Era el 4 de diciembre de 2009. Después de una larga espera en el aeropuerto de Madrid-Barajas abordé un avión de Air Algerie que me llevaría a Tindouf, al desierto más inhóspito de la tierra, en el suroeste de Argelia. Gracia a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui pude realizar este viaje.
Tres motivaciones me movieron ir al desierto: Una, espiritual, pues lo asumí como una peregrinación al desierto, al silencio, a donde no hay nada, a donde todo es austero y simple. Peregriné para encontrarme con el Dios que sufre en aquellos hombres y mujeres que viven en la más grande simplicidad entre las arenas del Sahara. En aquel desierto se escucha con fuerza la voz de las víctimas de la injusticia de este mundo.
Otra motivación fue la solidaridad con aquel pueblo que resiste desde hace 34 años el exilio en las condiciones más duras del desierto con la esperanza de retornar un día a su patria, hoy ocupada por Marruecos. Fui portador de un saludo de solidaridad de la Secretaría de los Comités Oscar Romero del Estado Español. Y finalmente, me movió también a realizar este viaje el deseo de estudiar la organización comunitaria de este pueblo, desde mi experiencia con los refugiados guatemaltecos en México y el conocimiento de las comunidades de población en resistencia en las montañas y selvas de Guatemala. Tomé la actitud de un niño que va a ver, escuchar, preguntar y aprender.
1. Acogida saharaui
Con este espíritu de búsqueda, de encuentro y de aprendizaje me sumergí en las arenas y misterios del desierto del Sahara, en la región denominada la Hamada, la más árida e inhóspita del planeta, en donde se encuentran alrededor de 240.000 refugiados saharauis distribuidos en cinco campamentos, llamados wilayas, que reciben nombres de los pueblos de su patria, el Sahara Occidental, de donde salieron huyendo tras la ocupación militar por parte de Marruecos. A su vez, cada wilaya está dividida en varias darias (especie de ayuntamientos), y éstas en barrios.
Llegué a la gobernación de la wilaya de Smara, que tiene más de 50.000 habitantes, y de ahí el alcalde de la daria de Hausa, el señor Abeil, me acompañó a la casa de la familia de Dajdah Ahmedsalem, quien ya estaba esperándome. La esposa Ishe y sus hijas Guetna y Shrif, de 20 y 19 años, me dieron una cordial bienvenida, me hicieron entrar en la jaima. Allí esperaba Dajdah el padre de familia, un patriarca barbudo, enjuto y de rostro sereno, envuelto con un turbante y túnica oscura, quien me recibió con un abrazo, mientras pronunciaba varias veces “bismilah”, en nombre de Dios.
Sentados en el suelo de la jaima, tapizado con alfombras mauritanas, me ofrece perfume para que me frote con él las manos y la cara y, seguidamente, degustamos el te tradicional. Es costumbre entre los saharauis recibir a los huéspedes ofreciéndoles perfume. Dajdah no cesaba de repetir en su lengua hassanía: “ésta es su casa”. Con su hija Shrif como intérprete, que hablaba un perfecto español, intercambiamos unas palabras.
Seguidamente, sus hijas y su primo Mohammad me acompañaron a conocer el entorno. Me llevaron al mercado del campamento para comprarme un zam, turbante blanco para envolverme la cabeza, y un derrashs, túnica larga hasta los tobillos, vestimenta propia de los saharauis. El sol del desierto y las tormentas de arena obligan a hombres y mujeres a caminar con el rostro cubierto.
Una noche, los amigos y amigas de los jóvenes Shrif y Mohammad organizaron una fiesta en nuestro honor (había también en el mismo barrio un matrimonio de San Sebastián con sus dos hijas jóvenes). Prepararon una jaima, delicadamente alfombrada, llevaron aparato de sonido, y comenzaron a bailar y cantar en lengua hassanía. Me quedé sorprendido del estilo, tanto de las muchachas como de los muchachos. El arte de la danza y el sensual movimiento, sobre todo de ellas, cautiva, que por cierto, son bellísimas. Se pasaron las horas sin darnos cuenta. Ahí estuvimos hasta la 3 de la madrugada. Es de notar que en las fiestas no se toma nada de alcohol. Hay un ambiente alegre, sano y limpio.
