Ellacuría, Romero y Francisco a los 40 años de Puebla -- Dr. Agustín Ortega Cabrera

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

ellacuriaRecientemente, el Papa Francisco ha hecho memoria del martirio de I. Ellacuría, I. Martin-Baro y el resto de compañeros jesuitas de la UCA (El Salvador). Al igual que los obispos latinoamericanos en Aparecida (DA 396), Francisco reconoce la fecundidad de todos estos mártires latinoamericanos para la vida de fe, la misión y el constitutivo compromiso social por la justicia con los pobres de la tierra. El martirio de santos reconocidos como Mons. Romero, con el que Ellacuría y los jesuitas de la UCA colaboraron estrechamente, o el de tantos otros del pueblo, esos cristianos mártires
anónimos: son modelo e impulso para el seguimiento de Jesús.

En este sentido, en nuestras actividades académicas y formativas, por la semana de
conmemoración del 30 aniversario del martirio de los queridos Ellacuría y jesuitas de la
UCA, estuvimos presentando el libro ?Ellacuría en las fronteras??, editado por la
Universidad Jesuita Ibero de México. En dicha publicación soy co-autor y hago un
capitulo con el título: ?Filosofía de la acción-formación social en el horizonte de la
espiritualidad. Claves desde Ellacuría, Martín-Baró y los jesuitas mártires de la UCA??.
Hicimos esta presentación en algunos centros universitarios de Lima, donde
actualmente realizo mi misión en América Latina y soy profesor, enseñando los
documentos de su iglesia como la III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano de Puebla, de la que se cumple asimismo su 40 aniversario.
En el camino del Concilio Vaticano II y de Medellín con Puebla, expusimos como
Romero, Ellacu y en la actualidad el Papa Francisco: nos muestran esta ?martyría??

(testimonio) de la fe que, desde la Gracia de Dios, se realiza en el servicio al Reino de
Dios que nos regala la vida y la salvación en el amor, la paz, la dignidad y la justicia
con los pobres liberadora de todo mal, pecado, muerte, opresión, esclavitud e injusticia.
La misión testifica, con la fe y vida, esta salvación que nos dona el Dios Encarnado en
Jesucristo pobre y crucificado-resucitado, que ya se va efectuando en el mundo e
historia con la liberación integral, personal, social e histórica-escatológica culminado en
la tierra nueva y los cielos nuevos.

La Gracia asume toda la naturaleza e historia para su realización y llevarla a plenitud
con el amor fraterno, el respeto de la vida en todas fases o aspectos y la justicia con los
pobres. De esta forma, ya se va anticipando la salvación en la unidad de la realidad
histórica y trascendente con la liberación del pecado personal, estructural y de toda
muerte que consuma la historia en la vida plena-eterna, en la belleza de la eternidad.
Desde la razón y la fe, la antropología bíblica-católica, con la unión inseparable del
cuerpo y el alma en contra de todo dualismo, articula e incluye la gracia y la naturaleza,
la creación y la salvación, la fe y la justicia, el amor a Dios y al otro promoviendo el
bien más universal (1 Jn, 4-20), la espiritualidad y el compromiso moral, la mística y
política.

Esa caridad interpersonal y política que busca la civilización del amor, el bien
común y los derechos humanos que hay que historizar: en la verdad real, en la realidad
histórica; para que así se verifique realmente la solidaridad y la justicia con los pueblos
crucificados a los que hay que bajar de la cruz del mal e injusticia, con los pobres, los
oprimidos y las víctimas de la historia.

La misión de la iglesia tiene pues, en este servicio al Reino de Dios siguiendo a Jesús,
como elementos constitutivos la promoción humana, el desarrollo liberador e integral
que nos promueve la conversión al Evangelio, el cambio personal, moral y la
transformación socio-estructural. La salvación, que nos regala la Gracia de Dios en
Cristo, ya se va incoando en la liberación integral, en toda estas liberaciones personales,
sociales e históricas para ser libres de todo mal, pecado e injusticia. Y, de esta forma,
amar a los otros con la responsabilidad por la justicia liberadora de toda esclavitud,
muerte e ídolo de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia.

Es la sabiduría de la fe, honrada con lo real, que inspira toda esta inteligencia de la
razón y se hace cargo de la realidad material, biológica, social, cultural, histórica y
trascendente con sus mediaciones como son las ciencias humanas o sociales, la
política… La inteligencia ética con su hermenéutica critica, para cargar con la realidad
en la misericordia compasiva, que asume solidariamente el sufrimiento e injusticia que
padece el otro. Y la inteligencia con su carácter práxico que posibilita encargarse de la
realidad, en la praxis liberadora por la justicia con la promoción de las personas, de los
pueblos crucificados para bajarlos de la cruz y la opción por los pobres como autores de
su liberación integral.

