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Fuente: Revista Cresol
?Hans Küng convirtió la confianza fundamental
en la base de su teología??
PREGUNTAS
D. Manuel: un amigo suyo de relevancia intelectual en Valencia, cola borador de la revista y muy querido y respetado por todos, nos ha dicho que sobre ?Hans Küng la
persona más indica da es Manuel Fraijó, un buen amigo, que tuvo mucha relación con él?? (Jesús Conill).
Brevemente, ¿cómo definiría a este pensador de nuestro
tiempo que acaba de fallecer (6/04/21)?
Conocí a Hans Küng a comienzos de los años setenta del siglo pasado en la
Facul tad de Teología de la Universidad de Tubin ga, en Alemania. Küng
tenía entonces unos cincuenta años; era un profesor brillante y exigente que
sabía motivar a los alumnos. Especialmente gratos eran sus Seminarios. En
un ambiente cordial -solo admitía a unos diez alumnos- se trataban temas de
canden te actualidad. Recordaré siempre el apasio nante Seminario que
dedicamos a analizar ?últimos libros sobre Jesús de Nazaret??. No hay que
olvidar que en la década de los se tenta se publicaron las grandes
cristologías del siglo XX. La de Küng, Ser cristiano, pu blicada en 1974, fue
probablemente la más difundida.
Aquellos fueron nuestros primeros encuen tros. El último tuvo lugar hace
unos años en su casa de Tubinga. Küng estaba ya gra vemente enfermo,
aquejado de Parkinson, artrosis, y de una progresiva degeneración macular.
A pesar de su enfermedad, trans mitía paz, sosiego, serenidad. El teólogo de
las muchas batallas de otros tiempos con templaba su final con la serena
certeza del trabajo bien hecho, del deber cumplido.
Por aquel entonces ya había escrito el impresio nante capítulo XII de su libro
Humanidad vi vida. Lo tituló ?en el atardecer de la vida??. Es un conmovedor
relato de los males de sus últimos años y de sus esperanzas de siem pre.
Son páginas que emocionarán a todo el que se asome a ellas, sobre todo
leídas después de su muerte. ?Estoy a la espera, preparado para
despedirme en cualquier momento??, nos dejó escrito.
Me pide usted que ?defina?? a H. Küng. Es algo de lo que no soy capaz, pero
le señalaré algunos rasgos de su personalidad que siempre me impactaron.
Ante todo, deseo destacar su pasión creyente. Algunos han dudado de su
ortodoxia, pero nadie dudará de su fe, de su piedad filial. Es más: convirtió la
confianza fundamental en la base de su teología. Impresionaba ver a un
teólogo que se había asomado a tantos abismos del pensamiento humano y
no había perdido nada en el camino. Llegó al final de su vida con la fe de su
niñez intacta. Sobrecogía verlo rezar, aunque solo se tratara de ben decir la
mesa. Su confianza en Dios era tan grande que casi se sintió ofendido una
vez que, mientras escribía el libro ¿Vida eterna?,
40 / CRESOL / JULIOL – SETEMBRE 2021
una de sus hermanas le preguntó inocente mente si realmente creía en la
vida eterna. Le extrañó que una persona de su entorno familiar albergase
dudas sobre su fe. Ade más, le tocaba uno de sus postes sagrados: la otra
vida. Ahora ya sabrá más del tema, pero siempre estuvo seguro de que no
nos espera la ?nada??. Escribió páginas memora bles contra la nada como
destino final de los seres humanos. Concebía la muerte como ?ingreso en la
luz??. Ya solo por eso merece ría gratitud.
Una última insistencia en su religiosidad: en uno de nuestros encuentros me
contó la muerte de su hermano. Había fallecido, de un tumor cerebral, a los
veinticinco años, el mismo año que Küng celebró su primera misa. Contó
que pasó algunas noches con él en el hospital. Y añadió: Pero, Manuel, no
sotros éramos tres en la habitación: mi her mano, yo, y el buen Dios. (der
liebe Gott).. Capté el mensaje: era una forma amable, delicada, de decirme
que en el relato de la muerte de un familiar que yo acababa de hacerle solo
había hablado de dos en la ha bitación. Se trató de una forma amable de
recordarme lo decisivo, lo más importante.
Disculpe que me haya extendido tanto en este punto, pero lo considero
esencial. Küng solía distinguir entre las ?formulaciones de fe?? y la ?fe
formulada??. Su pasión era lo se
gundo. Pensaba que el necesario acata miento de las formulaciones de fe,
hereda das de los primeros siglos de la Iglesia, no deberían ahorrarnos el
esfuerzo por volver a formular la fe en el lenguaje de hoy. Tal vez haya que
buscar aquí la raíz de sus conflic tos doctrinales con el magisterio.
