En la Iglesia ha habido poligamia -- Xavier Pikaza

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Xavier Pikaza

No, no es que yo la apruebe. Creo que el ideal ya en el Antiguo Testamento y más en el Evangelio es la «monogamia», un amor total y para siempre, en libertad e igualdad, en felicidad y camino compartido, entre dos personas que se aman. Pero la realidad suele ser terca. Por eso, será bueno que algunos «puristas» recuerden que la Iglesia primitiva admitió la poligamia, cuando dijo que «obispos y presbíteros» sean maridos de una sola mujer.

Esos textos pueden entenderse de diversas formas: Que los ministros eclesiales anden sólo con su mujer, no con otras…; que no se casen otra vez en caso de enviudar… Pero la interpretación más normal sigue siendo aquella en que se pide que obispos y presbíteros (¡de entonces!) no sean polígamos. Sólo ellos pueden serlo, pues se supone que son «ricos», de buena familia. Podrían alimentar a más de una mujer, como en ciertos casos del judaísmo de tiempo de Jesús. Pero la Iglesia pide que sean no polígamos. Vamos a pensar en el tema.

1. Judaísmo

El judaísmo antiguo aceptó sin más la poligamia, considerándola como un hecho normal, dentro del contexto social y religioso de su tiempo. De esa manera, los judíos han presentado a los grandes patriarcas y fundadores del judaísmo como polígamos: Abrahán, Esau, Jacob, Moisés, Elcana, David, Salomón etc. Por otra parte, en el Pentateuco no existe una legislación directa sobre la poligamia, sino algunas indicaciones marginales, que regulan su uso (que se da como supuesto), para favorecer siempre a la parte más débil. Así de dice en Ex 21, 19 que «si un hombre toma para sí otra mujer, a la primera no le disminuirá su alimento, ni su vestido, ni su derecho conyugal». Por eso «Si un hombre tiene dos mujeres (la una amada y la otra aborrecida)?? y si el hijo primogénito es de la mujer aborrecida?? no podrá tratar como a primogénito al hijo de la mujer amada?? Reconocerá al hijo de la mujer aborrecida como primogénito para darle una doble porción de todo lo que tiene» (Dt 21, 15-17). La misma ley del Deuteronomio añade «que el rey no tendrá muchas mujeres… Tampoco acumulará para sí mucha plata y oro» (Dt 17, 17). Las mujeres aparecen así como una posesión, que puede resultar peligrosa para el hombre.

Por diversos indicios, podemos suponer que la poligamia era poco practicada en tiempos de Jesús, de manera que la mayoría de los matrimonios eran monógamos, tanto por cuestiones económica como sociales. Por otra parte, los grandes textos de la tradición israelita habían destacado el valor de la monogamia, tomándola, de un modo simbólico, como expresión del amor más alto. Así lo suponen los textos proféticas (de Oseas y Jeremías, de Ezequiel y de la tradición de Isaías) que presentan el amor de Dios hacia Israel como amor monógamo: un solo Dios, un solo pueblo amado; fiel es el amor de Dios, fiel ha de ser el amor de su pueblo, unidos por un vínculo único. En todos esos casos se condena más bien el riesgo de adulterio o porneia del pueblo de Israel, que teniendo a Dios como marido (¡único marido!) quiere buscar otros maridos, que no son más que amantes falsos. Por otra parte, el relato de la creación, tal como culmina en Gen 2, 21-24, parece tomar la monogamia como estado ideal de la humanidad. En esa misma línea parecen situarse los textos del Cantar de los Cantares, donde el hombre y la mujer se deben fidelidad en el amor; esos cantos parecen imposibles en un contexto polígamo. El judaísmo posterior ha tendido a prohibir la poligamia (los asquenazíes lo han hecho desde el siglo XI d. C.), peo ella se ha venido practicando hasta tiempos recientes en algunas comunidades judíos del Yemen y de Irán. El Estado de Israel la ha prohibido de hecho, aunque ha respetado los derechos de algunos emigrantes judíos prevenientes de lugares donde aún estaba en uso.

2. Cristianismo

Estrictamente hablando, no se ha preocupado de la poligamia, pues de hecho no era ya un problema en el contexto de Jesús ni en el entorno de la Iglesia primitiva. Parece que los primeros cristianos daban como un hecho la monogamia, pero no la han regulado en ningún texto legal. Nada nos impide suponer que algunos de los oyentes de Jesús practicaran la poligamia y, sin embargo, no hay ningún texto de Jesús que la prohíba directamente. Más aún, algunos de los textos simbólicos más importante de los evangelios suponen la posibilidad de la poligamia, al menos simbólicamente, sin que Jesús la condene. Así en la historia de la mujer viuda que se fue casando, por ley de levirato con siete hermanos; parece normal que esos hermanos del difunto estuvieran ya casados, pero ellos tenían que tomar a la viuda como mujer, para así dar hijos legales a su hermano (cf. Mc 12, 18-27, con cita de Dt 25, 5). Por otra parte, la parábola de las diez vírgenes de Mt 25, 1-12 está suponiendo un contexto simbólico donde la poligamia se admite como un hecho.

