Entrevista a José Mª Martín Patino. Hombre de diálogo -- Mª Angeles López Romero

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Es reticente a conceder entrevistas y ha accedido a contestar tan sólo a unas pocas de las preguntas que le formulaba la revista 21. Pero las respuestas de quien fuera mano derecha del cardenal Tarancón y es hoy presidente de la Fundación Encuentro son tan jugosas que hacen de esta entrevista un educativo repaso a la historia, la política y la Iglesia, regado con una pizca de ironía y buen humor.

El jesuita José María Martín Patino (Lumbrales, Salamanca, 1925) fue el colaborador más especial del cardenal Tarancón en los años difíciles de la Transición y jugó un papel determinante en la resolución de los momentos más delicados de la relación entre Iglesia y Gobierno. Su condición de jesuita le impidió alcanzar la mitra, como hubiera querido don Enrique. Y desde hace ya más de dos décadas preside la Fundación Encuentro, cuyo objetivo principal es ofrecer espacios de diálogo y conservar el espíritu de consenso de aquellos extraordinario años.

¿Se ha perdido definitivamente el espíritu de la Transición?

El espíritu de diálogo, de consenso, de interés común y prioritario por la búsqueda de un futuro en el que se dé preferencia a la verdad por encima de los intereses grupales de poder, creo que sigue presente en muchos sectores de la sociedad española. Por poner algún ejemplo bien significativo, pensemos en los interlocutores sociales (sindicatos y patronal), en la clase empresarial, en los investigadores y los educadores, así como en la inmensa mayoría de las personalidades que actuaron entonces en la política y siguen pidiendo que volvamos al diálogo político.

Pero el ambiente público que se respira hoy es muy distinto. La mayoría de la población española está ya harta del griterío que se ha adueñado de la vida política. Como responsable de una Fundación que entonces eligió significativamente el nombre de ?Encuentro??, puedo asegurar que ahora se dialoga mucho más, en muchas de las organizaciones sociales, por ejemplo en las de tipo económico y de análisis social. Cuando nosotros comenzamos a organizar foros y encuentros de régimen interno en los que sometíamos a los adversarios a un régimen de diálogo durante doce horas diarias, apenas existían otros espacios de consenso. Hoy sobreabundan los Foros y hasta se han profesionalizado. En cambio, da la impresión de que en el Parlamento y en la estrategia interna de los partidos políticos, se busca expresamente la polémica en vez del debate serio. Muchos tratamos ahora de acorazarnos frente a esta tempestad que nos amenaza en la próxima campaña electoral.

¿Cree que tendrá consecuencias?

Es de esperar que si los líderes políticos persisten en este sonsonete tedioso y mal educado, muchos cortemos la comunicación y nos alejemos de las peleas que se traen entre ellos. Yo al menos no toleraré a ningún político que insulte o descalifique al adversario. Y da también la impresión de que los medios de comunicación de momento no favorecen el diálogo. No es fácil dar con un debate o tertulia en la tele o en la radio en la que los participantes no se arrebaten unos a otro la palabra y descalifiquen a personas del partido opuesto, sin molestarse en presentar la más mínima prueba de sus descalificaciones. Creo sinceramente que esta estrategia de lucha por el poder, más que ayudar a la democracia, corrompe a los que la practican y haremos todo lo que esté en nuestra mano para que queden al descubierto los mentirosos.

¿Qué opinaría al respecto el cardenal Tarancón?

Probablemente nos remitiría a la petición solemne que hizo al Señor, ante el Rey Juan Carlos, en la célebre homilía de los Jerónimos (27.11.75). ?Pido al Señor que reine la verdad en nuestra España, que la mentira no invada nunca nuestras instituciones, que la adulación no entre en vuestra casa, que la hipocresía no manche nunca nuestras relaciones humanas??.
Está a punto de concluir el año del centenario del Cardenal Tarancón y ha pasado prácticamente desapercibido. ¿Por qué cree que no se le ha rendido más homenaje a esta importante figura de nuestra historia reciente? A mí también me ha sorprendido negativamente como a usted. Yo he sido invitado a intervenir en cinco actos de homenaje: En Burriana, su ciudad natal, en el Auditório Pablo VI, organizado por el Instituto Superior de Pastoral y por la Fundación Pablo VI, en el acto literario organizado por la Universidad de Comillas, en el Ateneo de Castellón y el espontáneo homenaje organizado por el padre Ángel y su obra ?Mensajeros de la Paz??.