3.El diario vivir en la familia y en los campamentos
La población vive en humildes casas construidas con adobe arenoso, formando un patio rectangular en cuyo centro se halla la jaima, tienda de campaña de los nómadas fabricada con tejido de pelo de camello, de cabra o de lona. La jaima está alfombrada y tapizada por dentro, dándole un aspecto sumamente acogedor e íntimo. Es el lugar más importante de la casa, centro de reunión familiar, de intercambio de experiencias y de oración.
Los saharauis rezan en la jaima mirando, como todo musulmán, dirección de La Meca. Se agachan, se levantan, se limpian las manos con un poco de agua, se vuelven a arrodillar, inclinan la cabeza hasta el suelo, al ritmo que recitan sus oraciones. Les mueve una profunda fe en Alá Dios. Asimismo, la jaima es el lugar en donde se comparte el te que lleva consigo todo un rito, realizado por el padre o madre de familia.
Las habitaciones están ubicadas alrededor de la jaima, tienen varias ventanas pequeñas a ras del suelo y la razón es porque la gente se sienta en el suelo alfombrado y duerme sobre colchonetas tendidas en el mismo suelo. No hay mesas ni sillas. Antes de entrar a cualquier departamento de la casa se deja el calzado en la puerta y se pasa descalzo.
Las habitaciones están cubiertas con láminas de zinc que en verano se cubren con arena para amortiguar el calor del sol. Ha habido años que la temperatura en verano ha llegado a alcanzar los 59 grados centígrados a la sombra. ¿Cómo aguantan los niños? Se les envuelve en lienzos mojados con agua y por la noche duermen sobre la arena del patio.
Asimismo, dentro del recinto de la casa se halla la cocina y el cuarto de baño.
Un problema serio del desierto es el agua. Cada varios días llega un camión cisterna, procedente de pozos lejanos, para llenar los depósitos que cada casa tiene en la puerta. El agua se raciona con un esmerado cuidado. La mayoría de las casas siempre tienen abiertas las puertas y duermen con ellas entornadas. Hay un sentido sagrado de respeto y de acogida. No hay delincuencia ni crímenes. Son muy observantes de su religión musulmana. Tampoco toman bebidas alcohólicas.
Las calles, si es que se les puede llamar así, son verdaderas dunas de arena y piedras. Por ellas corren las cabras sueltas buscando qué comer. He visto cabras comiendo papeles, cartones y plásticos. También se ven algunos camellos utilizados para transportar carga, pero cada vez más, estos son sustituidos por el Land Rover.
Un problema serio es la falta de empleo. Unos trabajan en sus pequeños comercios en el mercado de la wilaya. Otros son mecánicos de automóviles, otros trabajan en talleres de herrería, sastrería…, y otros en los centros oficiales: escuelas, puestos de salud, proyectos comunitarios, policía, ejército… Los jóvenes tratan de viajar a España, Cuba, Argelia o Mauritania e incluso a Libia, para estudiar alguna carrera o buscar un trabajo.
Se siente un cierto cansancio por la larga espera de 34 años de vida en el refugio sin ver en el horizonte próximo una esperanza de retorno a su patria. En los hombres y mujeres ancianos, en medio de su bondad, se percibe una cicatriz de tristeza profunda en el alma que con frecuencia asoma a su rostro. Entre los jóvenes, que ya nacieron en los campamentos, hay de todo. Unos sueñan y luchan por acelerar el retorno. Organizan proyectos y actividades comunitarias, se alistan al ejército o se van a capacitarse a otros países con el fin de servir a su pueblo. Otros tratan de emigrar a España, Argelia o Mauritania buscando su vida. Eché en falta un trabajo de formación socio-política con los jóvenes. Quizás exista, pero yo no lo ví.
Un aspecto que podría mejorarse en los campamentos es el sistema de recogida de basuras. Se amontonan en las calles en donde las cabras la revuelven, corriendo el riesgo de convertirse en focos de contaminación y de infección. También se deposita montones de basura, incluso con cabras muertas, a las afueras de los campamentos en el desierto, dando un aspecto deprimente. Creo que la limpieza no está reñida con la pobreza, aspecto que comenté con algunos dirigentes.
Cada wilaya tiene uno o varios cementerios. Todos ellos están emplazados fuera de los campamentos, en el desierto. Muchos hombres y mujeres murieron sin ver con sus propios ojos la tierra prometida y soñada de su patria. Una tarde, en compañía del joven Mohammad, visité uno de estos cementerios. Son sencillos y rústicos. Cada panteón está cercado por piedras. Anexo al cementerio hay una caseta de adobe en donde al difunto, antes de ser enterrado, le cortan el pelo, le quitan la ropa y lo envuelven en una sábana blanca. Sólo así podrá ser sepultado. Es todo un rito sagrado.
