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Las tiranías no se constituyen ni se mantienen en el tiempo por el poder y la maldad del tirano, sino por la legión de colaboradores que las aplauden, apoyan y sostienen por cobardía o interés.
Algo parecido ocurre con la corrupción, con el fraude, los abusos o las injusticias. Casi siempre ponemos el acento en los protagonistas de las malas acciones, pero pocas veces en los actores secundarios y en el sistema que las permite. Y es que, para que los corruptores puedan llevar a cabo sus corruptelas, tienen que existir los medios, las circunstancias adecuadas y, por supuesto, las personas que se dejen pervertir; pero además, y quizá sea lo más importante, una miríada de cómplices que faciliten las acciones delictivas o reprobables callando, haciéndose los sordos o mirando para otro lado.
En un gran edificio, lo importante no es el pináculo, por mucho que este resalte, sino la estructura que lo sostiene.
. Valladolid