Pero, junto a su pasión creyente, quisiera recordar su cercanía humana. Su
?cómo estás?? no era una pregunta retórica, espera ba explanaciones, sin
mirar el reloj. Además de tener tiempo para escribir unos sesenta libros,
tuvo tiempo para escuchar. Su postrer intento de cercanía lo constituye la
ubicación de su tumba. La compró al lado de la de sus entrañables amigos
Walter Jens y su esposa Inge. Ha sido su último homenaje a la mistad. Por
cierto: el epitafio de su tumba es bien escueto:??Profesor Hans Küng??. Quiso
ser recordado por su oficio, por su profesión. Recalcaba que no había sido
un profeta, sino un sacerdote, profesor de teología.
– Profesor: En medio de censuras y controversias, ¿quién fue siempre
Hans Kúng?
Bueno, creo que en parte acabo de respon der a esta pregunta. Pero me doy
cuenta de que no he mencionado algo importante: su generosidad. En uno
de sus frecuentes via jes a Nueva York viajó a la tumba de Teilhard de
Chardin, situada a 164 kilómetros de la ciudad. El conocido paleontólogo,
cuestio nado por la jerarquía de la Iglesia, había fa llecido el domingo de
Resurrección de 1955. A su entierro, se cuenta, solo asistió una per sona.
Ante aquella tumba, muy descuidada, Hans Küng recordó la ?damnatio
memoriae??, la eliminación del recuerdo, sobre todo si se trata de recuerdos
peligrosos. Es de esperar que la sombra del olvido no cubra también
demasiado pronto la tumba de Küng.
Muy cerca de él reposa otro grande del
pensa miento, E. Bloch. Su epitafio resume lo que fue la tarea de su vida:
?Pensar es tras cender??. A sus acalorados debates filosófi co-teológicos en la
Universidad de Tubinga, debates en los que también participaba el teólogo
protestante Jürgen Moltmann, suce de ahora el silencio del hermoso
cementerio de Tubinga. Los tres amigos solían debatir sobre la esperanza.
E. Bloch había levantado la liebre con su genial obra El principio esperanza;
J. Moltmann había recogido el testigo en su no menos genial Teología de la
esperanza; a ellos se sumó H. Küng con su libro Mantener la esperanza. En
su lección inaugural en la Universidad de Tubinga, Bloch eligió precisamente
el tema de la es peranza. Le dio una formulación que viene de lejos:
?¿Puede frustrarse la esperanza???. Es algo así como preguntar si la quietud
del cementerio de Tubinga tendrá la última pa labra.
¿Quién fue siempre H. Küng? me pregunta usted. Sería genial habérselo
podido pre guntar a las 1.300 personas que, puestas en pie y emocionadas,
aplaudieron su última clase magistral, en el lejano l996. No menos
emocionado que su auditorio, Küng enfiló la salida del abarrotado Salón de
Actos musi tando un apenas perceptible ?me gustaría seguir contando con
su afecto??. Era el día de su jubilación. No se trató solamente del aplauso a
su última clase, sino a toda una vida ejemplarmente dedicada a reflexionar
sobre las luces y sombras de la historia hu mana. Una vida que ha concluido
el día 6 del pasado mes de abril. Aquel entusiasta auditorio aplaudía su
inmenso saber, pero también las dimensiones que he señalado en sus
anteriores preguntas: su honda espi ritualidad cristiana, su cercanía humana
y su gran generosidad.
– ¿Un teólogo de frontera?
La verdad es que sí, siempre lo fue. En rea lidad, todos los temas que abordó
eran de frontera. Permítame que los evoque breve mente. Su andadura
teológica comenzó con la preocupación ecuménica. El tema de su tesis
doctoral, La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica
abordó con juventud y valentía uno de
los temas que, desde los inicios de la Reforma, había dividido a católicos y
protestantes. Küng mostró que incluso en un asunto tan controvertido -el de
la justificación por la fe o por las obras- era posible el entendimiento entre
las dos grandes confesiones cristianas. Por cierto: ambas confesiones
firmaron, en 1999, un documento titulado ?Acuerdo sobre la justificación?? en
el que se afirma que este tema no debería ser motivo de separación entre
ellas. Es lo que defendió Küng casi cin cuenta años antes.