4.Estilo de vida y proyectos comunitarios
Una tarde, Gadi, hermano de Shrif, nos llevó en su Land Rover al campamento de Auser. Fuimos invitados a entrar en varias jaimas a tomar el tradicional te y, al anochecer participamos en la manifestación organizada por la asociación de mujeres en solidaridad con la defensora de los derechos del pueblo saharaui, Aminetu Haidar. Las mujeres iban vestidas de negro, el rostro cubierto y velas en las manos. Recitaron unas oraciones coránicas y seguidamente, una de ellas tomó la palabra y en su lengua hassanía lanzó un discurso llamando a la unidad, a la resistencia y a la esperanza en el retorno. El hassanía es la lengua que se habla también en Mauritania, se escribe con signos árabes, pues aunque es una lengua que ya hablaban antes de la llegada de estos, al ser sólo oral, asumió su grafía.
La gente por la calle se saluda. Nadie es extraño. Assalam alicum, la paz esté contigo, es el saludo común. Hay un ambiente de comunidad, de pueblo peregrino por el desierto camino de la tierra prometida.
En cada daira hay una escuela. La enseñaza es obligatoria para todos los niños y niñas Estudian hasta la Primaria. Ahí aprenden el árabe y el español. Como complemento a la enseñanza de la lengua española, se les ofrece a los niños y niñas de 7 a 12 años la oportunidad de viajar a España dos meses todos los años con familias que los acogen, con el fin de perfeccionar su castellano. Los que desean seguir estudiando bachillerato marchan a Argel, Libia o Mauritania. Las carreras universitarias las realizan en diversos países. Cuba es el país a donde va la mayoría dado que su gobierno les ofrece acogida y les costea los estudios. Sobre todo médicos y profesores son preparados en Cuba.
El sistema de salud está organizado con un Hospital Central en Rabuni, wilaya en donde están los centros oficiales de los campamentos saharauis. En este Hospital hay siete médicos. El director es saharaui formado en Cuba, y los demás son especialistas: medicina interna, pediatría, radiología, cirugía, ginecología y epidemiología. Al frente de cada servicio hay un médico cubano especialista en la materia. Tiene un servicio de urgencia las 24 horas. En cada wilaya hay un hospital regional y en cada daria un centro de salud. No dan abasto. Les falta equipamiento y medicinas.
Un día me llevaron a visitar a una señora del barrio. Le diagnostiqué una bronconeumonía. La acompañé al hospital regional de Smara, un edificio rústico, pero ordenado y limpio. Los pasillos estaban llenos de gente sentada en el suelo. Me recibió el Dr. Abdalad, joven médico preparado en Cuba, un hombre con un gran amor a su pueblo saharaui y con mucho espíritu de servicio. Me dijo que había tenido la oportunidad de quedarse trabajando en España, pero su conciencia no se lo permitió. En los campamentos no gana más de 100 euros mensuales, pero su pueblo lo necesita y ahí debe de estar. Un ejemplo de hombre nuevo, esperanza de una nueva humanidad. Me planteó el problema de que el médico que tenía que pasar consulta en el Centro de Salud en la daria de Tifariti estaba ausente, y los pacientes estarían esperando. Me pidió el favor de que fuera a pasar consulta y que los casos dudosos o más complicados se los remitiera al Hospital. Puso una ambulancia a mi servicio que me llevó al Tifariti. Me quedé desconcertado. ¿Qué hago? ¡En qué problema me he metido, Dios mío!, me dije.
Llegué al Centro de Salud con cierto temor. Había una larga cola de gente esperando, hombres y mujeres, unos de pié otros sentados en el suelo. Me puse en las manos de Dios. Bismilah, en nombre de Dios, dije. Ojeé, con la ayuda del enfermero del centro, las medicinas que había en la farmacia del mismo. Pasé a la clínica y comencé a pasar consulta, con la ayuda de mis intérpretes. Traté de ver el rostro de Cristo en cada paciente.
