Peter-Hans Kolvenbach, superior general de la Compañía de Jesús, estuvo en Barcelona para asistir al centenario del Institut Químic de Sarrià (IQS). Los jesuitas viven un periodo decisivo para su presente y su futuro. Kolvenbach anunció el pasado febrero su próxima dimisión.
?Usted fue elegido padre general tiempo después de la crisis entre la Compañía de Jesús liderada por el padre Pedro Arrupe y Juan Pablo II. ¿Qué destacaría de este periodo?
?Los vientos fuertes que zarandearon la Compañía de Jesús en estos años hicieron temer que su ímpetu apostólico sufriera menoscabo. Pero, como todas las tormentas, atmosféricas e históricas, tuvieron un fin. Cuando se disiparon las nubes pudimos ver una Compañía de Jesús más purificada y dispuesta que nunca a reafirmar su vocación de servicio a la Iglesia y a la humanidad. Los compromisos apostólicos asumidos en estos años en los campos de la educación, la investigación, la acción social, la comunicación y la animación espiritual no dejan de aumentar. Geográficamente hemos dado un impulso a nuestra presencia en África y Asia.
?¿Puede la Compañía de Jesús hacer frente a esta nueva situación?
?De esta situación emergen dos condicionamientos. El primero nos lleva a contrarrestar la disminución numérica de los jesuitas con la promoción de vocaciones que nos permitan continuar los compromisos adquiridos. El segundo es el fomento de una colaboración cada vez más definida y estrecha con personas que no pertenecen a la Compañía pero que comparten nuestra espiritualidad y quieren participar en la desconcertante variedad de nuestros ministerios. No podemos sucumbir a las dificultades de una situación histórica concreta ni debe aterrarnos la inevitable incomprensión con la que algunas de nuestras iniciativas son recibidas. Nada de esto es ajeno a nuestra historia y a nuestra dedicación al servicio de la misión de Cristo.
?Su cargo es vitalicio según las constituciones de los jesuitas. ¿Por qué, entonces, dimite?
?El fundador de la Compañía quiso que el cargo de superior general fuera vitalicio para evitar un proceso electoral que impone la reunión de un número elevado de miembros y que podría constituir una distracción del empeño primordial: la proclamación de la buena nueva al mundo. Además, la vida humana era mucho más breve en tiempos de san Ignacio y la incidencia de un general debilitado por la ancianidad no era previsible. Ignacio tenía 65 años cuando murió y había gobernado la Compañía 15 años. Sus inmediatos sucesores, Diego Laínez y san Francisco de Borja, murieron a los 53 y 62 años, después de un gobierno que en ambos casos fue de siete años… En el 2008, cuando con la anuencia del Santo Padre presente mi dimisión, habré estado al frente de la Compañía 25 años y estaré próximo a cumplir 80.
?Pedro Arrupe es un precedente.
?La posibilidad de que un superior general pueda presentar la dimisión se introdujo en las Constituciones de la Compañía al término del concilio Vaticano II. El padre Arrupe fue el primero en hacer uso de esta innovación alegando las consecuencias de la edad y de su devastadoraenfermedad. Una formulación feliz de esta innovación considera el cargo no vitalicio (ad vitam) sino ad vitalitatem, mientras tenga la capacidad, física y psicológica, para dirigir e inspirar a 20.000 miembros de la orden.
?En la carta en que anuncia su dimisión alude a que ?hay cosas muy difíciles tocantes a todo el cuerpo de la Compañía??. ¿A qué se refiere?
?Es inevitable que un cuerpo religioso como la Compañía, comprometido en tantos campos de actividad apostólica en tantos y tan diversos países, tenga que tomar en cuenta las necesidades de la Iglesia universal. Y que esto imponga cambios importantes. Por ejemplo, históricamente la Compañía no quiso aceptar la responsabilidad de regir parroquias porque, entre otras cosas, limitaba la movilidad que Ignacio quería. Algo que dio lugar a que se llamara a la Compañía la ?caballería ligera?? de la Iglesia, siempre dispuesta a partir hacia un nuevo destino. Pero la situación actual, con un crecimiento continuo de bautismos y una disminución preocupante de sacerdotes, ha provocado un cambio. Actualmente son más de 2.000 las parroquias confiadas por los obispos a los jesuitas. Es un ejemplo de la incidencia de nuevas situaciones en la estrategia apostólica de la Compañía. Cambios de esta envergadura requieren un examen atento seguido de decisiones no siempre fáciles de tomar.