A aquella inicial inquietud ecuménica siguió la preocupación eclesial. Son
las Iglesias las que deben abrirse al diálogo ecuménico. Enseguida
comenzó a publicar libros que suscitaron gran entusiasmo y esperanza
Estructuras de la iglesia (1962) y La iglesia (1967). Küng dibujaba el perfil de
una Iglesia humilde, fiel al mensaje de Jesús, siempre con la mirada puesta
en el pabellón de ur gencias de los más necesitados, una Iglesia profética,
abierta a los signos de los tiempos y siempre dispuesta a renovarse.
Pero bien pronto nuestro teólogo cayó en la cuenta de que la Iglesia no se
sustenta en sí misma. El entusiasmo eclesiológico que levantó el concilio
Vaticano II tenía, necesariamente, una cita con la cristología. La pre
ocupación eclesial cedió el testigo a la preo cupación cristológica.
Apareció así el que tal vez sea su libro más genial, Ser cristiano (1974). Se
trata de una obra repleta de infor mación histórica, reflexión teológica y
pasión creyente. Su intención última es mostrar que es posible ser cristiano
y, al mismo tiempo, hombre o mujer de nuestros días. Fue, sigue siendo, un
gran alegato en favor de una fe razonable y crítica
Pero todo teólogo sabe que tiene siempre una cita con lo último de lo último.
San Pa blo afirma que Cristo es de Dios. Dios es, en efecto, el asunto final
de la teología. Küng lo supo y a su preocupación cristológica siguió su
preocupación teológica. Fue así como vio la luz su libro ¿Existe Dios?
(1978). Se trata de un libro poderoso que recorre los avatares del tema
?Dios?? desde que la Mo dernidad sacudió la herencia religiosa de la que
habíamos vivido A las 972 páginas de este libro se asoman todas las
sacudidas experimentadas por la fe cristiana desde que Descartes, el
primer filósofo moderno, dio vía libre a la duda. Estamos ante un re corrido
apasionante, expuesto con rigor filosófico- teológico y elegancia literaria.
Küng ha sido un suizo políglota que sabía hablar y escribir.
Llegaron, finalmente, los años del castigo. Desde que,
incomprensiblemente, el 15 de diciembre de 1979, el Papa Juan Pablo II le
retiró la venia docendi y lo declaró ?teó
logo no católico??, Küng se dispuso a roturar terrenos por los que no suelen
transitar las teologías clásicas. Volcó su increíble capaci dad de trabajo en
dos grandes asuntos: las religiones y la ética. ieron obras tan decisivas
como El cris tianismo y las grandes religiones (1984); El judaísmo. Pasado,
presente y futuro (1991); El cristianismo. Esencia e historia (1994); El islam.
Historia, presente, futuro (2004). Küng se percató de que la secularización
es un fenómeno casi exclusivamente occiden tal y de que las grandes
religiones continúan orientando el vivir y morir de la mayoría de los seres
humanos. De ahí que volcara su increíble energía intelectual en fascinantes
evocaciones de las principales religiones del mundo. Produce un cierto
estupor que una sola persona haya podido alumbrar recrea ciones tan
amplias y perfectas de los senti res religiosos de los pueblos.
Por las mismas fechas, Küng abrió otro fren te de investigación: el de la
ética. Defiende una ética concreta y, a ser posible, univer sal.
Su intención es la de embarcar a las re ligiones en una búsqueda de mínimos éticos
compartidos. Su conocida tesis es que no
publicación programática Hacia una ética mundial. Declaración del
Parlamento de las Religiones del Mundo (1993) están prestan do grandes
servicios a la colaboración entre la ética y las religiones. Servicios que coordi
na la ?Fundación ?tica Mundial?? creada por Küng, con sede en Tubinga.
Un gran amigo de nuestro teólogo, el anti guo canciller alemán H. Schmidt,
cansado de que le reprocharan su falta de espíritu utópico -gobernó
Alemania después del ca rismático Willy Brandt- espetó un día a los
periodistas: ?El que tenga visiones que vaya al médico??. Küng ha sido un
pensador de grandes visiones, pero de las que no requie ren tratamiento
médico. La más importante de ellas le ha permitido vivir y morir con la
confianza del viajero que sabe que no pe regrina hacia ninguna parte. Lo
escribió in cansablemente: no es la nada nuestra últi ma morada, sino el
Misterio, al que algunas religiones, entre ellas el cristianismo, llaman Dios.
– ¿?Un científico, que va al fondo de las cosas, sacude las conciencias,
un mo vilizador, un concientizador???? (Nicolas Castellanos)?
Me parece una definición acertada. Cuan do se le acompañaba por Madrid
había que elegir una calle que uno conociera bien, ya que preguntaba sin
cesar qué eran y qué representaban los edificios por los que pa sábamos.