Unos llegaban con severas bronquitis, otros con infecciones gastrointestinales, artrosis, fiebres… hasta un bocio. Así estuve desde las 9,30 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Al final respiré y dije handuliláh, gracias a Dios. Hice lo que pude. Traté de escuchar pacientemente a la gente, de atenderla con cariño, recetarle el tratamiento más adecuado y darle consuelo y esperanza.
Un día me llevaron a visitar el “Huerto” en Smara. Es una amplia zona cercada con una tapia de adobe en torno a un pozo. Con motor sacan el agua para dar riego a una amplia plantación de hortalizas: tomates, pimientos, zanahorias, nabos, cebollas… Hay árboles y palmeras. Es como un oasis en el desierto. Es el único lugar en donde he visto pájaros y palomas, pues fuera de ahí no se ve una sola ave. Los productos agrícolas del “Huerto” están al servicio del Hospital. Varios hombres trabajan en este proyecto, que a mi criterio podría producir aún más. Junto al “Huerto”, tienen una granja de gallinas ponedoras que abastece, asimismo, al Hospital y lo sobrante se vende en el mercado de la wilaya. Creo que todavía podría mejorarse la producción del Huerto.
Un proyecto muy significativo es el CASTRO, un Centro de atención a minusválidos y retrasados mentales. Es un oasis humanitario en el desierto. Alberca 64 niños y niñas comprendidos entre los 4 y 14 años, la mayoría hemipléjicos y parapléjicos. Ahí se los educa para que crezca con autoestima y hacerlos útiles. Su director es un saharaui formado en Cuba, de ahí que al Centro lo bautizó con el nombre de Castro, un hombre con un gran sentido pedagógico y lleno de mucho cariño a estos niños. Mantiene a los niños en constante actividad con trabajos de manualidades, dinámicas recreativas, juegos, cantos…Él repite con frecuencia estas palabras: “Aquí no crecen plantas ni árboles, todo es árido, pero florecen las personas”. Esta frase se puede leer a la entrada del proyecto.
Otro proyecto es el Centro de atención a ciegos. Muy limpio y organizado. Ahí aprenden el método de escritura braille con varias orientadoras saharauis capacitadas en España y Cuba. Los invidentes aprenden a hacer manualidades, para que de esta manera se sientan útiles en su familia y en la comunidad.
Asimismo, hay una Academia de Inglés, dirigida por varias mujeres saharauis. Por la mañana asisten mujeres y por la tarde hombres, casi todos jóvenes. En el mismo recinto de la academia está la Escuela de Corte y Confección. Otro de los proyecto son los pequeños talleres de artesanía con sus correspondientes tiendas.
Un proyecto nuevo es la fábrica de jabón y champú construida por una organización solidaria de España, pero cuyos trabajadores son saharauis. Está al servicio del Hospital y de los distintos centros de salud, pero el objetivo es abastecer al mercado local a un precio muy económico.
En todas la wilayas hay un museo que expone el arte saharaui y documentos de la historia del pueblo. Se trata de que tanto los alumnos de las escuelas, visitantes y cooperantes extranjeros y la población saharaui en general conozca su historia y cultura.
Hay varias bibliotecas públicas abiertas a todos, con literatura en árabe y en castellano El pueblo saharaui, en general, es un pueblo culto.
Una mañana viajamos a Rabuni, que no es un campamento propiamente, sino el lugar en donde están los centros oficiales de la República Árabe Saharaui Democrática. Ahí se halla, como dije, el Hospital Central, la Casa Presidencial, la sede de gobierno de la República, los Ministerios, el Museo del Ejército Nacional, y otras organizaciones y sedes de ONG,s. En la sede del gobierno entregué copia de la carta de solidaridad que el SICSAL (Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad de América Latina) dirigió a Aminetu Haidar. La recibió el secretario del Presidente de la República Mohammad Abdelaziz, quien en ese momento se encontraba en una reunión. Seguidamente nos reunimos con una representante de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA), a quien entregamos otra copia de la carta del SICSAL.
En medio de sus múltiples proyectos el pueblo saharaui no puede subsistir sin la ayuda humanitaria internacional. El lugar es tan inhóspito que sin la solidaridad de los pueblos del mundo sería imposible vivir y desarrollar los proyectos que tienen.
5.El misterio del desierto
Nunca me dejaban solo. Siempre me acompañaba la joven y bella Shrif o su primo Mohammad. Solamente por las mañanas encontraba un rato para estar solo. Cuando la mezquita anunciaba la oración matutina, y los de la casa dormían o rezaban en la jaima, me levantaba y salía camino del desierto, saboreando su silencio.