?Uno de los aspectos, según usted, es la colaboración de personas que no pertenecen a la Compañía: sacerdotes, laicos, religiosos…
?Se calcula que unos dos millones y medio de alumnos están inscritos en los 3.451 centros educativos de la Compañía en 68 países. Los jesuitas dedicados a mantener esos centros son unos 4.600, un número a todas luces insuficiente. No lograrían su objetivo sin la colaboración de 123.985 profesores y administradores no jesuitas que constituyen el 96% del personal integrado en la educación. Estas cifras presentan cuestiones importantes que se deben examinar para asegurar que el espíritu ignaciano que inspira la actuación en este campo es compartido por jesuitas y no jesuitas.
?¿Como la opción por los pobres?
?La opción preferencial por los pobres, en línea con la encíclica de Benedicto XVI, nos deja ante un desafío que parece siempre elusivo, inalcanzable a nuestros deseos y esfuerzos. Junto a la pobreza que aflige a gran parte del mundo, ha aparecido estos últimos años otra clase de pobres: los que se ven privados de casa y patria. Nuestra presencia en muchos países nos ha llevado a ocuparnos de estos nuevos pobres, los más pobres entre los pobres: inmigrantes, refugiados, perseguidos que buscan asilo, indocumentados. Mucho se ha conseguido en este terreno gracias a la ayuda competente de antiguos alumnos. Pero aún perduran los problemas intratables que provocan las guerras en África y hacen difícil la convivencia armónica en Asia. Son algunos de los problemas más candentes que tocan a toda la Compañía. Empeñados en buscar la mayor gloria de Dios, estamos condenados a la insatisfacción de no ver colmados nuestros deseos.
?En este mundo globalizado se da la circunstancia de que usted nació en los Países Bajos y se ordenó sacerdote en Líbano. ¿Cabe el entendimiento entre Oriente y Occidente?
?Juan Pablo II quería que la Iglesia respirara con los dos pulmones: movida por la experiencia espiritual de las Iglesias primitivas que nacieron en Oriente, y por la experiencia de Occidente. Los dos pulmones respiran con inhalación profundamente cristiana, pero la vivencia occidental tiene que tomar en cuenta las minorías de hermanos separados por la Reforma, mientras que en el mundo cristiano oriental la minoría fiel a la sede petrina convive con una mayoría ortodoxa. La oración de Cristo para que se realice la plena comunión interpela a todos los cristianos. Sería un escándalo aceptar la separación de los cristianos como un hecho inalterable, ignorando el deseo de Cristo tan manifiestamente expresado. En las últimas décadas hemos dado pasos importantes hacia la unidad, pero aún no se ve claramente qué forma concreta adquirirá. Pero será una realidad cuando y como el Señor quiera. Entre tanto y hasta que llegue ese momento, el zigzag de encuentros entre Oriente y Occidente será una ayuda inestimable para que las Iglesias de Occidente no dejen caer en el olvido algo que pertenece al misterio de nuestra fe, y las Iglesias de Oriente se vean animadas a vivir la fe cristiana, responsable de la transformación del mundo, en su dimensión católica, es decir, universal.
?¿Qué papel tienen y pueden tener las religiones en este contexto?
?Es de importancia capital que, siguiendo las directivas y el ejemplo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, los cristianos se encuentren entre ellos. Y juntos, deseen encontrarse con otras religiones. Porque, a pesar de todo lo que se dice y escribe poniendo en tela de juicio la vigencia religiosa, no hay duda del efecto determinante de la religión en el concierto de las naciones. Cuando, en la reunión de líderes religiosos convocada por Juan Pablo II en Asís, todos al unísono proclamaron que no se puede matar en nombre de Dios, aquellas voces salieron de un interior configurado por la fe. Lo hicieron como creyentes.
Un ?Papa Negro? occidental y oriental
El superior general de la Compañía de Jesús es conocido como el Papa Negro por su sotana oscura, por su influencia social y religiosa, y por el carácter vitalicio de su cargo, que es fruto de elección. El actual Papa negro, Peter-Hans Kolvenbach, nació en los Países Bajos en 1928 y se ordenó sacerdote en 1961 en Líbano por la Iglesia armenia católica. Ha vivido 25 años en Oriente Medio. Su larga biografía humana y cristiana es occidental y oriental. Fue elegido superior general de la Compañía de Jesús el 13 de septiembre de 1983. El pasado 2 de febrero anunció su dimisión y la convocatoria de la congregación general para el 5 de enero del 2008. Kolvenbach declara a La Vanguardia que esta congregación general deberá, en lenguaje ignaciano, ?discernir?? en qué campos la presencia de la Compañía de Jesús ha dejado de ser necesaria y qué nuevos desafíos debe afrontar en la actualidad y en el futuro. En la capital catalana hablará sobre la evolución del encuentro entre la ciencia y la fe, en los cien años del IQS.