«Los obispos tienen tanto pánico a la sexualidad como a la discrepancia»
Juan Masiá se muestra sorprendido y preocupado por la «anómala situación» de la Iglesia española. Jesuita de 65 años, experto en bioética, ha regresado tras vivir 25 años en Japón. En pocos meses ha visto cómo la jerarquía católica ha forzado a retirar de las estanterías un libro suyo y le ha apartado de la dirección de la cátedra que ostentaba en la Universidad Pontificia de Comillas.
Masiá, que participa este fin de semana en un foro religioso en Vitoria -hablará esta mañana en el Palacio Europa-, no duda en asegurar que los obispos españoles «tienen tanto miedo a la sexualidad como a la discrepancia». LO entrevista Lino Mondragón en El Correo.
-La Iglesia acaba de prohibir su último libro, ‘Tertulia de bioética’.
-Lo han censurado y no han permitido que la editorial lo reedite. Pero lo ha hecho otra casa y está de nuevo en la calle. A mí nadie me ha condenado. En realidad, no me han comunicado nada. Yo sé que ha habido presiones, pero no he recibido ni una sola línea por escrito.
-También ha perdido la cátedra de Bioética en la Universidad Pontificia.
-Me han retirado la dirección de la cátedra, pero seguiré dando clases hasta final de curso. Luego me toca jubilarme y, eso sí, ya me han dicho mis superiores que no voy a poder continuar enseñando. La Compañía no se ha portado mal, ni me ha expulsado ni nada. Ha tenido presiones y ya me ha apuntado que tienen que ver con mis opiniones sobre bioética. Al menos, han dejado como director a quien trabajaba conmigo preparando el relevo.
Posiciones ancladas
-¿La culpa de todos estos contratiempos radica en su opinión sobre el preservativo, como se ha dicho?
-Lo que digo del preservativo es completamente ortodoxo: que no es una cuestión de fe ni de moral ni de pecado, sino de responsabilidad y sentido común. Les puede no gustar o parecerles frívolo, pero la Iglesia no ha prohibido nunca el preservativo. Lo ha podido decir un obispo o un cardenal, expresando su opinión personal, pero no está ningún documento doctrinal. No es competencia de la Iglesia. En cualquier caso, creo que el tema es secundario. Hay otros motivos más serios de fondo.
-¿Cuáles?
-La jerarquía tiene pánico a entrar en serio en el tema de la sexualidad, en revisar la moral sexual, tanto tiempo anclada. Sabe que detrás del preservativo o de otras cosas concretas hay una manera de pensar, que es la que les inquieta. Yo soy murciano y cuento un chiste, el de la cuerda y el borrico cuando va a confesarse el gitano. Pues ellos saben que la cuerda es sólo el inicio, que detrás está el animal, y no son tontos.
-Ha asegurado que en estos temas, la Iglesia lleva cien años de retraso.
-Incluso más. Mire, hay una cosa que llama la atención. A la Iglesia le resulta mucho más fácil ser más avanzada en cuestiones sociales que en temas de bioética, generación de la vida y sexualidad. Tiene otras gafas para ver estas cuestiones. E incluso dentro de la bioética trata de forma distinta el principio y el final de la vida. Es más avanzada en esta última faceta. ¿Por qué? Porque al final no aparece el sexo. Si éste entra en escena, una parte de los obispos se asusta. Les entra el pánico. En alguna ocasión anterior he dicho que el sexo es una piscina en la que la Iglesia católica no hace pie. Los obispos tienen tanto pánico a la sexualidad como a la discrepancia.
-¿Qué le parece el proyecto de Ley de Reproducción Asistida que prepara el Gobierno de Rodríguez Zapatero?
-No hay que afrontarlo desde el recelo aunque se pueda ser cauteloso y recomendar condiciones. Sí creo que antes de llegar al Congreso y provocar una discusión político-religiosa hubiera sido mejor facilitar un debate social menos crispado.
-¿Y la contundente reacción en contra del Episcopado?
-Coincido con los obispos al 100% en criterios y valores, pero en nada a la hora de llegar a las conclusiones. No estoy de acuerdo en decir que no de forma tajante a la reproducción asistida y tampoco en hacerlo con esa retórica que usan: ‘bebé medicamento’, ‘matar hermanitos’, ‘bioadulterio’, ‘incesto genético’… Hablar así hace un flaco favor a la Iglesia y a los principios que dice defender. Da una imagen pesimista, condenatoria, gruñona.
-¿Pueden unos padres apostar por un hijo seleccionado genéticamente para resolver la enfermedad de un hermano?
-Eso es el llamado ‘bebé medicamento’, como lo califica peyorativamente la jerarquía. ¿Y por qué no? Seguro que los padres lo van a recibir con todo el cariño, y el día de mañana tanto él como su hermano estarán orgullosos. Hay que ser respetuosos y abordar los temas con más cariño.
-¿Y los embriones que se desechan?
-Es una cuestión muy delicada, ante la que hay dos posturas extremas. ¿Se ha generado vida desde el primer momento? Yo prefiero mantener una posición intermedia. Un embrión me merece un respeto, pero no el mismo que un feto de tres meses. Los preembriones no implantados no son personas.
-¿Defiende la congelación de embriones para investigar luego con células madres?
-La acepto si es con las debidas garantías y en condiciones. Desde luego, con consentimiento y con mucha responsabilidad en todo momento.