Mientras caminaba hacia el desierto escuchaba a lo lejos los salmos del Corán y reflexionaba, al ritmo de mis pasos, sobre el misterio de Dios, que no es propiedad de ninguna religión. Él es el Dios de todas las religiones, el Dios siempre mayor. ¿Qué podemos saber nosotros de Dios? Y me seguía interrogando sobre el papel de las religiones, ¿en qué medida aportan a la humanización de este mundo? Y pensaba en el Vaticano, La Meca, el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén… En muchos momentos compartí estos planteamientos y sentimientos con los jóvenes Mohammad y Shrif. Fueron conversaciones profundas y sentidas.
En mi caminar por el desierto llegaba un momento en que ya quedaron atrás los campamentos. Sólo tenía delante de mí llanuras infinitas de arena y piedra, sin un solo árbol ni una pequeña planta, ni pájaros, nada. Da la impresión de estar en otro planeta. Sólo cielo y arena y uno perdido en esa inmensidad. Lo duro del desierto no es sólo el entorno físico, aunque es lo que más impresiona a simple vista. Lo fuerte del desierto es la desnudez que se siente. No hay nada que te distraiga. Todo es árido. Aparentemente, no hay caminos. Uno se siente verdaderamente solo. El desierto zarandea, purifica, interroga, lo revuelve todo. Allí habla Dios, llama a la purificación, a relativizarlo todo y centrar la vida en lo que verdaderamente merece la pena. Dios habla en el silencio. El desierto es lugar de encuentro con Dios. Ahora comprendo por qué los profetas salieron del desierto.
El desierto es una excelente lección para nuestra sociedad consumista y hedonista, en donde no sabemos distinguir entre lo necesario y lo superfluo. Nos hemos rodeado de multitud de cosas que no son necesarias creyendo que así seremos más felices. Estamos llenos por fuera, pero vacíos por dentro. El desierto nos desnuda, nos permite tener conciencia de nosotros mismos y nos ayuda a reconstruir el sentido de la vida y de la historia. Muchas veces nos resistimos adentrarnos en el desierto y rehuimos el silencio porque estamos cargados de ídolos y tememos que Dios nos interrogue y nos exija cambios profundos en nuestra vida y compromisos serios y audaces con las víctimas de la injusticia de este mundo.
Asimismo, en aquel caminar pensaba que la Iglesia está necesitada de mucho desierto. Necesita despojarse de muchos ropajes, para centrarse en la misión que le encomendó Jesús de ser servidora de una nueva humanidad, en comunión y diálogo fraterno con todos los hombres creyentes y no creyentes. Sentado en el suelo me cuestioné: ¿cómo vivir el desierto en la ciudad? ¿es posible vivir el desierto en nuestra vida diaria, en nuestras comunidades, en las catedrales, palacios episcopales, en el Vaticano?
En los pocos días que estuve en el Sahara, aprendí mucho de los hombres y mujeres del desierto, de su vida dura y sencilla. Hombres y mujeres vacíos por fuera, pero llenos por dentro. Aprecié en sus ojos la irradiación de calma infinita, de paz, de bondad, de acogida y de sacrificio sin queja.
Uno de aquellos días, un grupo de hombres salieron con sus camellos al desierto cerca de la frontera con Mauritania, donde tienen sus ganados. Varios días de camino desafiando al desierto terrible e implacable. No importa el calor del día o el frío de la noche, sin comodidades, llevando una vida primitiva propia de los nómadas. Este es el pueblo saharaui. Sobrevive en las condiciones más duras que nos podamos imaginar. Increíble para la sociedad consumista del norte.
Esta sociedad “desarrollada” por fuera necesita una fuerte experiencia de desierto si desea forjar un futuro nuevo y limpio. Si no lo hace, si no cambia de estilo de vida y de modelo socioeconómico, posiblemente, creo que la injusticia que comete con la humanidad del sur y la injusticia con el medio ambiente, se lo impondrá irremediablemente. Ojalá cambiemos de rumbo antes de que sea demasiado tarde.
