Enviado a la página web de Redes Cristianas

A pesar de las diferencias de raza, sexo, edad, religión, posición ideológica, económica y social, todos los seres humanos nacemos con el mismo valor y la misma dignidad. Pero si alguien nos preguntara cuánto vale una vida humana en términos pecuniarios, no sabríamos la respuesta; aunque conscientes de la trascendencia humana y del valor que nos damos a nosotros mismos, a los nuestros y a los demás, contestaríamos que la vida no tiene precio.

Pero, en honor a la verdad, también podríamos contestar que depende de lo importante que seas y del país en el que hayas tenido la suerte o la desgracia de haber nacido. ¿Cuánto vale la vida de un ciudadano israelí? ¿Cuánto la de un palestino? ¿Cuánto la de un inmigrante africano? ¿Cuánto la de tantos y tantos niños y adolescentes explotados laboral y sexualmente? Hay lugares en los que la vida vale menos que el dinero que costaría mantenerla entre rejas. Hay lugares en los que una vida humana alcanza el equivalente a cuatro ovejas. Hay lugares en los que una vida vale menos que la bala que la quita.

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