Corrían los últimos días del 2001 cuando Charo Mármol me pidió que me hiciera cargo de esta columna, cosa que hice con sumo gusto y que sigo disfrutando mes a mes. Al contarme el proyecto me explico que iba a haber tres columnas: una más enfocada a Iglesia, otra a Norte-sur y esta, la escalera al cielo, que quería que se dedicara especialmente a los movimientos sociales. Puntualmente, un mes antes de se edición, Charo me envia los temas que el consejo de redacción ha decidido para el nuevo numero, a ver si soy (somos) capaces de encajar nuestros comentarios.
Tengo que confesar que pocas veces lo he hecho: repasando repasando, esta Escalera al Cielo no ha cumplido con ninguna de esas condiciones. Soy el menos disciplinado de los columnistas de Alandar, pues mis compañeros (tanto los de la casa ocupada como los del asteroide) si siguen las reglas del juego. Muy pocas veces ha estado conectada al tema propuesto, y han sido escasas las columnas dedicadas a los movimientos sociales. Me he dedicado, eso sí, a escribir y escribir mis opiniones sobre lo que va pasando y he compartido con vosotros y vosotras circunstancias y acontecimientos personales. No obstante, tengo que decir que la directora de este periódico nunca me ha tirado de las orejas por nada de lo que acabo de confesar.
Dicha la confesión, ahora el propósito de la enmienda. Este año pienso (y digo “pienso” y no “me comprometo” porque es eso, un simple propósito) a ser bueno, atento, no salirme de los límites y escribir sobre movimientos sociales. Y por eso qué mejor para esta columna de octubre que escribir sobre el Col·lectiu Ronda, que celebra ahora 35 años de su creación y que para muchas personas es un espejo al que mirarse y del que aprender. Sirvan pues estas (escasas) líneas, como felicitación y agradecimiento por su labor y su ejemplo.
El Col·lectiu nació en Barcelona en 1972 de la mano de abogados laboralistas como Francesc Gallissac, Josep Mª Gasch, Angelina Hurios, Pep Manté, Jordi Pujol o Joan Lluís Jornet. En estos 35 años han atendido a multitud de trabajadores y trabajadoras en sus conflictos con las empresas, aparte de haber jugado un papel esencial en los últimos años de la represión franquista y los primeros de la democracia. Con el pasar de los años, esta cooperativa de abogados se ha convertido en una referencia fundamental en la defensa, no solo de los trabajadores sino en el amplio campo de la economía social. Su participación en la creación de cooperativas, en la atención al inmigrado, en la creación de tejido asociativo, etc. es y ha sido fundamental. Si a esto le unimos su aula Ronda de formación y, por supuesto, la maravillosa Can Fulló, masía fabulosa en medio de un pinar abierta a encuentros y actividades de los movimientos sociales, creo que el Col.lectuiu se merece un reconocimiento especial. 35 años sosteniendo un proyecto cooperativo y asambleario, creciendo en despachos, personas, colaboradores y proyectos es un tiempo más que suficiente para haberse ganado un lugar destacado en la historia de los movimientos sociales.
He tenido la maravillosa suerte de ser acompañado (o acompañar) a diferentes personas de este colectivo en los diferentes foros mundiales a los que he asistido. De todas y a todas les guardo un cariño especial. Algo tienen, algo especial da el pertenecer al Col.lectiu. He compartido con ellos charlas, debates y movilizaciones; tambien cervezas y asados. Sirvan estas modestas líneas en esta escalera para felicitar muy muy cariñosamente a esta cooperativa y sirvan estas letras como “penitencia” por mis disgresiones de años anteriores y como ejemplo de que, a partir de ahora, esta columna servirá fielmente para lo que fue creada.