reconociendo la validez de las demás iglesias (representadas, sobre todo, por Pedro y por Santiago).

Por su parte, ni Mateo ni Lucas, ni Marcos ni Juan, han querido imponer un tipo de doctrina y organización sobre el conjunto de las comunidades, sino que han buscado y expresado apasionadamente, y de formas distintas, pero convergentes, la expansión del evangelio a todo el mundo. Por eso, al principio, la Iglesia está formada por una comunidad de Iglesias.

Iglesia plural, Unidad de comunión

Más tarde, hacia la segunda mitad del siglo II, nació la Gran Iglesia, pero no como iglesia cerrada en sí misma, sino como una comunidad de comunidades. Ella nació básicamente de un pacto vital entre comunidades cuya vida y obra queda reflejada en el canon del Nuevo Testamento, un pacto en el influyen de manera especial las iglesias de Roma y de Asia Menor, pero en comunión abierta hacia las restantes iglesia. Se puede (y debe) discutir en plano social y cultural la conveniencia de ese canon, pero desde una perspectiva cristiana ha sido y sigue siendo básico, pues forma el primero y más alto de todos los concilios de la Iglesia, un Concilio donde se aceptan posturas, tendencias e iglesias muy distintas, con teologías y organizaciones diferentes (proféticas o sapienciales, presbiterales o episcopales), pero siempre fundadas en tres bases:

Historia pascual de Jesús. El canon del Nuevo Testamento sólo tiene sentido si en su base colocamos la experiencia pascual de los cristianos, como sabe 1Cor 15. Las formas e interpretaciones de esa experiencia pascual pueden ser distintas, como puede verse al estudiar las iglesias de los galileos y los judeo-cristianos, con los helenistas y los miembros de la Comunidad del Discípulo Amado… pero todas esas iglesias comparten la referencia a Jesús como portador de una salvación que se expresa en el amor y que nos ofrece la esperanza de una vida que triunfa sobre la muerte (resurrección).

Universalidad de la salvación. El canon o norma de vida de las iglesias excluye a los que quieren excluir a otros. Por eso, la Gran Iglesia rechaza (no acepta) aquellos escritos judeo-cristianos que intentan encerrar el mensaje y vida de Jesús en estructuras legales de tipo nacional y excluyen de la fe en Jesús y de su salvación a los gentiles, es decir, a los que tienen otras formas de experiencia cultural y sacral. Esta opción por la universalidad y variedad de formas cristianas ha sido destacada por la tendencia helenista (desarrollada sobre todo por Pablo). Personalmente me hubiera gustado que hubiera entrado en el canon (y en la comunión de los cristianos) alguna iglesia de tipo judeo-cristiano, como la que estaría reflejada en el Evangelio de los Hebreos. Sólo los universales (católicos) pueden formar parte de la iglesia de Jesús. Por eso, el camino de las iglesias sigue abierto hacia el judaísmo (y en ese mismo sentido hacia el Islam).

Carnalidad. El canon excluye también a los que excluyen o ponen en riesgo la expresión social (carnal) del evangelio, interpretándolo de un modo espiritualista, como pura gnosis interior. Por eso no acepta el conjunto de evangelios y libros de tendencia gnóstica, que muchas veces pueden transmitir buenas tradiciones de Jesús (más espirituales que las tradiciones de los evangelios canónicos), pero las entienden en forma de salvación elitista, de tipo interior, que se desliga del proceso histórico (de las generaciones de la vida humana) y del compromiso de comunicación social, que se abre a todos los hombres y mujeres, especialmente a los pobres. Personalmente, en este campo, me hubiera gustado que el canon fuera aún más extenso, que aceptara a un evangelio de tipo inicialmente gnóstico, como el de Tomás, muy apropiado para algunos “místicos” y espirituales de la actualidad. Pero la gran iglesia no lo creyó necesario y por esto Tomás sigue estando fuera del canon.

Una conclusión: ¿una iglesia demasiado plural o poco plural?

Me siento muy feliz ante una iglesia plural, con cuatro evangelios distintos, con tendencias muy plurales, desde Mateo hasta Juan, desde Pablo hasta la carta de Santiago… Mi Iglesia es una iglesia donde puede haber un Papa (en la línea de Mt 16), pero donde pueden darse también otros modelos de organización ministerial… una Iglesia donde lo que importa es la experiencia de Jesús, abierta a todos los hombres por la pascua.

Desde ese contexto quiero hablar otra vez de los límites de la iglesia, que acepta por un lado un tipo de judeo-cristianismo (Mateo) y un tipo de gnosis (evangelio de Juan)… He dicho antes que me gustaría abrir un poco el abanico, aceptando el Evangelio de los Hebreos (a la izquierda de Mateo) y el de Tomás (a la derecha de Juan…). Pero los límites del canon eclesial me parecen bastante extensos, dan juego para muchas cosas.

Es evidente que mi visión de la “iglesia plural” en su unidad va un poco en contra de gran parte de los compañeros de Religiondigital, empeñados en mantener una iglesia unitaria por imposición dogmático-administrativa (cosa que va en contra del Nuevo Testamento). Mi visión es también algo distinta de la visión de muchos compañeros de la institución ministerial…, que en este momento quieren aventurar más la unidad que la pluralidad de las iglesias… Pero a unos y a otros quiero defenderles (que sigan diciendo lo que dice…), pero sólo en un diálogo de amor y de razones… desde la base del Nuevo Testamento, en continuidad con el camino de la Iglesia Universal.

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