Su curiosidad científica carecía de límites. Y su carisma como
reformador, como excitador de conciencias, espero ha berlo puesto de
relieve en las respuestas anteriores.
– ¿Cuáles son -según su parecer- los tres problemas más importantes
de nuestra sociedad a los que se enfrentó este pen sador tratando de
dar soluciones ajusta das a nuestro tiempo?
Son, como he señalado, más de tres, pero si se me pide que elija los tres
que consi dero más importantes, me decidiría por es tos:1. En lugar de exigir
la fe se esforzó en hacerla posible. De ahí sus denodados es fuerzos
argumentativos. Su divisa era ?creer y comprender??. Rechazó una fe ciega y
un racionalismo exagerado. Se decantó siem pre por la definición de la fe
como ?obsequio razonable?? que nos legó el concilio Vaticano I (1870). 2.
Casi le obsesionaba la siempre necesaria reforma de la Iglesia. Algo que le
convirtió en el teólogo crítico de todos los in movilismos eclesiales. No en
vano su Papa preferido era Juan XXIII, el iniciador de las reformas que
culminaron en el concilio Va ticano II. 3. Le preocupaba la ética. Pensa ba
que, sin una ética compasiva y universal, atenta a la justicia, peligraba el
futuro de la humanidad. La Humanidad ha llegado has ta el siglo XXI porque
desde la más remota antigüedad fundadores de religiones y filó sofos nos
legaron cuatro imperativos éticos sagrados: no matar, no robar, no mentir,
no cometer actos deshonestos. Küng conside ró siempre esta ética de
mínimos como irrenunciable.
– Usted siempre se manifestó pública mente al lado de Küng. Pero
durante sus estudios en Alemania fue alumno de otros grandes
teólogos tales como Karl Rahner, Walter Kasper, Jürgen Moltmann,
Johann Baptist Metz y Wolfhart Pannen berg. Walter Kasper que fue
quien avaló su tesis doctoral. ¡Grandes teólogos del siglo XX! ¿Con
algún rasgo común a to dos ellos?
Era más lo que los unía que lo que los separaba. Y todos ellos fueron, o son
– W. Kasper y J. Moltmann viven aún- grandes creyentes. Siempre me
impresionó su fe, su confianza filial en Dios. En contra de lo que afirma el
Kempis, el ?mucho saber?? no empañó su fe.
– ¿Qué nos queda de todos ellos?
Si me permite una respuesta muy personal, a mí me quedan ?todos ellos??.
Haberlos co nocido y tratado de cerca deja honda huella. Aunque algunos de
ellos ya se hayan ido, continúan presentes, también hoy siguen siendo los
maestros admirados y queridos de ayer. Y a todos nos queda su obra, sus
libros y los senderos que nos indicaron. Cuando murió K. Rahner, en 1984,
J. B. Metz le aplicó la categoría de ?testigo??; y otro teólogo lo ha llamado ?el
mayor testigo de la fe del siglo XX??. Todos ellos encarnaron recias
biografías creyentes.
– ¿Cómo valora usted la teología que se hace actualmente?
Tengo la impresión de que los grandes teó logos por los que me acaba de
preguntar no han tenido sucesores a su altura. Existen, por supuesto,
buenos y competentes pro fesores de teología, pero tal vez no existen
grandes teólogos. Casi todos los grandes teólogos del siglo XX fueron
sacerdotes ca tólicos o pastores protestantes. Me pregunto si la pérdida de
plausibilidad social del sa cerdocio en las grandes sociedades secula rizadas
no habrá afectado también al surgi miento de las vocaciones teológicas.
– ¿Cuáles habrían de ser en el presente los criterios evangélicos para
renovar la teología?
Por lo general, cada Papa deja una huella, un legado. El de
Benedicto XVI ha sido teo lógico, el del Papa Francisco será
pastoral, volcado en re formas largamente postergadas.
.Alguien -no recuerdo quién- ha escrito que los tres grandes impulsos de
renovación teológica del siglo XX vinieron. 1. De una pa rroquia suiza de
la que K. Barth era pastor evangélico. Allí escribió su Comentario a la Carta
a los romanos, procurando, según so lía decir, compaginar ?el periódico con
la Bi blia??, lo profano con lo sagrado, la inmanen cia con la Trascendencia.
No parece un mal criterio para renovar la teología.
2. El segun do gran impulso vino del despacho de una Facultad de
Teología desde el que R. Bult mann renovó la interpretación de la tradición
bíblica. Esta teología ?científica?? es también irrenunciable.