Hay algo en el desierto que no encuentro palabras para describir. Las noches son imponentemente embriagantes. Cautivan. Sólo se escucha el silencio del universo. Las estrellas llenan la bóveda celeste de horizonte a horizonte, como lámparas limpias en la noche. Tumbados en la arena pasamos largo tiempo contemplando la maravillosa y misteriosa obra de la creación. Somos parte de las estrellas. Salimos del mismo Bing Bang. El cielo estrellado del desierto llama al silencio, a la interiorización y a la contemplación.
6.Para entender el conflicto saharaui
Por las noches Shrif y Mohammad me acompañaban a visitar a algunas familias del barrio. En casi todas ellas, las personas mayores, hombres y mujeres, rezan con una especie de rosario, invocando los nombres de Dios, de acuerdo al libro sagrado del Corán. Y entre rezo y rezo, nos comparten sus experiencias.
Una noche me acompañaron a casa de un anciano, antiguo combatiente del Frente Polisario (Frente de Liberación de Seguia El Hamerea y Río de Oro). Sentados en la alfombra de la jaima me contó la historia de su pueblo. El hombre me parecía fascinante. Mientras hablaba, yo escuchaba atentamente, cuidando no perder ningún detalle y tomando nota de todo lo que decía. Posteriormente, complementé su relato con algunos datos más, para entender detalladamente el origen y el proceso del conflicto saharaui.
Los saharauis eran nómadas del desierto. Se dedicaban al pastoreo. Desconocían las fronteras. Vendían las pieles de cabra, cordero y camello a los mercaderes españoles. Estaban organizados en el Consejo de los 40, que representaba a las cuarenta tribus nómadas. Este Consejo dictaba las leyes y administraba justicia.
Los mercaderes españoles llegaron en el siglo XV. Tenían un fuerte, en donde se intercambiaban productos. Pasó el tiempo y en el año 1884 España entró a participar en el reparto colonial. (Francia ocupó Marruecos, Argelia, Mauritania…; Bélgica, el Congo; Portugal, Angola y Mozambique; Inglaterra, Nigeria…). España se quedó con Guinea Ecuatorial y El Sahara Occidental, que tiene 240.000 kms. Durante la dominación española siguió funcionando el Consejo de los 40.
En el siglo XX el Sahara fue elevado a la categoría de Provincia. Fue la 53ª provincia española con representación en el Congreso de los Diputados en Madrid. En esta época España construyó dos puertos, diez aeródromos, dos hospitales y decenas de escuelas de enseñanza general básica. Pero el ejército español, en este caso los legionarios, tomó una actitud prepotente y represiva frente a las revueltas de grupos saharauis descontentos. En 1971 surge en el sur un movimiento revolucionario independentista denominado Frente Polisario, de carácter pacífico, liderado por Mohammad Basiri, desparecido por el Tercio del ejército español, después de que fuera detenido en el Aaiún. Basiri es considerado el padre del nacionalismo saharaui. Ante la represión de los legionarios españoles, el Frente Polisario se arma.
En la década de 1950, Naciones Unidas exige a Europa que descolonice África. Marruecos, ya independiente, se aprovecha de la debilidad del gobierno español debido a la muerte de Franco, llevando a cabo la llamada “Marcha Verde”. Fue el año de 1975. El rey de Marruecos Hasán II lanzó 350.000 civiles marroquíes sobre la frontera norte del territorio saharaui. El gobierno de España, presidido por Árias Navarro no supo afrontar el reto que le lanzaba el rey de Marruecos por una parte y el Frente Polisario por otra. Entonces, firmó con Marruecos y Mauritania los llamados Acuerdos de Madrid, conocidos como “Acuerdo Tripartito”, por el que España, en vez de conceder la independencia, abandonaba el territorio y lo deja en manos de estos dos países. España se retiró definitivamente el 27 de febrero de 1976.
Con la retirada de las tropas españolas, el Frente Polisario, liderado por Walí Mustafá, proclama la República Árabe Saharaui Democrática.
Pero la ocupación por parte de Marruecos se produjo a sangre y fuego. Cientos de civiles saharauis fueron masacrados con bombas de napalm y fósforo blanco mientras intentaban huir hacia el desierto de Argelia. El Polisario se estableció en Tindouf, y durante 16 años combatió a los invasores.
En 1979 Walí Mustafá liberó el territorio del sur ocupado por Mauritania, donde muere. Asume la dirección del Frente Polisario Mohammad Abdelaziz. Pero Marruecos, que tenía un ejército más potente, invade inmediatamente el territorio del sur que había desocupado Mauritania. El Frente Polisario mantenía el control de la parte oriental del Sahara.