1. Marido de una sola mujer. El conjunto del Nuevo Testamento supone que la monogamia es un hecho y sólo desde ese fondo se entienden las normas matrimoniales de Mc 10, 1-12, donde se aplican los mismos derechos al varón como a la mujer, de manera que si el marido toma otra mujer ?adultera?? contra la primera y si la mujer toma otro marido ?adultera?? contra el primero. En esa misma línea se sitúa toda la argumentación de Pablo en 1 Cor 7, donde dice que el ?dueño?? del cuerpo de la mujer es el marido y el ?dueño?? del cuerpo del marido es la mujer (1 Cor 7, 4). Esas palabras no tienen sentido en un contexto polígamo.
Hay, sin embargo, unos pasajes donde se manda expresamente que los obispos, presbíteros y diáconos de las comunidades sean ?maridos de una sola mujer?? (1 Tim 3. cf. 1 Tim 2.12; Tito 1, 6). Es muy posible con esa ley se esté aludiendo al caso de los viudos, que sólo pueden ser ministros de la Iglesia en caso de que no vuelvan a casarse?? La ley puede aludir también a casos de simple ?debilidad sexual??: no pueden ser ministros de la Iglesia unos casados que tienen un contacto regular (aunque no legal) con otras mujeres. Sin embargo, la interpretación más normal de esos pasajes es la de que ellos se refieren a la poligamia.

Debemos recordar que las cartas pastorales de la tradición de Pablo (1 y 2 Tim, Tito) reflejan una especie de retroceso hacia costumbres del contexto judío. Es evidente que si un judío polígamo se convierte al cristianismo puede (y debe) ser polígamo (pues en caso de abandonar a una de sus mujeres corría el riesgo de dejarla sin protección). La iglesia puede admitir por tanto, de hecho, matrimonios polígamos. Lo único que piden estas cartas pastorales es que ellos no sean dirigentes de las iglesias. Lo polígamos suelen ser ricos… tienen una familia extensa… Cuadran muy bien con las leyes y normas que las cartas a Tito y Timoteo suponen para obispos y presbíteros.

Esta prohibición parece fuera de lugar y, sin embargo, resulta totalmente lógica. Debemos recordar que en aquel momento la poligamia era un signo de riqueza: sólo un hombre rico podía mantener varias mujeres, varias casas, muchos hijos. Un polígamo, con familia extensa y buena reputación de gobierno, podía estar bien entrenado para dirigir una iglesia, en la línea de las condiciones que buscan y exigen estas cartas: los ministros de la comunidad deber se hombres que han probado bien sus dotes de gobierno dirigiendo bien sus casas grandes y ricas (1 Tim 3, 4-5.15). Pues bien, la primera legislación eclesial les cierra el paso al ministerio. Si esta interpretación es correcta (y es la más probable), la Iglesia primitiva aceptó en su seno a matrimonios polígamos, aunque les relegó de un modo significativo, impidiéndoles el acceso a los ministerios.

2. Aplicación actual. Esta visión del tema de la monogamia en el Nuevo Testamento puede resultar escasa e incluso escandalosa: ¿Por qué Jesús no ha condenado expresamente la poligamia? ¿Por qué no lo ha hecho Pablo? Por algo que juzgo sencillo e iluminador. Jesús no ha venido a ?fijar?? legalmente las formas de amor, sino buscar y promover el amor, el más íntimo y el más comprometido (a favor de los pobres). Por eso no ha reglamentado las formas y tipos del matrimonio, sino que las ha dejado abiertas, siempre que puedan ser espacio de fidelidad, de gratuidad y de amor a los más necesitados. Las consecuencias de esos principios las tiene que ir sacando la Iglesia, partiendo de la vida de Jesús y de sus discípulos, sin empezar dictando leyes universales.
Es evidente que, partiendo del ejemplo de Jesús y de la nueva experiencia de dignidad y libertad de los hombres y mujeres se puede y debe deducir no sólo la monogamia (como han hecho las iglesias cristianas), sino también la igual dignidad de varones y mujeres en el matrimonio, superando el patriarcalismo. En esa línea se sitúa el Catecismo de la Iglesia Católica, que admite el valor de la poligamia en el plan de Dios, en la historia de los patriarcas de Israel (cf. num 1610), pero que la prohíbe en la actualidad: «La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor (GS 49,2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo» (Num 1645). De todas maneras, la forma en que el Catecismo resuelve el caso de los polígamos que se convierten al cristianismo resulta ambigua y quizá no se ajusta a la praxis que hemos visto en el fondo de 1 Tim y de Tito.

El Catecismo pide, por un lado, que, al convertirse, el polígamo ?repudie?? a todas las mujeres, menos a una??; pero por otra parte exige que ?cumpla en justicia los deberes contraídos?? con las mujeres anteriores y sus hijos. ¿Cumple esos deberes si las expulsa? ¿No ha contraído el deber de amarlas/cuidarlas a todas? Evidentemente, el caso es de difícil solución. Por eso, muchos piensan que debe quedar abierto, tanto en la teoría como en la práctica. ?ste es lo que dice el cristianismo: «Es comprensible el drama del que, deseoso de convertirse al Evangelio, se ve obligado a repudiar una o varias mujeres con las que ha compartido años de vida conyugal. Sin embargo, la poligamia no se ajusta a la ley moral, pues contradice radicalmente la comunión conyugal. La poligamia ?niega directamente el designio de Dios, tal como es revelado desde los orígenes, porque es contraria a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo mismo único y exclusivo? (FC 19; cf GS 47, 2). El cristiano que había sido polígamo está gravemente obligado en justicia a cumplir los deberes contraídos respecto a sus antiguas mujeres y sus hijos (num 2387)».