3. El tercer impulso nos llegó desde una cárcel de Berlín donde el
pastor evangélico D. Bonhoeffer fue vilmente ase un legado. El de Benedicto
XVI ha sido teológico, el del Papa Francisco será pastoral, volcado en
reformas largamente posterga das. H. Küng valoraba profundamente el es
fuerzo renovador del Papa Francisco. Era su Papa preferido, después de
Juan XXIII. Lás tima que Francisco no le haya ?correspon dido?? devolviéndole
su condición oficial de teólogo católico. Una vez más se confirma que existe
?lo incompresible??. ¿A qué Papa y a qué siglo quedará reservado el honor
de rehabilitar a H. Küng?
– Como teólogo, ¿cuáles son las interpe laciones que experimenta en el
momento presente?
Dado que voy superando ya el espacio asig nado a esta entrevista, solo diré
que en un mundo en el que no abundan las propuestas de sentido, el
teólogo cristiano debería es forzarse en presentar de forma plausible lo
esencial de la propuesta cristiana. Y lo esen cial tiene nombre propio: Dios y
Jesús. Si se desdibujan ellos, si decae el riguroso em peño teológico por
iluminar la fe en Dios y en su Cristo, todo habrá terminado. Lo digo porque
podría darse el caso de una Iglesia católica, convenientemente puesta al
día, atenta a todas las reformas necesarias y que, sin embargo, flaquease en
lo esencial. También la alta reflexión teológica es esen cial al cristianismo.
– El teólogo Andrés Torres Queiruga ex presa que ?muerto Hans Küng,
su teolo gía sigue viva y pide futuro??. ¿Para qué?
Me parece muy justa la apreciación de A. To rres Queiruga. A su ?para qué??
respondería escuetamente: para ayudar a las generaciones presentes y
futuras a vivir digna y esperanzadamente, incluida la esperanza final, la
escatológica, tan presente en la vida y en la teología de Küng.
– ?El problema de Hans Kúng (y de otros), a mi juicio, es que mezcla
cuestiones que hay que denunciar y causas que hay que defender con
afirmaciones opinables, que eleva a categoría de verdades abso
lutas; de esa forma, pierde algo de credi bilidad??. ¿Qué le sugiere este
punto de vista?
Bueno, creo que H. Küng se llevó siempre mal con las ?verdades absolutas??,
más bien se le ha acusado de rendirse a un cierto re lativismo. En cuanto yo
lo puedo conocer, no lo veo reo de verdades absolutas y, menos aún, de
elevar las ?afirmaciones opinables?? al pedestal de ?verdades absolutas??.
– ?Una civilización que legaliza la eutanasia pierde todo derecho al
respeto??. Es la frase lapidaria de Michel Houellebecq, uno de los
escritores franceses contem poráneos más conocidos. ¿Qué
comentario le sugiere?
¿Me permite que retorne a H. Küng? En uno de sus últimos libros, Una
muerte feliz, Küng solicita que, llegado el caso -no ha sido necesario- se le
ayude a un buen morir. Recha za la alimentación artificial y la respiración
asistida como formas de prolongar la vida. Y se pregunta si el acto de
desconectar esas máquinas, lo que llamamos eutanasia pasiva, no es ?tan
activo?? como el de suminis trar una elevada dosis de morfina que causa
igualmente la muerte, es decir, la eutanasia activa. Recalca que le gustaría
morir como ha vivido: digna y humanamente. No querría sufrir la lenta y
terrible agonía de su herma no, a la que anteriormente he aludido. Tam poco
le encuentra sentido a una vida pura mente vegetativa como la sufrida
durante demasiados años por el antiguo Primer Mi nistro israelí, Ariel
Sharon. Es el comentario que Küng haría al texto de M. Houellebecq, y que
personalmente suscribo.
– Sobre la polémica reciente protagoni zada por diversos personajes
alemanes ante la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la
Fe ?aprobada por el Papa? en la que la Iglesia recordaba que no se
pueden bendecir las uniones homosexuales. ¿Qué dice usted?
Decía Aristóteles que ?el ser se dice de mu chas formas??. Yo diría que
también el amor se manifiesta de diferentes formas. Creo que la Iglesia no
debería negarse a bendecir las uniones entre personas del mismo sexo. El
amor entre ellas existe y es tan respetable y digno de ser bendecido como el
heterosexual. Es de esperar que la Iglesia no tarde mucho en recorrer este
camino.
– ¿Cómo define usted una vida cristiana mediocre?
¡La mía, por ejemplo!
En serio: la repuesta a esta pregunta requeriría un espacio amplio del que
creo que ya no dispongo. Muchas gracias por la entre vista.