En la muerte de Purificación Forcano -- Benjamín Forcano

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SOMAC

La alternativa no es vida o muerte, sino vida o resurrección
Familiares y amigos, queridos todos:
Seguramente, son muchos los sentimientos que asaltan ahora nuestro corazón. Pero, hay uno que compartimos todos: nos reunimos para acompañarnos este momento importante, para dar razón de nuestra fe y esperanza, para explicarnos y asimilar el sentido de lo que estamos viviendo.
Desde hace un tiempo, Pura venía advirtiéndonos que la vida, en medio del desgaste, se le iba acabando. Con presentimiento y todo, nos cuesta admitir lo ocurrido: ella ha partido ya, no está con nosotros.

– Lo del acabamiento de la vida es un momento propio de cada uno. Solamente Pura podría explicárnoslo cómo lo ha vivido. Y seguro que la escucharíamos con mucha atención.

– La vida de Pura era una vida sencilla, con una mentalidad propia de la gente de nuestro pueblo, ha sabido bien lo que es trabajar, cumplir, ser fiel, estar pronto para cualquier ayuda y servicio, no aspirar a cosas impropias de su edad o situación. Y estaba pendiente de todos, se afanaba por todos, casi hacía las veces de madre, sufría y se alegraba,…¡Personas estas admirables por su sencillez, por su bondad, por su disponibilidad, por su sacrificio, por su entrega, por su ternura!

– La de Pura resultaba ya una vida larga, cumplida, pero frágil en esta fase final. La veíamos, la escuchábamos, la abrazábamos, lo teníamos entre nosotros. Ahora, no; ha cesado y está ausente. Es la paradoja cristiana: ausente pero presente, distante pero cercana, muerta pero viva..
¿Quién no se pregunta en estos momentos: quién dispone de la vida? ¿Qué sentido tiene y en qué queda de todo lo vivido?

La vida, todas las formas de vida, tienen un límite: la muerte. ¿También la vida humana? Todos clamamos por una vida sin fin. Pero, los mecanismos de la muerte no hay quien los detenga. ¿Será por eso que la muerte es para el ser humano drama y angustia? ¿Será por eso que San Pablo gritaba: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Y respondía: ?Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor??.

Es sorprendente, pero en esta frase se encuentra la esencia pura del cristianismo. Este testimonia el hecho mayor de que alguien nos libró de la muerte. En alguien la vida se mostró más fuerte que la muerte. Nunca, de nadie, en ningún lugar, se dijo lo que de Jesús de Nazaret: ha resucitado, está vivo, no lo busquéis entre los muertos.

?Jesús conoció e inauguró una evolución (sintropía) superior, en virtud de la cual su vida era un nuevo tipo de vida, no amenazada por la enfermedad ni por la muerte. Por eso, la resurrección ha de ser entendida como un saltar a un tipo de orden vital, no sometido ya al desgaste y acabamiento final.
Hay un momento en el proceso evolutivo, en el que la vida alcanzó tal densidad de realización que la muerte ya no logra penetrar en ella y hacer su obra devastadora. Y, de esta manera, la angustia milenaria desaparece, se sosiega el corazón, cansado de tanto preguntar por el sentido de la vida mortal. El futuro queda abierto a un desenlace feliz y apunta hacia un tipo de vida más allá de este tipo de vida?? (Leonardo Boff). .

Nosotros, Pura, hermana nuestra, decimos, proclamamos y creemos que en ti la muerte no ha podido. ¡Has resucitado!
Has entrado en el cielo, en el ámbito mismo de la vida de Dios, realidad primera y última. Nuestra fe nos asegura que el Dios del comienzo es también el Dios del final, que el Dios , Creador del mundo y del hombre, es también el que nos lleva a su plenitud.

Has muerto, pero continúas; se disuelve tu cuerpo pero entra en una dimensión nueva.
Nos consideramos nacidos a una vida nueva y, como Jesús, apostamos por la vida, por la justicia, por el amor, por la libertad, llegando incluso a soportar en esta lucha el vituperio del fracaso de este mundo, pero seguros de que la inocencia del Justo será reconocida y premiada por Dios. Dios tiene siempre la última palabra, no la iniquidad.

Creemos en la resurrección y, por eso, estamos en lucha contra todo lo que bloquea, merma, degrada y mata la vida. El tiempo que se nos da no es para volvernos tristes, pasivos, indolentes, escépticos, sino para vivir con amor, mucho amor, fraternalmente, minuto a minuto, e ir haciendo que esta tierra sea cada vez más un cielo, el cielo de Dios.

La resurrección de Jesús es la meta final y la plenitud que nos aguarda. Y esa plenitud no hay otra forma mejor de alcanzarla que la de comprometerse con cuantos más vida, amor y libertad necesitan: los pobres.

Hermana Pura, tía, vecina, compañera, amiga y no sé cuántas cosas más, por todos querida, porque lo eras, muy querida: estás bien, eres feliz en tu nueva vida, después de haber cumplido tu trayectoria terrenal. Acercarte a ti era contagiarse de vida, de sencillez, de fidelidad, de ternura. ¡Cómo perseguiste hacer felices a tu gente! ¡Cómo trabajaste por ellos!

Pero, era ya la hora de partir. Y te nos fuiste por delante. Nos alegra sentirte feliz, libre de todo miedo, libre de toda atadura, libre de toda limitación. Sólo Dios, allí, como El sabe, te ha recibido, te ha besado, te ha acogido con el amor de una madre, y se ha regocijado infinitamente de poder tenerte a su lado, para siempre. Has entrado en ese nuevo hogar en el que tantos y tantos seres queridos tuyos te esperaban, te han abrazado regocijados, juntos para siempre.

Nuestro dolor se sosiega y se ilumina, porque como creyentes en Jesús apostamos por algo que va más allá de la vida: la resurrección; la alternativa no es vida o muerte , sino vida o resurrección.
Morimos para nacer a otra vida, que ya nunca acabará.
Las palabras de Jesús, Pura, se han cumplido hoy en ti : Quiero que donde yo estoy, estéis también vosotros.
¡Bendita seas!

Benjamín Forcano
Zaragoza, en la Misa del 27 ?Junio- 2009
( Murió el 25 de junio).