Por presiones de Naciones Unidas, Marruecos y el Polisario firman un alto el fuego. El territorio saharaui queda dividido en dos partes: la parte Occidental, más extensa y rica en minas de fosfatos (cuyas reservas están consideradas las mayores del mundo) y pesca, en posesión de Marruecos, y la parte Oriental, que es puro desierto inhóspito en posesión del Frente Polisario.
No obstante, la represión marroquí continuó contra los saharauis de los territorios ocupados. Es por eso que riadas de gente salieron huyendo al desierto. En la actualidad son alrededor de 90.000 saharauis viviendo en los territorios ocupados, 240.000 en los campamentos de refugiados, 15.000 en los territorios liberados y un número no determinado en España y Mauritania.
En 1981, Marruecos comienza a levantar un muro con el apoyo de Israel y Francia. De esta manera, el pueblo saharaui queda dividido en tres partes: unos en los territorios ocupados por Marruecos, otros en la zona liberada al otro lado del muro, y la mayor parte en los campamentos de refugiados en el desierto de Argelia.
El muro que levantó Marruecos tiene 2.600 kilómetros de largo, 2,50 metros de alto y 2 metros de ancho, construido con dos paredes de piedra, y entre ambas un relleno de arena. Sobre el muro se retuercen alambradas de púas. En 1987 se concluyó su construcción. Cada 4 ó 5 kilómetros a lo largo del muro hay un puesto de vigilancia del ejército marroquí. Un total de 180.000 soldados a lo largo del muro y alrededor de 5 millones de minas, financiadas por Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos.
En los territorios ocupados si un extranjero entra en casa de un saharaui, seguidamente va la policía marroquí a interrogar a la familia amenazándola y golpeando a sus miembros. En la actualidad hay alrededor de 543 desaparecidos. Aminetu Haidar estaba entre éstos, que gracias a presiones internacionales fue liberada, después de permanecer cuatro años desaparecida y torturada en las cárceles marroquíes. Ella es un símbolo de la lucha pacífica por la autodeterminación del pueblo saharaui.
Naciones Unidas considerando ilegal el Acuerdo Tripartito de Madrid, dictó una Resolución por la cual Marruecos debe realizar un referéndum para que el pueblo saharaui decida su futuro. Pero Marruecos, desde el principio, torpedeó todos los intentos para realizar la consulta. Para ello contó con el apoyo incondicional de Francia y con el consentimiento de Estados Unidos. Los países del norte dejan de presionar a Marruecos debido a intereses económicos.
Recientemente leí un documento que transcribo literalmente: “El departamento jurídico de la ONU dictaminó que los Acuerdos de Madrid no han transferido la soberanía del Sáhara Occidental ni han otorgado a ninguno de los firmantes el estatus de potencia administradora, estatus que España no puede transferir unilateralmente”. Ello es así hasta el punto de que la responsabilidad de salvamento en aguas del Sáhara no corresponde a Marruecos, sino que sigue estando, “de iure”, en manos de España, según establece la Organización Marítima Internacional. Estas son las bases del conflicto del Sáhara, que Aminetu Haidar ha situado en el primer plano de la actualidad”.
El gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática, con su partido el Frente Polisario, dirige una campaña diplomática internacional para exigir al cumplimiento del referéndum. La actitud heroica de Aminetu Haidar, que ha estado 31 días en huelga de hambre en la isla canaria de Lanzarote, ha llamado la atención al mundo sobre la injusticia que se está cometiendo contra su pueblo y el derecho que éste tiene a su autodeterminación.
La firme voluntad del pueblo saharaui de sobrevivir, ha hecho posible que en un territorio inmenso y desértico, se hayan podido construir talleres, huertos, hospitales, escuelas, y que la población organizada pueda resistir la ya demasiada larga espera del fin del conflicto, para retornar y reconstruir su nación.
Lo que acabo de escribir es una lectura personal, expresión de lo que he visto, escuchado y vivido. Soy consciente de que faltaría muchos otros elementos para que esta interpretación sea más completa, precisa y exhaustiva. Estas páginas son sencillamente unos apuntes para la reflexión, de manera que fortalezca la solidaridad con este pueblo que resiste en el desierto y anhela regresar a su tierra. “No nos dejéis gritar solos en el desierto”, nos dicen.