Fundador del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil. Ha participado en el 20° encuentro de la asociación Araguaia con el obispo Pere Casaldàliga
Lleva ropa cómoda, como si de un momento a otro tuviera que emprender una marcha por alguna de las causas justas que hace tiempo que le mueven. Se aloja en el piso de la sobrina de Pere Casaldàliga. Son amigos y comparten inquietudes. Les une la lucha contra la pobreza. Hijo de campesinos, Joao Pedro Stedile (Lagoa Vermella, 1953) luchó contra la dictadura militar que golpeó a su pueblo durante 20 años. Desde 1979 es un activista por la reforma agraria de Brasil. Las adversidades no le vencen.
–¿Cómo nace el movimiento de los Sin Tierra?–Hace 25 años organizamos a los campesinos contra la dictadura militar para que lucharan por su derecho a tener tierra y poder trabajar.
–¿Una razón de justicia social?
–Brasil es la sociedad más injusta del planeta, donde los ricos son más ricos y los pobres, más pobres. La tierra siempre fue monopolio de unas pocas familias. Durante el colonialismo pertenecía a la Corona portuguesa, que luego, en el siglo XX, vendió la tierra a grandes latifundistas. Hoy, en Brasil, hay cinco millones de campesinos con poca tierra y cuatro millones sin tierra.
–¿Por qué se implicó?–Lo viví en casa: mi familia está formada por campesinos emigrados de Europa. Y como militante social, para luchar contra la dictadura militar. La lucha social siempre es necesaria, importante y satisfactoria.
–Los años, ¿le han dado la razón?–Durante todo este tiempo hemos logrado conquistar tierra para 15.000 familias. El Gobierno tuvo que expropiar alrededor de 30 millones de hectáreas, que todavía es poco, pero muchas familias salieron de la pobreza, tienen dignidad, pueden trabajar, tienen su vivienda y todos los niños están en la escuela.
–¿Cómo se lucha por la tierra?
–Primero, concienciando a los campesinos sobre cuáles son sus derechos. Luego, solo es posible luchar con movilizaciones de masas. La fuerza del pueblo está en su número, porque no tiene dinero ni fuerza militar.
–Y cuando ya son muchos, ¿qué hacen?–Tomamos los latifundios improductivos. En el año 2005, para presionar al Gobierno de Lula, organizamos una marcha de 15.000 personas y caminamos 370 kilómetros en 20 días. Y así seguimos.
–Pero, si yo tengo una tierra, ¿ustedes como me la pueden quitar?–Hay una ley que dice que a todos aquellos que tengan más de 1.000 hectáreas y tierras que no se cultivan, el Gobierno puede expropiarles, pagándoles la tierra y luego distribuyéndola entre los campesinos. Como el Gobierno no cumple esa ley, nosotros nos organizamos. Miles de familias, una noche estrellada, entramos en esas tierras y hacemos lo que llamamos una toma. Nos quedamos allí y, a la mañana siguiente, ahí está la prensa. A la vista del conflicto, el Gobierno tiene que llegar a una solución: expropia esa tierra o la de otra hacienda.
–Esa forma de conseguir la tierra, ¿les ha dado buenos resultados?–Al principio sufrimos mucha represión por parte de la policía, y muchos de nuestros compañeros fueron asesinados. Los latifundistas organizaban pandillas de pistoleros. Los primeros años fueron asesinados más de 1.500 miembros de la Alianza de los Trabajadores, no solo de los movimiento de los Sin Tierra.
–¿Por qué el Gobierno de Lula no cumple esas leyes?
–Lula se quedó en el siglo anterior. No le llamo traidor, pero le falta conciencia de cuál es su rol. Por vanidad personal, para llegar a ser presidente, aceptó una alianza con los neoliberales. Y fue una lástima.
–¿Pero Lula no era el político de los pobres?–El Gobierno de Lula es heredero de un partido de izquierdas y fruto de un proceso de refundación del movimiento de masas que hubo en los años 80. Pero tras las elecciones del 90, la burguesía se hizo fuerte con el neoliberalismo, y cuando este empezó a desplomarse y las masas se dieron cuenta de que les convenía el cambio, una parte de la burguesía neoliberal se alió con Lula para no perder sus privilegios. Y le pagó la campaña, pero se la cobró a cambio del compromiso de no cargarse la política económica anterior. El resultado de eso es que el Gobierno de Lula no es un Gobierno de izquierdas. Todas las medidas que adopta son ambiguas.
–¿Ambiguas? ¿Cómo?–Sao Paulo, el centro económico del país, es la ciudad del mundo con más helicópteros, ¿sabe por qué?
–Pues no.
–Pues porque nuestra burguesía, como no quiere cambiar la política que afecta al tráfico, va a trabajar en helicóptero. ¡Hay más helicópteros que en Nueva York! ¡Pero en esa misma ciudad hay 10 millones de familias que no tienen dónde vivir!
–Y esa irracionalidad, ¿puede cambiar?–En Latinoamérica, la gente empieza a tomar conciencia de que esto no puede seguir así. Y habrá movilizaciones de masas. Ni siquiera tenemos recursos naturales para asimilar la idea de consumismo impuesta por el capitalismo. Pero, ya se sabe: siempre es tarde cuando los problemas aumentan. Pere Casaldàliga dice en relación con el reformismo: «Podar no mata, revitaliza». Cualquier cambio estructural es parte de una revolución. Los cambios siempre vienen de la calle.