Enviado a la página web de Redes Cristianas
¿Era esto lo que queríamos durante la dictadura cuando soñábamos con las libertades cívicas y con la justicia? Y al término de la dictadura, ¿era esto realmente lo que deseábamos para reorganizar nuestras vidas conforme al modelo de las democracias de nuestros vecinos?
Ya he descrito muchas veces las condiciones psicológicas y mentales en que se encontraba la población en aquel entonces, temerosa de un nuevo golpe de timón por parte del ejército patrocinado por los albaceas políticos del dictador. Ahora esta pregunta me la hago yo a mí mismo y se la hago al pueblo español en su conjunto que tras aquellos momentos críticos, ya más sosegado, pudo desprenderse del lastre mental que soportó su decisión de acudir a las urnas en 1978 para aprobar la Constitución, con la monarquía incluida en el envase. Desde luego yo lo dudo. Dudo que para millones de los que aún quedamos fuese “esto” lo que esperábamos…
Ya sabemos ahora lo que es la política. Ahora, después de cuarenta años sin catarla, en estos últimos cuarenta y tres nos hemos enterado de qué va el asunto. Y no de una manera superficial. Lo hemos entendido, hasta la indigestión. Sin necesidad de experimentarla, en medio del fuego cruzado de las fuerzas políticas, sabemos de la política, en su teoría, muchísimas cosas desde los antiguos atenienses hasta hoy. Es más, puede que no se haya dedicado en la Historia tanto tratado a las ideas, a las ocurrencias, a las paradojas y a la naturaleza intrínseca de una materia no científica (y hasta es posible que alguien haya visto en ella una composición química) como la política. Y mira que a la condición y a la ontología del ser humano se le han dedicado bibliotecas enteras…
Pero, tras más de dos mil años de reflexión resulta que la política es sencillamente un ingenio humano más o menos aparatoso y complejo para organizarse una colectividad y administrar sus recursos, y punto; un ingenio, por cierto, para el que Maquiavelo y otros grandes de la historia del pensamiento no se precisan más que dos cosas: sentido común y honestidad. Es más, seguramente el mucho saber puede influir perversamente en el manejo del sentido común, y en la forma de entender la honestidad. Tenemos ejemplos aún vivos y referentes acerca de la cuestión.
Desde luego en España la política resulta una práctica bastante extraña, si tomamos como referencia la practicada en los países de la Vieja Europea a la que pertenecemos por contrato. Pues ocurre aquí que, siendo los elegidos para desempeñarla una suerte de destilación de quienes les eligen, como el orujo lo es de la uva, es también una contradicción moral el hecho de que los más deshonestos hayan obtenido años, mucho más éxito del que a priori cabe esperar de quien no es ignorante de la ética civil. No sé si es porque cuando al discernir acerca de la política, sea sobre el modo de expresarse cada tribuno en el parlamento, sea sobre el modo de ejercerla, no se tiene en cuenta la estrecha relación de la política con la idiosincrasia de un pueblo como el español que por más que lo intenta todavía no ha conseguido forjarse, o por la influencia decisiva de una determinada religión durante siglos…
Sea como fuere, la sociedad española en su conjunto pero abanderada tanto por los electores como por los elegidos, desde 1978 viene haciendo de la política un espectáculo bochornoso, a veces incluso repulsivo; una performance sólo largamente provechosa, primero para quienes la ejercen, luego para quienes se sienten atraídos por la intoxicación de su mente vacía, y luego por los medios de comunicación que jamás hubieran soñado sacarle tanto rendimiento y dinero a la refriega, a la confrontación y a la absoluta falta de buen humor; razones las tres, que dan argumento a los totalitarios que postulan la supresión de la política.
Desde luego España es el último país en el que es posible ver, como refiere Montesquieu en su obra La Historia de los Romanos (lo que no justifica el tópico insufrible oído tantas veces de que hay concejales que trabajan gratis), a un senador ateniense salir del Senado dando saltos de alegría porque en su lugar había sido elegido otro ciudadano con más merecimientos que él…
Los países europeos, con una historia de barbarie y de guerras civiles muy lejanas en siglos, dos guerras mundiales por medio y una justicia ordinaria y social voluntariosa; todo lo que permite en ellos a los ciudadanos culpar de su fracaso al sistema y no culparse a sí mismos hasta contraer la depresión, pueden mantenerse con dignidad dentro de los parámetros, las virtudes y las miserias de la política. Pero a España, como un alumno desaventajado o deficiente, le queda mucho trecho para codearse con los países de la Vieja Europa, y a sus políticos en general muchos fracasos para entender cómo deben comportarse. Razón por la cual a España, como a esos golfos indómitos de mi épocas de infancia y juventud, la llama continuamente la atención Bruselas por el incumplimiento contumaz de las directivas, e incluso últimamente la Justicia ha sido llamada al orden por su maliciosa falta de equidad.
Veamos:
-Bruselas lleva a España ante la justicia por la contaminación de Madrid
-Bruselas lleva a España a la justicia europea por no adaptarse a las normas comunitarias de protección de datos.
– La Comisión Europea lleva a España ante él a Tribunal de Justicia por sus normas sobre la compensación de los daños y perjuicios sufridos por los particulares.
-Grupo de Estados contra la Corrupción, dependiente del Consejo de Europa, critica de forma co tundente a España por no atender sus recomendaciones para fortalecer la independencia judicial, y en concreto por la falta de interés por modificar el sistema de elección de miembros del CGPJ para mejorar la actual situación “tanto en apariencia como en la realidad”
-La UE condena a España por incumplir la directiva del agua
-La UE condena a España por no eliminar 61 vertederos ilegales.
-20 directivas europeas están pendientes de ser incorporadas a al ordenamiento jurídico español. Y otras que haría muy larga la lectura de este escrito…
En resumen, ¿tiene España verdadero interés en la filosofía y espíritu que anima a la CEE, más allá de recibir los fondos de cohesión y los préstamos del Banco Central y demás bancos europeos? Visto todo lo que nosotros sabemos y lo que Europa sabe de España ¿como es posible que pueda España continuar perteneciendo a la comunidad económica europea si no es por la tolerancia de Bruselas con un Estado precisamente tan intolerante en cuanto es puesto a prueba? Es más, si la Comunidad Económica Europea fuese tan intolerante e implacable como lo viene siendo el Estado Español con Catalunya, si no encarcelar a los responsables contumaces españoles, sí cuanto menos debería expulsar a España de la organización…
17 Diciembre 2019