Me invitaron a Saint-Michel-de-Chabrillanoux, municipio perdido en las montañas, de la FSU (Fédération syndicale unitaire de l?Ardèche).
Un sindicato que no tiene nada que ver con la Iglesia, pero que se arriesgó a invitarme. Hubo dos debates y dos conciertos. ¡Afortunadamente a mí me han programado para los debates!
Llegué en el TGV (tren de alta velocidad) a Valence, una mujer desconocida me recogió en su coche y me a las montañas. No tardó en plantearme sus preguntas y sus dudas: « ¿Es usted feliz de creer? ¿Y la vida después de la muerte? La resurrección de Jesús no puede ser cierta. ¿Qué opina, yo no soy creyente sino que estoy buscando?
Sabiendo que quedaba una hora de coche, ya me sentía cansado.
« Usted está buscando, le repliqué, y por tanto está en camino. Yo que conozco la alegría de creer, tal vez no esté buscando ya suficientemente ».
En Saint-Michel-de-Chabrillanoux, hay una iglesia católica en el extremo del pueblo, y una iglesia protestante de idéntico volumen, en el otro extremo. Esta región vivió durante mucho tiempo las duras rivalidades entre católicos y protestantes. En el centro del pueblo, en la plaza, hay un bar. Es un lugar de vida. Sin dudar, entro para saludar a la gente.
En una larga mesa, se presentan los platos del país y productos de la viña. Es la abundancia de la fiesta. Cada uno se sirve y va a sentarse a la mesa con otros.
La fiesta deja paso luego a las intervenciones que tratan de la mundialización salvaje, el lugar del continente africano, la política francesa de inmigración. Existe un colectivo « Désert rebelle ?desierto rebelde-» que milita por una cultura equitativa. Muchos tienen vínculos con África y comparten su experiencia.
Un periodista me confiesa « Aquí, todos pensáis lo mismo. No hay lugar para la contestación ».
Y le respondo: « ¡Mejor así! Es un descanso. »