Esta sabiduría e inteligencia, al mismo tiempo dejándose cargar por la realidad del Don
(Gracia) de la real o de los otros y Otro-Dios, posibilita una educación y formación
humanizadora, ética, social, espiritual e integral de la persona solidaria para el
conocimiento y transformación de la realidad (sociedad-mundo). Siguiendo a Jesús, la
iglesia convertida al Reino de Dios y su justicia, es la iglesia-sacramento universal de
salvación y liberación integral en la historia, que se consuma en la eternidad. Iglesia
pobre con los pobres como sujetos de la misión evangelizadora, protagonistas de su
promoción liberadora e integral (Lc, 1, 46-55: 4, 18; 6, 20-49).

Desde la Gracia de Jesús pobre (2 Cor 8, 9) y crucificado (Flp 2) por el Reino de Dios,
los pobres, victimas y crucificados de la historia nos evangelizan, traen luz y salvación
como presencia (sacramento) real de Cristo pobre (Mt 25, 31-46), que nos libera de
todas estas idolatrías del dinero, del poseer y tener. Los sufrimientos e injusticia que
padecen los pobres, fruto del pecado del mundo y la inequidad estructural, nos llaman a
la conversión y honradez con toda esta realidad de los pueblos crucificados, que son el
signo permanente de los tiempos.

El lugar teologal y social donde El Espíritu, que habita la creación e historia, clama en
el grito de los pobres y gemidos de la tierra (Rm 8, 22-39). El amor en la verdad del
Evangelio de Jesús requiere toda esta liberación de la injusticia (Rm 1, 18-32), ya que
de la fe brota la justicia (Rm 9,30) y nos libera del mal y mentira del mundo (Rm 12,2).
Es la sabiduría escondida de los pobres y excluidos que, en Cristo pobre y crucificado,
nos hacen libres del pecado del poder y la riqueza (1 Cor 1).

Se trata de revertir la historia y lanzarla en otra dirección, en esta ?locura?? evangélica de
la civilización de la pobreza y del trabajo frente a la de la riqueza y del capital. La vida
y dignidad de la persona trabajadora, de todo ser humano con sus derechos como es un
salario justo, está antes que el capital, el lucro y beneficio (ganancia). Una economía al
servicio de las necesidades y capacidades de las personas, los pueblos y los pobres con
el destino universal de los bienes, la equidad en la distribución de los recursos, que tiene
la prioridad sobre la propiedad. La civilización de la pobreza va logrando el sentido y la
felicidad del ser humano en lo real con la solidaridad compartida de la vida, de los
bienes y el compromiso por la justicia con los pobres frente a los falsos dioses de la
riqueza-ser rico, del poder y la violencia.

Es el buen vivir con la ecología integral en esta comunión solidaria desde Dios con los
otros, con los pobres y con toda la creación para el cuidado de la vida en todas sus
formas, fases y dimensiones que expresa toda una bioética global. El cuidado y la
defensa de la vida, con la opción por los pobres, es el principio ético-practico que debe
guiar toda la realidad humana, social e histórica que no puede ir nunca en contra de esta
vida y dignidad de la persona. Hay que inspirar con todo este espíritu a la realidad
hitorica y a la civilización para que se orienten en la verdad de lo real, en la belleza y el
bien más universal buscando y hallando a Dios en todas las cosas, con estos pobres de
espíritu y la civilización de la pobreza para la vida solidaria, fraterna y justa.
La fe se vive pues en esta comunión con Dios, con la iglesia pueblo de Dios y con los
otros, con los pobres y excluidos. Y, por tanto, los mártires nos llaman al profetismo, a
la utopía y la esperanza.

Desde el Dios de la vida, revelado en Jesús, ?sólo utópica y
esperanzadamente puede uno creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y
oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección??
(Ellacuría). Hagamos siempre memoria de todos estos mártires que, como nos dice
Aparecida, ?han ofrecido su vida por Dios, por la Iglesia y por su pueblo??.

Agustín Ortega Cabrera (España), misionero canario laico, es Trabajador Social y
Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología ULPGC). Asimismo ha
realizado los Estudios de Filosofía, Teología y Moral, Doctor en Humanidades y
Teología (UM). Profesor e investigador en diversas universidades e instituciones
universitarias y educativas latinoamericanas. Autor de distintas publicaciones, libros y
artículos.