¿Ningún gesto institucional?

No tengo noticia de que alguna de las cuatro diócesis de las que fue titular, Solsona, Oviedo, Toledo y Madrid, haya organizado algún acto oficial. Echo de menos también un acto colectivo del episcopado, aprovechando alguna de las reuniones plenarias celebradas por la Conferencia Episcopal. Rigió la Conferencia durante 10 años. Un hecho insólito que no será fácil que se repita. Fue elegido por mayoría absoluta dos veces, como a casi todos los presidentes precedentes y sucesores. Sólo el cardenal Tarancón, en lo que lleva de historia la Conferencia, superó la tercera elección en que debía obtener los dos tercios de los votos positivos. Por otra parte, por el fallecimiento prematuro de don Casimiro Morcillo, dada su condición entonces de vicepresidente, tuvo que hacerse cargo de la presidencia casi un año antes de que le eligieran presidente en marzo de 1972.

¿Ve alguna explicación?

Ciertamente muchos de aquellos obispos se han jubilado y no vivieron los momentos difíciles de la Asamblea Conjunta, del Asesinato del almirante Carrero Blanco, del caso Añoveros, de la célebre homilía ante el Rey en la Iglesia de los Jerónimos, etc. Pero choca con esta actitud la de algunos políticos artífices de la Transición que han tenido el valor de considerar al cardenal Tarancón como una de las figuras imprescindibles de la Transición. Me emociona el reconocimiento de algunos de ellos, como D. Santiago Carrillo, D. Alfonso Guerra, D. Gregorio Peces Barba, D. Luis Gómez Llorente, el recordado general D. Manuel Gutiérrez Mellado, etc. Algunos de ellos se han acercado a ofrecerse para organizar un homenaje de ámbito nacional.
Habrá alguna excepción. Quiero reconocer el valor y la templanza de monseñor Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia, que dedicó un buen pasaje de su discurso de inauguración de la Asamblea Plenaria, el 19 del pasado noviembre, en recuerdo y homenaje de su antecesor en el cargo, cardenal Tarancón. También habrá que agradecer a la mayoría de los medios de comunicación la importancia que han concedido a este recuerdo.

La asignatura de Educación para la Ciudadanía, ¿se merece la polémica que ha levantado o cree que puede contribuir al diálogo y el respeto de los Derechos Humanos?

A mi juicio, se ha puesto de manifiesto la desmesura de los argumentos que se han esgrimido en contra por alguna organización católica que ha intentado hacer política partidista con esta ocasión. Aun en el caso, para mí improbable, de que el poder legislativo hubiera traspasado los límites de su competencia, creo que hubiera sido más evangélico exponer claramente las razones y no sumarse a la campaña partidista de desprestigio del Gobierno.

El carácter propio de cada centro de educación y el ideario que puede concertar con las autoridades docentes basta para impedir cualquier exceso educativo en contra de la voluntad de los padres. En 1931 ante la constitución más hostil de todo el siglo XX a los sentimientos religiosos de los españoles, la Declaración Colectiva de los obispos razonaba los artículos que negaban a la Iglesia una libertad que se concedía, por otra parte, a todos los españoles. Pero al mismo tiempo exhortaba a los fieles a obedecer y respetar a la autoridad legítimamente constituida. No todos los procedimientos democráticos son al mismo tiempo evangélicos, como nos recordó Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi.

¿La COPE es un error?

No creo que haya algún eclesiástico que disfrute oyendo a esa emisora. El Embajador de España ante la Santa Sede acaba de mostrar su extrañeza, como yo lo hago ahora. Pero, no se lo diga a sus dirigentes, porque a lo mejor redoblan nuestro sufrimiento.